El encuentro en el atardecer

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Arían corría por el paseo bajo el sonido de las olas que rompían con fuerza contra la orilla, llevaba mucho tiempo fuera de servicio temporalmente de la policía a causa de un caso en el que estuvo involucrado y donde recibió una bala inesperada que impactó contra su hombro, el comisario decidió que hasta que su psiquiatra no lo permitiera, el debía tomarse un descanso temporal, pero Arí (Como le llamaban los amigos) decidió salir de casa y ocupar su mente para no pensar en aquel tiroteo, ni en como vio a civiles morir delante de sus ojos, lo que más recordaba de aquel momento fue a un niño abrazar a su madre herida de gravedad, el llanto sonoro que dejó en aquella calleja, le dejó tan sumamente impactado que cada vez que cierra los ojos, lo puede ver... que cada vez que está en casa solo... lo puede oír, el agobio se apodera de él y es cuando decide salir.

Estaba corriendo cuando de repente paró para observar sus pulsaciones en su reloj inteligente de muñeca, decidió que era hora de volver a casa y sin mirar atrás se volvió chocando así con una hermosa mujer de cabellera castaña y ojos marrones.

- Disculpa -Se apresuró a decir ofreciéndole su mano.

-¿Está loco?, ¿por qué no mira por donde va? -Contestó cogiendo su mano a la vez que se levantaba del suelo y sacudía su vestido.

- ¿Disculpa? Yo no soy el único distraído aquí ¿no señorita? - Respondió de manera irónica-

- ¿Yo? No estaba distraída, además... quien se chocó fue usted.

Arí respiro profundamente y se quedó en silencio observándola, la muchacha era atractiva, de piernas largas, grandes pestañas, ojos marrones chocolate, de labios finos y rosados, su aroma desprendía un olor dulce a fresas silvestres, y el color rojo de su vestido hacia contraste con aquel atardecer en la playa.

- Bueno esta bien, ha sido mi culpa, lo siento -Dijo finalmente arían y le ofreció nuevamente su mano- ¿Amigos?

- ¿Amigos? -Respondió sorprendida la misteriosa chica y lo observó detenidamente, Arían era alto, de cuerpo atlético, ojos verdes y pelo castaño claro, tenía un poquito de barba y olía a ligeramente a sudor, le llamó la atención por lo atractivo que era y sus mejillas se ruborizaron levemente - Por supuesto... no hay problema - Finalmente cogió su mano y ambos se quedaron en silencio mirándose a los ojos sin mediar palabras.

- Mi nombre es Arían, pero puedes llamarme Arí

- Encantada de conocerte Arí, mi nombre es Abigail pero me llaman Abby

- Bien, Abby, ¿que te parece si te invito a cenar a modo de disculpa?

- ¿Me estas pidiendo una cita?

Ambos sonrieron soltando una leve risita complice entre los dos y unas miradas furtivas, la chica aceptó y sin más fueron a un bar cercano, en la cena compartieron risas, bromas, coqueteo, y miraditas furtivas que no pasaron desapercibidas para ambos, a Arí le llamó la atención y quiso saber más de aquella misteriosa mujer que el destino empujó contra él aquel atardecer. Al despedirse se dieron los teléfonos con una promesa, volverse a encontrar.


Al atardecer, muere el díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora