—Alai Myers, ¿no es cierto?
Esbocé una pequeña sonrisa al oírla pronunciar mal el apellido.
—Myers —la corregí.
La secretaria se inclinó levemente hacia delante para entornar los ojos, analizando cada letra de mi apellido. No era tan difícil pronunciarlo, pero como mis maestros del otro Instituto lo decían igual de mal empezaba a creer que sí.
—Myers, lo siento —sonrió, y de repente pareció genuinamente sorprendida cuando leyó algo más de la inscripción que aparecía en su computadora—. ¿Hacías horas extras? A estos chiquillos los dejas un minuto más en el curso cuando hay receso y te exigen esos sesenta segundos cuando termina el recreo.
—Me aburría mucho en casa —preferí decir en un encogimiento de hombros.
—Y tu promedio —agregó con un asombro intensificado—. Pero qué excelente promedio. Nunca ha recursado ninguna materia. Nunca ha repetido ningún año. Qué... increíble. Y tus profesores hablan maravillas sobre ti.
Las mejillas comienzan a sentirse calientes. No estaba acostumbrada a que me halagaran tanto personas que no me conocían.
—¿Y por qué has decidido cambiarte de escuela? —frunció el ceño, y como me he quedado en silencio por lo desprevenida que me tomó, acomodó sus gafas como si por sí misma se hubiera dado cuenta de lo imprudente que había sonado—. Es decir, Liverwood es un Instituto demasiado estricto por decirlo de alguna manera. Y a esta altura de año... todos los grupos sociales están formados.
No sé si quiso decir que yo no tendría ese promedio de no ser que el Instituto al que antes iba era público (y por alguna razón, esta señora creía que las escuelas públicas eran fáciles, cuando no), pero tenía un punto. Me cambié en el último año de escuela a una que prometía ser exigentes con sus alumnos, y era seguro que todos los que habían llegado a 6to nivel han sido disciplinados y tenían herramientas de las que yo carecía.
Traté de acomodar todo lo que planeaba responder a una simple razón.
—Quería un cambio —fue la respuesta, sonriéndole.
La secretaria tuvo intención de continuar con su interrogatorio, sin embargo, la hora que marcaba el reloj priorizó sus asuntos antes que sus ganas de indagar más.
—Muy bien —carraspeó la garganta, y rebuscó unos papeles que extendió para entregarme—. Aquí están todas las materias obligatorias, con los números de los salones donde cursarás las dichas asignaturas. No olvides de anotarte a cada una de ellas, o de lo contrario el profesor no te dejará asistir a la clase. Empiezas mañana. Oh, y ten la llave de su casillero. Y buen inicio en su último año, Myers.
—Myers —repetí al oírla, levantándome.
—Myers —cerró los ojos un momento, y cuando volvió a abrirlos me sonrió con los ojos—. Lo siento.
—No se preocupe —murmuré con media sonrisa, a punto de irme.
De pronto, alguien tocó la puerta y la abrió al instante.
Un chico se encontraba de pie bajo el marco de la puerta, con una mochila colgando de su hombro. Lo envolvía un aire carismático y... atractivo, muy atractivo.
—Buenos días, señorita Johnson —le dijo el chico con una encantadora sonrisa.
Oh, oh, esa sonrisa... debí saber que esa maldita sonrisa sería mi perdición.
A la secretaria se le iluminó la cara al verlo.
—Buenos días, Hades Hamilton. ¿Qué lo trae por aquí?
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Los DG3 (Nueva versión)
Mystery / ThrillerAlai Myers es ingenua, reservada y nueva en la preparatoria Liverwood.Un Instituto bajo el liderazgo de tres primos con un prestigioso apellido, y con personas muy distintas a ella, donde en los pasillos recorren chismes incluso en las buenas lengua...