Extra 1. Amarillos y grises

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Cuando ella abre los ojos, todo es oscuridad. Marzo suspira mientras se sienta sobre su cama. El reloj de la pared marca las 03:26 de la madrugada. Reina el silencio en el Expreso Astral.

—Mmm. Tal vez una taza con leche me ayude a recobrar el sueño —Se dice con un dedo en el mentón.

Marzo sale de la cama y se coloca sus pantuflas. Camina hacia la puerta y marcha rumbo a la cocina.

Para llegar a esta se debe atravesar el vagón panorámico, donde duerme Caelus.

Marzo abre la puerta del vagón con lentitud, procurando hacer el menor ruido posible. Para su fortuna, la puerta no rechina en lo más mínimo.

Marzo avanza en total oscuridad, valiéndose solo de la lumbre de la pantalla de su teléfono. No quiere encender la linterna, sería demasiado llamativo y Caelus tiene el sueño superligero. Ella lo ha corroborado por sí misma...

Aún recuerda la primera noche que pasaron juntos en ese campamento en Belobog. Hasta ese entonces no había prestado atención a la mala rutina de sueño de su novio.

Sí: Su novio.

Marzo ahoga una risita nerviosa en tanto continúa caminando y comienza a abanicarse la cara con una mano.

«Qué extraño, hace mucho calor en el vagón panorámico. Tal vez el aire acondicionado está descompuesto otra vez. Debería avisarle a Himeko», piensa.

Entonces llega hasta la puerta del otro extremo y la abre. Un angosto y oscuro pasillo se extiende hacia adelante. Del lado izquierdo está la cocina, del lado derecho hay un pequeño almacén donde se guardan algunos alimentos, entre otras cosas.
Para su sorpresa, la puerta de la cocina está ligeramente abierta y la luz está encendida.

Con inocencia, Marzo se acerca. «Qué diligente es Pom-Pom para trabajar hasta tan tarde», piensa. De esa manera, ella da esos pocos pasos que la separan de la puerta y cuando la abre...

—¿Qu-...?

Ella no responde. Está estupefacta ante el escenario frente a sus ojos.
Caelus está de pie junto al refrigerador abierto, con una pata de pollo a medio comer en una mano y la boca llena. Sin embargo, ese no es el problema.

Caelus no lleva su habitual chaqueta larga, sino una playera de tirantes negra.

La tela se ciñe a su cuerpo esbelto mostrando un lado suyo que ella no había tenido la posibilidad de ver. Con la ropa holgada que usualmente usa no se nota lo tonificado que tiene los brazos y el abdomen.

Y los ojos de Marzo continúan bajando hasta... ¡...!

Amarillos y grises.

Sus calzoncillos son amarillos y grises.

El grito de Marzo es estridente, así como el rubor de su rostro. Ella rápidamente atina a taparse los ojos y girarse sobre su eje, pero el daño ya está hecho.

Quiere reprenderlo, ¿qué es eso de pasearse en ropa interior por el tren? ¿Acaso no tiene decencia?

Sin apartar la mano de sus ojos, Marzo quiere voltearse para gritarle unas cuantas cosas, cuando de repente algo la empuja desde atrás.
Sin salir del estupor, es obligada a atravesar el pasillo hacia el otro lado y termina ingresado en el pequeño almacén de alimentos.

La puerta se cierra a sus espaldas y una mano le cubre la boca con presteza.

—No hagas ruido —Le susurra esa voz que bien conoce.

Caelus la envuelve en sus brazos, reteniéndola allí dentro. Si fuera bajo otras circunstancias no le molestaría la escasa distancia que los separa.
Marzo no lucha por liberarse, pero sí se aparta la mano de él de su boca para poder hablar.

—¡¿Qué se supone que estás haciendo?!

—¡Shh! —Chista él—. Pom-Pom está ahí afuera. ¿Quieres que nos descubra?

—¿Acaso no es más comprometedor que nos encuentre aquí escondidos a qué simplemente nos vea en la cocina? ¿Y puedes explicarme por qué estás en ropa interior?

—Me estoy asando en el vagón panorámico —Ella no lo ve, pero oye el tono genuino de queja en su voz—. El aire acondicionado está descompuesto.

Marzo quiere responder pero se oyen ruidos en el pasillo. Son pisadas pequeñas...

—Mmm. ¿No hay nadie? Juraría haber oído algo—, dice alguien en el pasillo.

Instintivamente Caelus la sujeta. Marzo traga saliva cuando siente cada músculo suyo contra su cuerpo. La firmeza de su pecho, dónde ella está apoyada, así como la de sus brazos desnudos.

Marzo intenta apartarse un poco con sus manos, pero cuando las apoya sobre Caelus el pudor vuelve a tomar posesión de su cuerpo. Bajo sus dedos siente cada uno de sus abdominales, tan tersos y firmes al tacto que parece inaudito.

¡¿Por qué tiene que ser endemoniadamente sexy y lucir tan inocente a la vez?!

—¿P-puedes dejar de manosearme?

Marzo aparta las manos con prisa y cierra los ojos con fuerza, aunque es absurdo porque ya están sumidos en la oscuridad absoluta.

Inmóviles, permanecen en silencio hasta que finalmente dejan de oírse ruidos afuera.

Caelus la libera y ella instintivamente se separa de él.

—¿Estás bien? —La preocupación es genuina en su voz.

—Solo salgamos de aquí...

Marzo abre la puerta y da un paso afuera pero inmediatamente se detiene.

Caelus la observa sin comprender y se sorprende cuando ella se gira a enfrentarlo.

Marzo acorta la distancia entre los dos y planta un beso rápido en sus labios.

—Ponte unos shorts al menos. Buenas noches.

Amnesia anónima | CaemarchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora