Prohibido y Delicioso

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Wola amores! :3 Aquí me tenéis de nuevo con un Drarry que surgió de una noche de borrachera con una amiga de lo más ocurrente e irreverente. 

Estoy deseando que lo leáis así que no os distraigo más ^^

Espero que os guste (?) Mínimo saldréis calientes e.e XD

Dos buenos copazos de más para clamar esa inquietud que por las noches no lo dejaba dormir, la túnica abierta, ondeando, su mente intentando buscar algo con lo que distraerse de esos pensamientos despreciables que la ansiedad le provocaba cuando se recordó que había dejado trabajo pendiente. Snape paseaba por los fríos y lúgubres pasillos de las mazmorras, desolados a esas horas de la noche, de regreso al aula de Pociones dispuesto a refugiarse en algo que siempre lo consolaba; torturar a sus alumnos con ingentes cantidades de trabajo que iba a idear in situ cuando llegase a la clase.

Conforme se acercaba, unos sonidos que atribuyó a los fantasmas fueron amentando en intensidad. Los pasillos oscuros, la estela de gemidos reverberando sutilmente, la puerta del aula entornada y, escapando de ella, la frágil luz de un par de varitas que iluminaban la estancia. La posibilidad de pillar a un par de alumnos manteniendo relaciones lo espabiló de golpe y Snape se acercó discretamente a la puerta, no había nada mejor para coger el sueño que descontar puntos y amenazar con la expulsión a una pareja enamorada.

El profesor de Pociones se asomó ligeramente y entrecerró los ojos para enfocar mejor a esas dos figuras que, cuando pudo ver de quienes se trataba, casi hacen que le dé un infarto; Harry Potter echado sobre un pupitre, su cabeza caída hacia atrás fuera de éste, sus piernas abiertas y, entre sus temblorosos muslos, Draco Malfoy, comiéndose la polla dura del gimoteante niño que sobrevivió mientras le acunaba los huevos. A Snape casi le rozaba el mentón contra el suelo ante la inesperada pareja que había hallado dándose placer apasionadamente, en lo que parecía uno más de tantos encuentros furtivos.

El profesor se inclinó un poco, más atraído de repente por esa singular pareja que durante el día se despreciaba, pero que en esa noche demostraba ante los ojos de Snape la familiaridad con la que en secreto de trataban. Los dedos de Draco recorrían los más recónditos lugares del cuerpo de Potter estimulándolo, provocando que el Gryffindor se arqueara y se mordiera los labios para contener los sonidos que en su mayoría brotaban de su boca. Esos labios rojos e hinchados, hartos de ser besados, suspirando tras la ráfaga de placer mientras la cabeza de Draco seguía meciéndose, la huella de los dedos del Slytherin plasmada, granate en esos muslos de porcelana entre los que se hundía y emergía su cabeza rubia una y otra vez.

Snape contempló incrédulo a la pareja, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Ni a lo que sentía al respecto. Draco levantó la vista para observar a Potter, los dedos del Slytherin se deslizaron, palpando mientras descendían empapados, resbalando en la hendidura húmeda entre las nalgas del Gryffindor, que se estremeció. De la boca de Potter escapó un sonoro gemido que le erizó el vello a Snape, el profesor de Pociones sintió una punzada de excitación y se le aceleró la respiración; los dedos de Draco se hundieron en el recto de Potter, el anillo carnoso de su ano los ciñó ávidamente, el Slytherin gimió contra la turgente carne que estimulaba con su boca y el Gryffindor se arqueó profiriendo un suculento gemido que hizo temblar a Snape.

El profesor de Pociones se encontró de pronto acalorado, jadeante y con el pulso disparado, excitado e incapaz de parar de espiar al par de adolescentes cachondos, fascinado por esos cuerpos semidesnudos y fuertes, jóvenes, pieles satinadas y húmedas de transpiración, llenas de sugerentes marcas rojas por doquier. Draco dejó de engullir el falo de Potter para vagabundear con su lengua por toda la extensión, hinchada, enardecida, napada de resplandeciente saliva, escupiendo brillantes chorros de preseminal en sincronía al movimiento obsceno de los dedos del Slytherin en su interior. Snape observó con lujurioso afán la expresión de triunfo y gozo en el rostro de Draco, hincado de rodillas, con los labios irritados, los ojos grises entrecerrados y oscurecidos por el deleite mientras lamía esa polla erguida ante él como si fuera un polo helado, recogiendo en su lengua el fluido que manaba como si estuviera muerto de sed.

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