Kang Haerin no lo sabía hasta poco después de hacerse un poco más cercana a Kim Minji; la primera vez que la mayor notó aquella cercanía fue la vez que se percató de que su cabeza había estado pensando constantemente en la ajena hasta en los más minúsculos detalles de la existencia humana; los gatos de la calle, los ocasos, los ojos rasgados pero bien abiertos, los pájaros habitando en los árboles, fuegos artificiales, incendios forestales, huracanes, tornados, el cristal en las ventanas que fragmenta la luz; cuando Kim había pensado más seguido en Haerin, había optado por la idea de llevarla a una de sus prácticas sobre hielo, con la excusa de que le mostraría su alma.
Fue así cuando Kang se metió dentro de la pista y un escalofrío inundó su cuerpo, tenía frío, sus patines estaban fuera de su control y lo único que le deba estabilidad era la fuerza con la que tomaba las manos de Minji.
—¡No te tenses! ¡Linda! ¡No te vas a caer!
Lo decía con tanta seguridad mientras reía, que era imposible que Haerin no le creyese, se veía inmersa en los ojos contrarios, encogidos en una risa tan fuerte capaz de avergonzarla por no aprender a caminar sobre aquel hielo.
Poco después, dándose por vencida, decidió aferrarse a los barandales de las orillas, caminar con cautela mientras Minji la seguía despacio y hablaban sobre algo a lo que no le estaban prestando demasiada atención, y el helado sonido cotidiano las perseguía en una paz fuera de aquel mundo. La pista estaba casi vacía, eso ya lo suponían pues apenas era mitad de semana y se habían saltado las clases para irse juntas a patinar. Pronto Minji le plantó un beso en la frente, solo para después separarse de la contraria y aplicar cada uno de sus aprendizajes obtenidos sobre aquel tipo de sólido, Haerin había quedado perpleja ante la belleza de aquella chica, lucía como un cisne revoloteando sobre un lago inmóvil, Minji se alzaba con su propia fuerza y sobre el aire giraba como si flotara, derrapaba y las partículas de hielo salían disparadas cómo estrellas fugaces, lucía lírica bajo la percepción de la menor.