No podía evitar sentirse nervioso. El fin de su turno había llegado y tras dar las gracias de nuevo a Georg por hacerle la guardia, se cambió de ropa y bajó a encontrarse con Tom en el parking. Entraron en su coche y pasaron un momento por su casa para que se cambiara. Tom le esperaba sentado a los pies de la cama mientras que le veía abrir el armario y casi vaciarlo.
—Bill...—le llamó en voz baja—Se nos hará tarde.
—Un minuto—murmuró Bill entre dientes.
Tom sonrió cruzándose de brazos, llevaba diciendo eso de un minuto desde hacía ya casi media hora, peor le entendía. Quería vestirse apropiadamente por respeto a su padre. En el fondo, aunque dijera que estaban distanciados le importaba lo que pensara de él y quería darle una buena impresión.
Le escuchó maldecir por lo bajo y tirar al suelo una camisa de manga larga que estaba arrugada. Suspiró y poniéndose en pie le cogió por la cintura y le hizo sentarse en la cama con él.
—Tom, para—protestó Bill al sentir sus labios rozarle el cuello.
—No, para tú—dijo Tom con firmeza—Estás tenso, relájate un minuto.
Siguió besándole en el cuello a pesar de sus protestas. Puso una mano en su cintura y le sujetó con firmeza al tiempo que le pasaba la lengua. Sonrió al sentirle estremecer y tiró de él con suavidad haciéndole recostar. Le tenía donde quería, se colocó encima de él y enterró más la cara en su cuello. Sentía como sus manos se perdían por debajo de su camisa, contuvo el aliento al sentir sus uñas arañarle sin querer...
—Tom...—suspiró Bill con los ojos cerrados.
Ya había logrado relajarlo. Alzó la cara y se le quedó mirando jadeando, un poco más y habrían llegado muy tarde a la cena, pues no le habría dejado escapar con facilidad.
—Ahora toma aire y termina de vestirte—dijo Tom quitándosele de encima.
Se levantó de la cama y le tendió una mano que Bill cogió encantado. Se puso en pie y al final se decidió por una camisa de seda negra y unos vaqueros del mismo color. Se cambió de ropa mientras que Tom se colocaba la suya, no sabiendo como había podido sacarle toda la camisa...pero yacer en sus brazos mientras le recorría con la lengua de arriba abajo...le había nublado el juicio...
Una vez vestido entró en el baño y se aplicó algo de color a los labios. No quería ir en exceso maquillado, pero tampoco salir sin nada. Se puso también rimel en las pestañas y tras cepillar su pelo y darle unos toques con la plancha, salió encantado con el resultado.
—Cuando quieras nos vamos—anunció cogiendo su americana.
Tom le miró con pereza desde la cama, donde se había vuelto a sentar a esperarle pacientemente.
—¿Qué?—preguntó Bill alzando una ceja.
—¿Dónde nos vamos a quedar esta noche?—preguntó Tom directo al grano.
Bill se mordió el labio antes de contestar. Georg no estaría en casa al tener guardia y no le vería ya hasta que fueran al hospital. Por esa vez podrían quedarse en su casa, pero lo mejor sería que hiciera una bolsa con algo de ropa y cosas de primera necesidad para dejarla en casa de Tom.
—Aquí por esta noche—contestó Bill.
Tom asintió sonriendo encantado, esa noche Georg tenía guardia y Gustav vivía prácticamente con esa enfermera con la que estaba saliendo. Podrían amarse sin ningún tipo de restricción...
Le ayudó a ponerse la americana y bajaron al piso inferior. Tras coger una botella de vino, entraron en su coche y siguió sus indicaciones hasta la casa de su padre. Vivía en un barrio residencial, a escasos minutos de la casa de Bill lo que no lograba entender. Tan cerca...y a la vez tan lejos...
Paró el motor y se le quedó mirando al escucharle suspirar.
—¿Todo listo?—preguntó cogiéndole una mano con fuerza.
—Gracias por acompañarme—musitó Bill suspirando de nuevo.
—No tienes porque darlas, sabes que me tienes a tu lado para lo que necesites—dijo Tom con firmeza.
Bill asintió e inclinándose hacia él le rozó los labios con suavidad.
—¿Nervioso?—preguntó alzando una ceja.
Tom asintió suspirando. Estaba a punto de decirle a su jefe que se estaba acostando con su hijo...vale, no usaría esas palabras pero el padre de Bill sabía que ser novios implicaba pasar por la cama.
Se dieron un último beso y salieron del coche. Atravesaron el jardín y llamaron a la puerta cogidos firmemente de la mano. Fueron abiertos por Natalie, que volvió a echar a Tom un vistazo de arriba abajo.
—Repito, tienes muy buen gusto—murmuró sonriendo.
Antes de que Bill pudiera replicarla, recibió un beso en la mejilla a modo de saludo. Se quedó algo cortado al principio, pero como el buen hermano mayor que se había propuesto ser, cogió a su hermana por la cintura y le devolvió el saludo.
—Natalie, él es Tom Trümper—presentó si soltar la mano de Tom.
—Encantada de conocerte—dijo Natalie dando un paso en su dirección.
Le saludó con dos sonoros besos en la mejilla y haciéndose a un lado los dejó pasar.
—Mi madre está terminando de hacer la cena y yo ponía la mesa—explicó Natalie—Papá aún no ha llegado, pero eso no es ninguna novedad.
Bill miró a su hermana con lástima, en el fondo eran los dos iguales. La siguieron hasta la cocina y fueron presentados a la madre de Natalie.
—Encantada de conocerte, Bill....y llámame Stephanie.
—Gracias—murmuró Bill con timidez.
—Yo soy Tom—se presentó Tom.
—Es el novio de Bill—explicó Natalie a su madre.
—Oh, un placer—saludó Stephanie sonriendo—Sentaos mientras se termina de hacer el asado.
—Trajimos vino—dijo Bill mostrándoselo.
—Genial, así la noche no se hará tan larga—comentó Natalie cogiéndolo de sus manos.
—Nat, compórtate con los invitados—la riñó Stephanie.
—Es mi hermano, y hay confianza mamá—resopló Natalie.
Stephanie puso los ojos en blanco al ver salir a su díscola hija de la cocina, intercambió una mirada con Bill y sonrió al verle asentir con la cabeza. Al poco Tom y él salieron tras Natalie y entraron en el salón, en donde una larga mesa que ocupaba media estancia estaba preparada para la cena.
—¿Queréis algo de beber?—preguntó Natalie luchando con el corcho del vino.
—Agua, gracias—contestó Bill arrebatándole la botella—Y tú no tienes edad para beber.
—Vamos Bill, no empieces tú también—resopló Natalie.
Pero Bill la ignoró y dejó la botella fuera de su alcance. Vio que suspiraba dándose por vencida y tras enseñarles donde se iban a sentar, les sirvió un vaso de agua a cada uno. Al poco se les reunió Stephanie llevando en sus manos una gran fuente en donde un rico estofado les hizo pasarse la lengua por los labios.
—Huele de maravilla—halagó Tom poniéndose en pie para ayudarla.
Hizo hueco en la mesa y dejaron entre los dos la bandeja. Al poco escucharon el sonido de la puerta y Bill y Tom se miraron fijamente a los ojos fijamente.
—Empieza el espectáculo—susurró Natalie suspirando.
ESTÁS LEYENDO
Anatomía de Bill
RomanceBill: 21 años, hijo de médicos. Obtuvo trabajo en el hospital donde su padre era el director. Tenía que abrirse camino, demostrar a los demás que todo se lo había ganado a pulso, no sabiendo que en una sola noche su vida quedaría marcada haciendo qu...