Prefacio

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¿Dios existe?

Es una pregunta tan simple, pero al mismo tiempo tan controversial. Hay personas que se toman el libre albedrío de responder con un vago: “no” o “si”. Pero ninguno tiene los argumentos suficientes para defender su punto de vista.

Esta pregunta puede ser usada para un largo debate que dure horas, y horas, en un círculo vicioso de algo intangible que no parece llegar a ninguna parte.

Los que afirman su existencia se dejan llevar por los argumentos de un libro llamado Biblia que fue pasado de generación en generación, pasando por muchas alteraciones y cambios y al mismo tiempo, llevando una lengua casi muerta en la existencia humana. Dicen haber visto y sentido al señor de los cielos, dicen haberlo visto con sus propios ojos y hasta que este mismo ser los salvó de el agujero sin fondo en el que alguna vez se encontraron.

Sin embargo, le dicen a sus hijos que no crean en libros de fantasía porqué son simples escrituras antiguas, que no se dejen atemorizar de un sueño porqué son imágenes irreales creadas por su imaginación; y que jamás, se deje llevar por lo qué no ven. Ya que si no se ve, no existe; tal como el conejo de Pascua o ese señor que supuestamente entraba en tu casa en las noches a dejarte regalos.

Tan contradictorios, tan mentirosos. Algunos simplemente se esconden en una religión y palabra para obrar el mal y salvarse del sufrimiento eterno.

Mientras hay otros que se dejan caer ciegamente en una religión sin pensar siquiera que hacen para mejorar sus vidas en verdad.

Pero, no veamos solo una cara de la moneda. Porque no todo es blanco y negro.

¿Qué pasa con esa gente escepticista? Aquellos que niegan rotundamente la existencia de un ser todo poderoso pero tiemblan al escuchar el mínimo ruido en la noche.

Que usan su supuesta libertad de expresión de ser libres de poder creer en lo que ellos quieran pero escupen odio a quien piense diferente a ellos.

No son muy diferentes a sus enemigos si usan sus supuestas creencias para hacer el mal de igual manera. Otra plaga en el mundo, igual de hipócrita, igual de falsa, igual de estúpida.

Simplemente, no importa de que religión seas, o las creencias que poseas; nada te da derecho sobre nada en la tierra.

Adoctrinar es la peor plaga que existe en el mundo humano, y eso no es algo que se pueda ser negado.

¿Por qué hay tanto odio a las religiones? Pues es simple. El odio es algo que se infringe cuando fuerzas algo que no es querido, ni requerido. Obligar a alguien a ir a “escuchar” la palabra de Dios no hará que ame a este ser.

Llevar a tu hijo con depresión y ganas de morir a la iglesia no hará que no se quería ir del plano terrenal.

Llevar a tu hijo a la iglesia no hará que deje de ser homosexual. Porqué eso no es una elección, mucho menos una necesidad.

Llevar a alguien a la iglesia no hará que las heridas del pasado y el odio vaya a desaparecer.

Porqué no importa que tan puro sea el cordero, si la bestia no quiere ser sacada de la oscuridad, ahí se debe de quedar.

La salvación no es para todos, y no todos quieren ser salvados. Porqué hay almas de que una manera u otra, el dolor la ha dañado.

Oh pequeño cordero, deja a la bestia en paz. Porqué sin querer, te puede lastimar.

Cristo me odiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora