No. Me confundí. No puede ser él.Esa voz, era la misma imperiosa, vil,demandante, que me susurraba ánimos, conquistando mi cuerpo y guiandolo escaleras abajo. Y ahora era un ser viviente, un mortal.
A lo mejor la propia voz juega conmigo.
Pero entonces, siento como algo me hala, me llama; no hacia un mundo imaginario, sino hacia el príncipe. Hacia sus acuciantes ojos, hacia sus cabellos negros azabache. Me hace desear destrozar las mangas de su camisa color ceniciento.
Siento una mano en mi nariz,y como alguien juega con sus dedos en la palma de mi mano, y la sustancia viscosa de la sangre pasa a esparsirse por toda esta.
—¿Que te ha pasado, madame?—pregunta Frederic, asombrado,dejando de lado mi nariz. Y yo lo miro, pero mi mente, mi corazón, mis pesadillas están en el príncipe.
—Una pequeña cortada sin importancia.
—Parecen más bien rasguños. ¿Te lo hicieron o fue usted misma?—. Levanta una ceja.
—No es de su interés. Me retiro.
Suelto de una vez su agarre, con fuerza, y camino apresurada a la salida, mientras limpio mi mano con el vestido, sin impotarme mancharlo. Aprieto el agarre,y miro de soslaya al príncipe, que no nota mi parecencia, ni mi huida.
Y lo último que veo, que siento, antes de echar a correr fuera del palacio es como el espacio entre el príncipe y yo se vuelve diáfano, como si fuéramos uno. Él y yo. Y la voz.
¿Por qué mejor no quedarme con la duda, con un tal vez?.
Y pongo un pie fuera, luego otro, hasta que dejo atrás la sutil melodía del baile.
Nada de esto sucedió.
—¿Igual que el sueño verdad? No es real. Venga ya. Sabes que se siente real, se siente en la piel. No huyas de él, de mi. Cobarde.
Soy igual que esa chica. Tenía razón. La locura nos gobierna. Porque la siento. Siento como vibra mi cuerpo cuando la voz, o el príncipe, ríe cruelmente dentro de mi, cuando imita mis palabras, cuando hace retumbar nuevamente los tambores.
Esto no es real. No es real.
—Cobarde.
Las calles a oscuras,las farolas y su tenue luz, la Luna, las estrellas, las nubes...
No. Me confundí. Es una simple voz. No existe. No es el príncipe. No hay una conección.
El ardor en mis muslos, la sangre reseca de mi mano, el pegajoso sudor de Frederic en mi,el vestido cargado de tierra... Esa voz y su risa, su sonora y vil risa. Y mi mente tan vacía que amortigua la voz...
—Cobarde.
—¡No!.
Los pies duelen, y los huesos se tencionan, se debilitan, y seden al sesar de la adrenalina.
Un golpe seco en la mejilla con el asfalto de la calle,una piedra en el codo,la tierra en el vestido, el crujir de los tacones; todo en cámara lenta, todo acompañado de la risa.
No contengo más los deseos, y mi ser echo de metal mira al espejo dentro de mi mente mientras grita. Grita como si hubiera reprimido esos deseos desde su creación; un grito gutural, ferviente. El cristal se quiebra pero no sede. Se mantiene firme, reflejando mi rostro sin rangos en particular.
Una lágrima,luego otra,y empuño mis manos en el frío suelo,raspando mis nudillos.
—¡Cobarde eres tú! Muestrate de una maldita ves. O desaparece. ¡Si no sirves para nada déjame en paz!
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Corona de acero
FantasySinopsis🦋 Un lazo,era para él. Una cadena, para ella. Pero aunque lo negaran, algo los unía, los ataba. Él, no dejaría pasar la oportunidad de convertirse en un ser superior. Ella, no dejaría que ultaran en sus recuerdos... Ruby Hasay, una chica fo...