Capítulo #1

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Capítulo #1: La mudanza.

Jessica Hernández:

El frío de la noche se colaba por la ventana y atacaba sin piedad mi piel.

Unas manos peludas rozando mis piernas lentamente me ocasionó un escalofrío por todo mi cuerpo.

La luz estaba apagada, provocando que no pueda ver su rostro con claridad y la luz de la luna iluminaba la habitación pero no lo sufiente.

Quejas, súplicas y lágrimas era todo lo que hacía.

Su estúpido perfume entraba por mis fosas nasales.

Pataleé, intenté soltarme de sus manos, pero era inútil, era mucho más fuerte que yo.

–Jessica...–Él gime mientras me tocaba sin mi consentimiento–Deja de hacerte la víctima, sabes que te gusta. Si te sigues moviendo de esa forma, te haré daño.

Un escandaloso y fuerte sonido provoca mi despertar. Fue un alivio para mí que mi pesadilla no fuera real. No quisiera revivir esa noche de nuevo. Agarro mi teléfono y miro la hora.

Joder, llego tarde.

Me levanto rápidamente de la cama y comienzo a vestirme.Todo era un gran caos: mientras me ponía los pantalones, me cepillaba los dientes.Seguí así con ese rumbo hasta que por fin, estuve lista.

Sin desayunar, pero lista.

Agarro las llaves de mi coche, las cuales estaban encima de la mesa.Entro en mi coche y lo enciendo, acelerando más de lo que debería.

Por favor, que no se presente ningún policía.

Todo por este trabajo.

El hambre que sentía se largó por completo al complacer a mi estómago con un poco de café. Justo lo que necesitaba.

Seguí mi camino hacia el que sería mi futuro trabajo. Iba tan nerviosa. Y en mi mente se repetían una y otra vez las palabras: Por favor, que pueda obtener el trabajo.

Ubiqué mi coche en el parqueo que quedaba justo alfrente del centro en dónde se suponía que iba a trabajar. Me bajé rápidamente de él y a pasos largos, con los nervios a la vista y con mi café en la mano, entré en el lugar.

Todos estaban en sus asuntos, pero en cuanto me vieron entrar por la puerta, todas las miradas se enfocaron en mí. Me miraban como si estuviera loca, pero no los juzgo. En realidad sí parecía loca. Pero no me importaba nada en ese preciso momento. Lo único que me interesaba era poder conseguir mi trabajo. Tenía que salir adelante por mi cuenta.

Aún caminando a pasos largos, no sé cuándo, ni cómo choqué con alguien, a quien le derramé el café –que por suerte, no estaba muy caliente– encima.

Creo que eran mejor las papitas fritas.

Solo pude ver una gran mancha de café en un traje súper caro y elegante. Levanté la mirada para poder ver el rostro de la persona a la que le había derramado el café y pude ver la cara de el que sería mi jefe, con una mezcla de confusión y furia.

La Nota PerfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora