Unas afortunadas y por supuesto costosas vacaciones le darán una oportunidad única para alimentar su sed de curiosidad. Terminara en un pueblo que resulta un imán no solamente para turistas sino también para las anomalías y lo sobrenatural. Convivie...
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Queridas y ansiadas vacaciones. Un momento en el que todos salimos de las escuelas llorando y gritando de felicidad. Es hora de recompensar todo el estrés, la ansiedad, sueño, cansancio y por supuesto necesidad de terapia que hemos acumulado durante el año.
Ir a Estados Unidos para pasar las vacaciones era algo que no muchos podían hacer definitivamente, y por eso me sentía afortunada. Sin embargo, no reaccione de la mejor manera al descubrir que sería la única persona que tendría el resto de las vacaciones. Soy la típica niña sensible de mamá que no dura demasiado sin siquiera enviarle un mensaje. Pero mi padrastro tenia un par de contactos y mientras ellos pasan el resto del verano en Miami, me dieron la posibilidad de ir de vacaciones a un pueblo llamado Gravity Falls, en Oregón. Digamos que de donde vengo no hay una vegetación de bosques tales como los que hay en este pueblo, y bueno, mi deseo de paisaje fue mas grande que la voz en mi cabeza que me maldecía mientras advertía lo sola que iba a estar en ese lugar.
No me quejo mucho. Me enviaron con una familia de confianza, amigos de mi padrastro, los cuales me tendrían como responsabilidad hasta que volviera a mi hogar. Lo que nunca me imagine es que enviarían a un adolescente, gótico con vista de problemas emocionales a recogerme en la parada de autobús.
Agarré mis bolsos con mi equipaje y unas cosas más que traía y bajé del autobús. La vista había sido relajante, sobre todo por el hecho de que estaba repleto de vegetación. Respire el aire puro del lugar, lista para llenar mi libreta de anotaciones interesantes y paranormales que me sucedan el resto de mi viaje. Olvide mencionarlo. Soy fanática de lo paranormal y las anomalías desde los seis años de edad. De ahí venia mi obsesión con los bosques. Las anomalías y cosas sobrenaturales suelen ocultarse en lugares aislados, poco explorados y sombríos. Estuve parada fuera del autobús, mirando a mi alrededor mientras esperaba que un adulto pasara para buscarme. Pero... ya se estaban tardando supongo.
No era la única ahí presente. También había un chico con cara de negatividad y ropa en prominencia de colores negros y apagados. Preferí ignorarlo, después de todo no estoy aquí para juzgar los estilos de los demás. Además, de cierta le sentaba bien el negro. Aun así, sentí que me penetraba con la mirada en mi nuca. Que incomodo.
—¡Oye tú! —me congele cuando me llamo. Que tono tan particularmente grosero y desdeñoso. Me voltee mientras aun levantaba con mis manos mi equipaje. —¿Eres la niña que va quedarse aquí el resto del verano? —mire a los costados, verificando que no hubiera nadie mas a quien pudiera estarle hablando.
—¿A mi? —al escucharme levanto una ceja antes de suspirar, frotando el puente de su nariz con aire de irritación. —De acuerdo, entendí el lenguaje corporal. Nadie más aquí, me estás hablando a mí. No mencionaron que me vendría a buscar un... —me quede en silencio unos segundos, mientras aquel frente a mí se paraba encorvado y con las manos en los bolsillos. Sostuve mi lengua filosa y hablé. —¿Chico?
