Su hogar de la infancia siempre le había parecido que estaba salida de un cuento de hadas. Era enorme. Realmente enorme. Con su fachada completamente blanca, el extenso camino empedrado enmarcado por el jardín que su madre tanto amaba y la forma en que siempre estaba decorada de manera tal que te hiciera sentir bienvenido pero con el suficiente buen gusto como para que su abuela pudiera mofarse de sus años de experiencia como diseñadora de interiores.
Tras una hora sentada en el asiento trasero del auto de Steve, el chofer de la familia, es un alivio cuando ve la entrada de rejas altas y doradas cada vez más cerca. La maravillosa voz de Nancy Sinatra abandona sus oídos cuando se quita los auriculares para guardarlos en su bolso y antes de que pueda notarlo, Steve está abriendo la puerta de su lado.
"¡Natalie"
La joven es recibida por el abrazo fuerte de su padre que la levanta un poco del suelo hasta que la punta de sus pies apenas roza el suelo. Ha pasado un año desde la última vez que los ha visto, habiendo decidido pasar las Navidades en el campus de la universidad con sus amigos, así que no le sorprende cuando su madre también la atrapa entre besos y abrazos tan pronto como su padre la suelta.
"Te hemos extrañado demasiado, cariño" dice su madre con voz temblorosa y Natalie casi se siente culpable de haberla abandonado por tanto tiempo.
"Lo siento, mamá" responde alejándose un poco para ver las lágrimas que se han acumulado en los ojos de la mayor.
"Está bien, hija" escucha a su padre que coloca las manos sobre sus hombros con un pequeño apretón amistoso. "Ya estás aquí y te tendremos por el resto de las vacaciones, ¿no es así?"
Natalie asiente con una sonrisa y no puede evitar sentirse plenamente feliz.
Ella también los había extrañado con locura.
"Bueno, entremos para que puedas ponerte cómoda" ordena su madre sacudiéndose un poco para dejar atrás el momento emotivo del reencuentro.
Dentro la casa se encuentra igual que siempre. El recibidor es tan grande como cada aparte de la casa lo es. El suelo de mármol se extiende hacia tres pares de columnas formando una especie de círculo que terminan en anchas escaleras alfombradas en color champagne. A esa hora del día, recién terminada la hora del desayuno, lucía mucho más vacía al no haber ningún invitado presente. Los Whitfield habían amasado su fortuna varias generaciones atrás perteneciendo a altos rangos dentro de la política y los negocios empresariales, así que se había vuelto una costumbre tener la casa siempre llena de visitas durante el verano. Natalie jamás se había quejado, al contrario. Amaba el bullicio y se aburría fácilmente si no tenía algo para hacer.
Su padre se despidió de ellas con la promesa de unírseles en el almuerzo y ambas se dirigieron a la cocina cuando Natalie mencionó que no había comido nada en el viaje.
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𝑬𝒍 𝒄𝒖𝒆𝒓𝒑𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒃𝒊𝒕𝒂𝒔.
Teen FictionNatalie Whitfield siempre había tenido más de lo que había pedido. Calificaciones altas, buena en los deportes, una familia amorosa y el dinero suficiente para no tener que mover un solo dedo en toda su vida. Al regresar a California por el verano...