Era un domingo tranquilo y Jorge se preparaba para su viaje de pesca mensual. Había esperado todo el mes por este día, un momento para desconectarse del trabajo y olvidar sus problemas. Al llegar al lago Jorge se dio cuenta que no estaba solo. Pescadores aficionados y familias con niños habían llegado al lago antes que él, su espacio para encontrar paz y calma fue convertido en un paisaje ruidoso, pero esto no impediría que Jorge disfrutara del día que había estado esperando con muchas ansias.
Jorge llevó su bote a la orilla, era una embarcación sencilla, un poco más pequeña que su auto, subió y navegó por el lago en búsqueda de un punto para comenzar a pescar. Era un lago grande así que podría alejarse de los turistas ruidosos que estaban en la orilla. En el medio del lago Jorge podía relajarse a pesar del ruido, pero los peces no corrían con la misma suerte, la presencia de los turistas espantaba a las potenciales presas de Jorge lo que lo frustraba mucho.
La tarde avanzó y la idea de una tarde tranquila se perdió cuando más turistas llegaron al lago a pesar de la hora, Jorge reconoció en los recién llegados la energía juvenil que alguna vez tuvo, la cual parecía no tener límites y que no respetaba horario ni ubicación. A este punto ya Jorge se encontraba solo en medio sin peces capturados en su pequeña hielera.
De repente se le ocurrió a Jorge ir al otro extremo del lago que solo era posible acceder en bote. Este extremo era una zona que no había sido perturbada por el hombre, el agua era más profunda y un espeso bosque de algas crecía bajo la superficie, era bien sabido por residentes y turistas que no era recomendable navegar allí porque las algas podían averiar el motor los botes, además algunos consideraban que esa zona era habitad de peces que no debían ser perturbados, pero al no haber una ley explícita que impidiera la pesca, Jorge buscó allí su nuevo punto para pescar.
Jorge apagó su motor y el resto del trayecto lo hizo con remos. Podía sentir las algas con los remos cada vez que los movía. Al llegar a un punto en que no veía la orilla y la música dejó de escucharse Jorge decidió reanudar su pesca y relajarse. El sol comenzaba a ocultarse e inmediatamente Jorge capturó a su primer pez, estaba muy emocionado, era grande. Jorge no sabía exactamente de qué pez se trataba, con la poca luz disponible determinó que no era una de sus capturas habituales y asumió que se trataba de un pez que sólo habitaba en esa zona. Pasó una hora aproximadamente y Jorge había capturado más de esos peces curiosos, cada uno más grande que el anterior. Jorge estaba feliz, retiraba los anzuelos con los peces atrapados de la caña y los guardaba en una hielera.
La noche cayó y con una pequeña lampara para iluminar, Jorge preparaba un nuevo anzuelo, pero entre la oscuridad, tuvo un descuido y terminó por clavarse el anzuelo en un dedo. El anzuelo al ser una herramienta para capturar está diseñado ejercer más daño cuando los peces se resisten, esto significó para Jorge una agonizante lucha por retirar el anzuelo que terminó abriéndole una herida muy profunda en su dedo. La sangre brotaba y manchaba todo en el bote de Jorge, tomó el kit de primeros auxilios y vendó su herida.
Decidido a dar por terminada la jornada Jorge comenzó a remar de regreso a la orilla del lago, pero con una mano lastimada remar era una tarea mucho más difícil. De repente uno de los remos quedó atrapado entre las algas y Jorge mete sus manos en el agua fría para liberarlo. Jorge logra sacar el remo, pero nota que su vendaje se desprendió y la venda ensangrentada quedó sumergida en el agua. La sangre comenzó a brotar nuevamente y Jorge se hace un segundo vendaje más ajustado para detener el sangrado. Jorge toma unos minutos para reponer sus fuerzas y continúa remando. Al cabo de unos pocos segundos en el silencio Jorge escucha un ruido extraño. Muy leve pero preciso, el sonido de algo golpeando su bote. Jorge pensó que fue su imaginación, pero el sonido volvió, era golpe leve que se repetía cada cierto tiempo.
El sonido venía de diferentes puntos del bote, como si algo lo estuviera examinando desde abajo, Jorge concluyó que debía tratarse de algo grande para poder producir semejante sonido. Asustado Jorge comienza a remar más rápido, pero otra vez uno de los remos se queda atorado, Jorge intenta tirar del remo, pero algo tira con fuerza y le arrebata el remo a Jorge. Jorge se queda inmóvil en el medio del bote y ahí se dio cuenta de que toda la superficie de su bote estaba manchada con la sangre que había brotado de su herida, pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó el sonido de algo salpicar.
Con terror Jorge observa una especie de mano que se sostiene a un extremo del bote, la "mano" poseía dedos que terminaban en garras y aun con la poca luz de su lampara Jorge pudo detallar características anfibias de eso que se sostenía a su bote. La criatura emergió del agua tratando de subirse al bote, Jorge se dio cuenta que había sido atraída por la sangre, Jorge recordó el vendaje que se le cayó al agua y en un momento de pánico toma la hielera con los peces que había capturado y la arroja al lago. La criatura siente el olor de la carnada y se sumerge nuevamente. Jorge aprovecha para encender el motor de su bote y escapar, por fortuna las algas no logran dañar su bote y llega a la orilla donde los turistas continúan su fiesta sin notar al hombre aterrado que acaba de llegar.
Jorge dejó de ir al lago ahora muy seguro de que cuando escuchaba que no debía ir a pescar en la zona más alejada de la orilla no era una recomendación, era una advertencia.
Fin.
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Carnada
HorrorUna tarde de pesca se convierte en una experiencia aterradora cuando un hombre decide ignorar las recomendaciones y adentrarse en la zona más remota del lago donde residen misteriosos habitantes.