Un día nada especial como cualquier otro en la vida agitada y creativa de un escultor.
Satoru Gojo era demasiado famoso por encerrarse en su estudio durante días enteros, y la gente podría jurar que rara vez lo han visto tener un día libre. Sin embargo, el albino se sentía más seguro en su zona de confort, un lugar al que podía ser capaz de llamar hogar, incluso más que a su propia casa.
Aquí se dedicaba la mayor parte de su tiempo a esculpir un rostro que poco a poco, comenzaba a olvidar.
Estaba tan desesperado que en vez de dormir, ansiosamente trataba de recordar una y otra vez en su mente, provocando noches largas de insomnio.
Ya que, no hace mucho tiempo, este había sido diagnosticado con un caso de amnesia muy peculiar. De repente sentía perder fragmentos de su memoria, y ya no era capaz de recordarlos de la forma más consistente.
En especial la época de su escuela media, que a su suerte, los recuerdos seguían ahí. No planeaba convertirse en un escultor repentinamente, pero la sensación de que algo faltaba en su vida lo estaba atormentando.
Ni siquiera se trataba de "algo" si no más bien era "alguien".
Un día, tomó sus herramientas para comenzar a esculpir aquel rostro que muy difícilmente venía a su cabeza, diría mentiras si dijera que no estaba asustado, el nerviosismo se notaba en su rostro cada vez que no podía continuar con aquel trabajo.
Su mente le jugaba algunas pasadas, pues el ojiazul aseguraba ver a un chico pelinegro en todas partes, al punto de tomar dosis diarias de pastillas para calmar su ansiedad.
Ojos afilados, cejas delgadas y un cabello sedoso de largos mechones, un azabache que también contaba con un distinguido flequillo. Eran detalles que había anotado en una pequeña libreta qué utilizaba para bocetear, hasta que después de semanas enteras de esfuerzo, finalmente terminó su obra de arte.
Lo único que había calmado en su interior era el miedo de olvidar, pues ahora cada vez que veía su creación sentía tranquilidad en su corazón.
Solía despertarse con un cuerpo tembloroso a punto de llorar, pero ahora cada mañana lo primero que veía al despertar era aquella escultura posada en un gabinete, justo al lado de su cama.
— Finalmente es el día — suspiró pesadamente mientras retiraba las sábanas que lo cubrían, esa noche definitivamente se sintió muy larga.
Hoy finalmente era el día de su exposición, en una gran galería de arte a la que asistían personas acaudaladas. Lo había estado prolongando por demasiado tiempo, ya que solía tener recaídas de vez en cuando, por lo que se veía obligado a tener que recuperarse.
Satoru era un escultor de buena posición amado por sus creaciones, ya que a la gente le provocaba un sentimiento distinto a cualquier otra pieza que hayan visto antes. Un sentimiento de esperanza desoladora, un alma que anhela algo perdido.
— Tardaste demasiado — suspiraba shoko, quién era la encargada de manejar la agenda complicada de satoru. Y a complicado se refiere a que satoru no era una persona organizada.
— Lo siento, tuve que hacer algo antes de llegar — satoru era todo un experto en refunfuñar, ya que no había manera de que pudiera inventar demasiadas excusas — Dónde esta él?.
Siempre pensó que era curioso como se refería el albino a aquella escultura, llamándolo siempre "Él". Pensaba shoko quién apuntaba hacía donde la pieza de arte había sido colocada.
— Lo trajeron una hora antes de que llegaras — dijo la de cabello corto al notar como el más alto tenía una expresión de alivio.
— Ya veo — incluso su tono de voz también se había relajado, shoko seguía revisando algunos documentos hasta que fue interrumpida por su pregunta — Que te parece?.
Satoru nunca antes le había preguntado que pensaba sobre sus obras, fue una pregunta inusual pero entendió que al tratarse de "Él", el ojiazul se notaba más inseguro y susceptible.
— Creo que le tienes un sentimiento muy profundo, uno muy arcano — encendió su cigarrillo, para luego mirar a satoru quién ahora tenía una expresión aturdida, shoko había dado justo en el clavo — Estás bien?.
Satoru estuvo a punto de desvanecer si no fuera por shoko, quién lo sostuvo de caer, llevándolo rápidamente a una pequeña banca para sentarlo con cuidado, sus manos estaban temblando.
— Lo siento, anoche no pude dormir muy bien — soltó una pequeña risa, mientras trataba de tomar aire.
Ver como el albino respiraba parecía más bien un ataque de ansiedad, y el verlo sacar de forma desesperada unas pastillas de su bolso confirmaba sus sospechas.
— Por cuanto tiempo has estado tomando eso? — eran antidepresivos, lo sabía aunque la etiqueta de aquel frasco estuviera rasgada.
— Por más de siete meses, aún no tengo mejora — susurró eso último el ojiazul mientras tomaba sus pastillas, ni siquiera se sentía capaz de mirarla a los ojos.
— Es por esto que no te presentabas a los eventos? — shoko lo tomo del hombro, mirándolo de forma preocupada — Por qué no me lo dijiste?.
— Que cambiaría si te lo dijera? — hubo un silencio incómodo, esa pregunta hizo sentir a la castaña herida, y satoru que no tenía control de sus palabras, alzó la voz captando la atención de todos — Acaso harás que vuelva?! Puedes regresar el tiempo y pedirle que no me deje?!.
— Satoru....
El ojiazul reaccionó, dándose cuenta de como todos lo observaban mientras murmuraban. Su corazón se aceleraba muy rápido, no por haber gritado, si no que aquel recuerdo llegó de golpe a su mente, recordándolo de la forma más vivida.
— No era mi intención gritarte, discúlpame, tengo que ir al baño — el albino sintió su estómago revolverse, no era necesario haber dicho aquello, pero de alguna forma sintió desahogo con la persona incorrecta.
Tallaba su rostro con sus manos mojadas y maltratadas de tanto trabajo, que incluso sentía sus pequeños raspones arder, mojando su rostro unas cuantas veces mientras procesaba aquella situación.
Parece que el efecto secundario de los antidepresivos fue lo que causó sus náuseas, y después de calmarse un poco, la somnolencia empezaba a molestarlo.
"Debo disculparme con ella adecuadamente", pensaba mientras se daba unas cuantas palmaditas en su mejilla para despertar bien antes de salir del baño.
— Debería esperar a que esté lugar este vacío — la ansiedad no le permitía a satoru volver a pisar el gran salón, donde hace un momento había alzado la voz de forma agresiva.
Esperar en la parte de atrás mientras fumaba un poco fue lo mejor que se le ocurrió, no podría soportar las preguntas hacía aquella pieza de arte.
"Quién es él?" satoru lo sabía, saber que lo extraña tanto y que lo daría todo para que volviese. Su único enemigo era el tiempo, pasando tan rápido qué ahora ya era todo un adulto.
Las horas pasaron rápido y el lugar ahora se encontraba completamente vacío, el albino recorrió los pasillos hacía donde estaba su obra para verla una última vez antes de cerrar.
Hasta que una silueta observando aquella creación le hizo detener sus pasos en seco. "Qué tanto le está mirando? De todos modos, no pienso venderlo".
— Disculpe pero ya cerramos.
Satoru se acerco hasta aquella persona que ahora se giraba hacia él, pero encontrarse con esos ojos conocidos le hicieron sentir pesadez en su pecho, como si dejase de latir por un momento.
"Suguru?"
— Hola, satoru.
Continuará
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A𝖒𝖓𝖊𝖘𝖎𝖆 | S𝖚𝖌𝖚𝖘𝖆𝖙𝖔
RomanceComenzó a esculpir su rostro en arcilla, con el miedo constante de olvidarle....