Capítulo 2

2 1 0
                                    

Me despierto cuando suena el despertador: 7:45. Mierda. Ha tenido que sonar varias veces antes. Porque ya estoy llegando tarde. Me doy prisa en levantarme, hoy tengo una clase importante. Maldigo varias veces a Oliver porque ayer en la cena le dije que me despertara y se ha vuelto a ir sin acordarse de hacerlo.

Abro el armario, saco uno de mis vestidos que Oliver dice que "parece que los he sacado del armario de mi abuela". Hoy ha tocado uno azul claro, de cuadrículas, ajustado en la cintura, con un cuello redondo y que me llega hasta las rodillas. Hoy hace fresco así que me pongo también unas medias transparentes y una chaqueta negra estilo "baloncesto" y mis Vans negras. Sé de sobra que mi estilo es algo raro, pero a mí me gusta. Y como no, me recojo el pelo en un intento de coleta, y pongo mis cascos para escuchar música todo el camino.

Cojo una napolitana de jamón york y queso que acabo de sacar del microondas con una mano y con la otra, agarro la mochila y salgo corriendo, cerrando la puerta de un portazo.

Miro la hora cada 5 segundos mientras espero el autobús. A estas horas coger un autobús en Manhattan es una auténtica locura. Cuando por fin le veo llegar, todos a mi alrededor empiezan a apelotonarse para tratar de entrar los primeros. Noto como me pisan los pies y me empujan desde todos los lados. Una ola de calor me invade, y las piernas me empiezan a temblar, me tengo que obligar a respirar.

Inhala por la nariz. Exhala por la boca.

Sin darme cuenta, estoy con los ojos cerrados en medio de una muchedumbre mientras la gente me da empujones mientras escucho:

- Quita del medio niñata, algunos tenemos prisa.

Sé controlarlo. Sin embargo, cuando abro los ojos me doy cuenta de que el autobús está cerrando las puertas. He tardado tanto en calmarme que se ha llenado y ya no queda hueco para mí. Bueno, para mi y un chico más que está agitado al lado mía. Imagino que habrá venido corriendo porque respira con mucha intensidad. Me compadezco, pero no tengo tiempo para prestarle más atención.

Vuelvo a mirar la hora en mi móvil: 8:15.

Joder, joder, joder. Llego tarde. Maldigo mil veces a Oliver por no despertarme. No me lo pienso dos veces, me acerco al borde de la acera e intento parar un taxi. Esta me saldrá cara, pero no puedo esperar el siguiente autobús. Veo que el chico que estaba asfixiado está haciendo lo mismo. De repente, un coche amarillo empieza a parar justo al lado nuestra. TIENE QUE SER MÍO. Corro al coche, pero cuando voy a abrir la puerta, veo su mano en el manillar. ¡No, por favor, esto no!

- Por favor, déjamelo a mí, llego tardísimo a clase. – le suplico.

- ¿Dónde vas?

- Al Columbia.

- Sube, compartimos.

No me lo pienso ni dos veces. Subo corriendo. Oliver me regañaría mucho por hacer esto. Siempre me dice que no confíe jamás en nadie, y que nunca acepte nada de nadie. Echo a patadas ese pensamiento de mi cabeza. Ahora mismo me da totalmente igual. Llegaba tardísimo. ¿Qué más podía hacer? Además, si llego tarde es en gran parte culpa suya.

Una vez en el coche, el chico le dice al conductor el destino y yo me limito a asentir cuando el hombre me mira por el espejo retrovisor.

- Gracias. – le digo tímidamente al chico que está sentado a mi lado. Y le regalo una sonrisa como gesto de amabilidad.

- No te preocupes. Vamos al mismo sitio. – me contesta sin mirarme y con total indiferencia.

No decimos ninguno de los dos nada más. Ahora que he tenido algo más de tranquilidad y estoy más calmada, le presto atención a su voz. Suena tan indiferente, como si no tuviera ningún tipo de emoción detrás. El tono es ronco y apagado, creo que sería capaz de erizarle la piel a cualquier mujer, aunque no es mi caso.

Corazón divididoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora