A pesar de llevar poquito en mi nuevo trabajo ya podía decir que me encantaba. Me apasionaba trabajar de cara al público, para mi era un trabajo, que aunque a veces fuera muy duro por las quejas y algunos clientes intensos, me parecía muy entretenido y productivo. Siempre aprendía algo nuevo ya que todos los clientes eran diferentes y me encantaba también aprender cosas nuevas de mis compañeros y del funcionamiento de la recepción del camping. Tenía unas instalaciones enormes, parcelas para caravanas, cabañas, piscinas, restaurantes, espectáculos, ya solo en recepción éramos más de ocho recepcionistas, coincidiendo dos o tres por turno, pero el camping tendría más de cien trabajadores en plantilla. Yo ya había sido recepcionista en otro país, pero esta vez estaba en mi propio país y aun encima seguía hablando alemán ya que la mayoría de los clientes eran alemanes y eso me hacía muy feliz.
Para aquel entonces, con 23 años, yo era muy tímida, en mis descansos recuerdo ir al comedor de personal y quedarme apartada en la mesa más alejada, quería pasar desapercibida.
Los compañeros del camping hablaban entre ellos, muchos se conocerían de años, o quien sabe, tal vez no. Yo me limitaba a mis "buenos días" "que aproveche" y poco más.
El comedor de personal se encontraba al lado del restaurante y allí nos servían comida variada, aunque normalmente eran fritos y pocas opciones saludables más que la ensalada. En aquel entonces estaba con algún kg de más por lo que intentaba comer siempre ensaladas pero luego volvía a recepción y siempre encontraba dulces en la oficina.
—Mira Amy lo que nos ha traído Finn de Suecia —me decía mi compañero Antonio señalándome la caja de bombones Lindt recién traída por un cliente alemán que siempre iba al camping.
—A la mierda la dieta —contestaba yo en voz bajita mientras me engullía mi segundo bombón.
—Déjate de dietas e historias, si estas divina —me decía Antonio.
Tal vez no se me podía considerar gorda porque era una chica alta, tal vez incluso seguía teniendo buen cuerpo en ojos de los hombres, pero la que se tenía que gustar era yo en el espejo independientemente de que gustara o no a los demás.
Había muy buen rollo entre los compañeros y sobre todo mi jefa, que era un encanto y era la única que, a pesar de yo ser la nueva, confiaba en mis aptitudes y me dejaba siempre hacer cosas que normalmente a los nuevos no dejaban como asignar las cabañas a clientes, facturar, etc. Y por pequeños detalles como estos, iba siempre muy feliz a trabajar.
Era un turno como otro, recuerdo ir a mi descanso a por mi ensaladita, como no, y ahí estaba uno de los camareros, el bajito gritón (siempre se le escuchaba gritando desde el comedor del personal).
—No irás a comer "alfalfa"—escuché que decía.
Miré a mi alrededor, no había nadie más por lo que no había opción, me decía a mi.
—Bueno, no es que haya muchas opciones —le dije mirando el buffet.
—Dame un momento —me dijo mientras desaparecía.
Me senté en mi mesa de siempre, cuando al rato volvió el chico con un plato lleno de comida; pechugas de pollo, patatas asadas, verduras.
Le miré asustada ante la cantidad de comida y seguro lo notó.
—Te tienes que alimentar bien —y mientras lo dijo me dejó el plato en la mesa y me guiñó un ojo.
¿Acababa de flirtear conmigo el bajito chillón? Que tengo que alimentarme bien, ¿Por qué? Porque... ¿Estaba rellenita y necesitaba las calorías? Mi cabeza empezó a darle vueltas a lo que acababa de pasar. Pero sobre todo me sorprendió que se preocupara de si comía bien o no y la verdad acabé agradeciendo su gesto.
ESTÁS LEYENDO
Conviviendo con drogas
Romance¿Cuántos de nosotr@s hemos pasado por una relación tóxica? Amy no solo ha pasado por una, si no por dos. Su tendencia a buscar el lado positivo a todo ha hecho que fuera incapaz de reconocer la toxicidad de sus relaciones y enamorarse de la persona...