Prológo

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El humo cubría el Gran Salón de Su Majestad, estaba completamente destrozado, el fuego rodeaba a ambos cuerpos que se veían frente a frente apuntando con sus espadas en el pecho, agitados, cansados, la ira y el temor instalados en sus iris como un recordatorio del cómo habían vivido en los últimos años.

— ¿Crees que me has ganado? — cuestionó el pelinegro con algo de dificultad mientras soltaba una risa burlona y observó el brillo opaco de las esmeraldas que lo veían con amargura.

— Pienso yo que ya he ganado mucho antes de llegar a esto, Su Alteza — respondió, la voz temblando por la dolorosa respiración — sí es que el título aún le pertenece.

La furia recorriendo por sus venas ante las palabras del chico peli-gris, apretando la mandíbula con fuerza que casi parecía que los dientes se iban a romper en cualquier momento. Era evidente el odio que ambos se tenían, para el Príncipe veía al Caballero como un peligro para su posición y su vida mientras que para el Héroe del Imperio lo veía como un tirano desquiciado que solo llevaría al pueblo a una ruina inevitable pero...

¿Quién podría culparlos de todos modos?

Estaban destinados a pelear hasta que la vida se acabase.

— Aunque me mates, nada hará que ella vuelva a la vida, ¿hiciste toda una rebelión solo por una mujer? — se burló logrando soltar una carcajada, su sonrisa ampliándose más al ver el rostro endurecido de su enemigo — oh, Joven Kim, pensaba que los sentimientos no iban bien con usted.

No le respondió y la verdad es que tampoco esperaba que lo hiciera, tan solo vio como de la espada que Kim sujetaba salían destellos a un verde vivo, similares a sus ojos. Su arma atravesó su corazón, sus piernas perdieron el equilibrio cayendo de rodillas frente él y lo último que el villano escuchó del héroe fue un:

— Que la Diosa Madre proteja al pequeño sol de Virene.

Sacó la espada de su cuerpo, viéndolo caer. Finalmente había acabado, el terror de sus días se había ido pero nadie le dijo que viviría después de vencer, de su boca escupió sangre, la garganta se cerró y su corazón dolía como si fuera a explotar. El exceso de magia que había usado para luchar lo estaba matando, no supo por cuánto tiempo estuvo en agonía hasta que finalmente se rindió y se dejó llevar por el dolor.

Con la mirada perdida en el candelabro que aún estaba colgada en el techo, su respiración fue disminuyendo poco a poco, su vista se volvió borrosa y solo pidió una cosa a la Diosa Madre: si este era su final, en su próxima vida fuera una más tranquila y si era posible, donde su querida dama no tuviera que sufrir de nuevo.

Y así, Kim Taehyung, el Caballero de Plata entregó su vida por el imperio que amó y vio florecer tal como las flores de cerezo que solía ver.









— ¡¿Y hasta ahí acaba?! Amigo, debes estar bromeando, ¿cómo puede el protagonista morir así? — me queje lanzando mi teléfono hacia la mesa mientras terminaba de procesar el final de la novela.

Todos estamos de acuerdo que el héroe no puede morir así, ¿no?

En los últimos meses me pase leyendo una novela que había llamado mi atención, soy un fanático por las novelas heroicas, muy situadas en reinos mágicos y villanos poderosos con sed de venganza, no sé, lo típico supongo. «Caballero de Plata» se convirtió en mi historia favorita, por eso mismo no puedo aceptar ese final, ahora entiendo cuando se quejan con los finales de las series, esa frustración de que podía haber terminado mejor.

Lo único bueno es que ese terrible Príncipe tuvo su merecido.

— ¡Junseo!

Oh no.

— Junseo, deja de estar jugando en la hora del trabajo, mejor sal y saca la basura al patio trasero, ¿quieres?

— Pero Minah... Ayer me tocó sacar la basura, hoy te toca a ti.

Mis palabras quedaron al aire cuando ella se dio la vuelta para volver a entrar a la tienda, dejándome solo, de nuevo. Suspiro un tanto cansado y decido ya no discutir más, no tiene el caso hacerlo, así que lo único que hago es entrar silenciosamente al lugar, tomar las bolsas de basura y llevarlas al basurero mientras tarareo una canción que últimamente está muy de moda, pero no recuerdo el nombre.

Puede que mi turno hubiera terminado de una manera pacífica si no fuera porque mi cuerpo se tensa al sentir un metal contra mi espalda y el olor a cigarro combinado con el alcohol llega a mi olfato, no me muevo ni siquiera hago el intento de voltearme debido al miedo.

— Dame todo el dinero que tengas, tu teléfono y el reloj que traes en la muñeca, niño. — demanda el señor mientras yo saco mi billetera con torpeza.

Dios mío, algo peor no pudo haber sido.

Sin embargo, al momento de darle mi reloj, Minah sale y puedo ver cómo palidece sin saber que hacer y vuelve adentro gritando por ayuda, ya no siento la pistola en mi espalda, en cambio apunta a la dirección donde la mujer entró y no dudo en intentar quitarle el arma.

Gran error.

En medio del forcejeo, los dedos que estaban en el gatillo hacen presión y sale la bala, los dos nos quedamos inmóviles y mi cuerpo pierde el equilibrio provocando que todo mi alrededor se vea borroso y caiga contra la pared. El asaltante salió corriendo debido al terrible escenario que quizás no tenía planeado y unas patrullas pasan bloqueando el paso, puedo escuchar a mi compañera gritar mi nombre pero me siento mucho más pesado y el sueño se apodera de mí.

Todo se vuelve negro en un cerrar y abrir de ojos.




Yo sé que es bastante corto y un poco sin sentido, pero estaré mejorando para hacer de esta historia de su agrado, agradezco que se tomen el tiempo para leer mi historia. Saludos, queridos lectores, que la Diosa Madre los proteja.

¡Soy el protagonista de esta novela!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora