UNO

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Andrea.

-Vamos primor, solo serán unas horas más. ¡Además! Necesitas el dinero, y lo sabes.

El comentario del hombre tras la barra me hizo soltar un pequeño suspiro de pesadez. Él tenía razón, necesitaba el dinero pero estaba cansada. ¿Cuáles eran mis opciones? No muchas, dentro de poco tendría que pagar el alquiler del departamento donde vivo y aún no había reunido el dinero por completo.

-Está bien. Pero solo una canción más. Mañana tengo clases a temprana hora y no quiero llegar tarde ni cansada.- dije resignada y Marcus hizo un gesto desinteresado con la mano mientras llenaba una jarra de cerveza con el licor ya mencionado.

-Si, si. Ahora ve que los clientes están esperándote. ¡No olvides sonreír y guiñar el ojo!- y en menos de unos segundos, él ya no estaba. Había desaparecido tras la barra tan rápido. Él era un experto en escabullirce con facilidad.

Me di vuelta sobre mi butaca y miré el escenario que estaba por detrás de un montón de hombres bebiendo sin parar. No era la gran cosa, era una tarima de madera que había sido improvisada pese a las circunstancias. No era tan grande pero si lo suficientemente resistente como para soportar el peso de tres personas, un teclado y un micrófono. Me levanté de mi lugar y empecé a caminar hacia el escenario. Mi vestido era demasiado largo, tanto que al caminar se arrastraba en el suelo. Tuve que levantarlo un poco con mis manos para no tropezar y caerme. Subí las escaleras que estaban frente al lugar y me acerque al chico encargado del teclado, me incliné para decirle la canción que iba a cantar y asintió no muy convencido. Tanto él como yo estábamos cansados y queríamos irnos a nuestras casas pero las circunstancias no los impedían. Al menos yo podía llegar a un acuerdo con Marcus, pero el pianista no. Tenía entendido que estaba pagando una deuda.

Dejé caer la falda de mi vestido y me acerqué al micrófono, probando si funcionaba. Los hombres en el lugar empezaron a gritar y silvar, mientras esperaban con anhelo el momento en que empezara el espectáculo.

La primera nota salió, y seguida de esta, otras la acompañaban en una danza dulce que formaba una melodía hermosa pero melancólica a la vez. Conté mentalmente mientras esperaban mi momento para empezar a cantar. Al frente, un montón de hombres no se quedaban quietos mientras insistían en que empezara a cantar. Chocaban sus jarras unas contra otras. Muchos de ellos estaban tan ebrios que no se daban cuenta que derramaban la cerveza sobre sus ropas.

Finalmente mi boca se abrió, saliendo de ella lo que muchos llamaban "la voz de un ángel". Yo lo llamaba, años de práctica y constantes estudios. Mi miraba iba a cada uno de ellos, mientras me movía a como pensaba era adecuado. Trataba de transmitir aquella pasión que denotaba la canción, pero al mismo tiempo una tristeza y melancolía. Los boleros en adaptaciones a piano eran hermosos pero también desgarradores. Muchos de aquellos hombres empezaron a exclamar cosas de cualquier hombre con el corazón roto.

-¡Brindo por ellas! Que por su maldita belleza, nos destrozan la vida. ¡Oh pero que haríamos sin ellas!- dijo uno de ellos arrastrando las palabras mientras levantaba su jarra, seguido de este, sus demás compañeros lo acompañaron y chocaron sus jarras nuevamente. Yo solo podía seguir con la canción, esperando que esto terminara rápido para poder irme a casa.

Finalmente, terminé de cantar, y el piano hizo un final algo lento para luego terminar definitivamente con nuestra presentación. Todos aplaudieron, otros silvavan y uno que otro me gritaba desde abajo del escenario que les diera mi número. Yo solo sonreí con algo de timidez e hice una leve reverencia. Yo me bajé del escenario e intenté pasar por la multitud de hombres ebrios. Me fue difícil pero al menos lo logré.

Me fui a la barra en busca de algo de agua, pero Marcus no se encontraba. Yo miré a los lados sin ningún rastro de él y solté un suspiro. Me levanté y caminé hasta donde estaba la pequeña puerta para poder pasar al otro lado. Una vez cerrado la puerta, tomé un vaso de la cristalería que colgaba sobre la barra y busqué el agua que guardaba Marcus en los estantes.

-Un whiskey doble.- dijo alguien detrás de la barra con voz autoritaria y algo molesta. Yo estaba de espaldas así que de inmediato solté una pequeña risa y me di la vuelta. Al hacerlo, ví a un chico de cabello oscuro y piel blanca. Era guapo, y de inmediato ese pensamiento hizo que mis mejillas se colocarán rojas. Lo sabía por el calor que sentía en ellas.

-Como guste.- dije sonriendo mientras buscaba otro vaso y sacaba la botella de whiskey. Noté como el chico me miraba de pies a cabeza y yo solo trataba de no dejar caer la botella.

-¿Tú no eras la que cantaba? A parte de cantante, también sirves tragos. ¡Ja! Quien lo diría...- el tono en el que me hablaba era juguetón pero respetuoso a la vez. Algo burlón a mi parecer.

-Una chica con muchos talentos.- dije sonriendo mientras le entregaba el vaso de whiskey. -Pero no trabajo en la barra, solo vine por un poco de agua.

Él asintió levemente, para luego beber de su trago con rapidez, pero de inmediato hizo una mueca de asco y me miró de mala gana. Yo encontré por fin el botellón de agua y me serví de inmediato.

-¿Que diablos es esto? Sabe a cloaca.- dijo él disgustado mientras me miraba con algo de molestia.

-Si esperaba un whiskey de mejor calidad, debería ir a un bar más refinado. Cómo podrá ver, aquí solo vienen personas que pueden pagar licor barato.- dije aún sonriente y al parecer, esa sonrisa se la contagió él, pero fue breve. Casi de inmediato volvió a su mueca.

-Sin duda pagaría más dinero por algo mejor que esto... ¿Acaso a tu jefe no le pagan lo suficiente como para comprar licor en vez de esta agua de alcantarilla?- él me miraba con cierta arrogancia mientras esperaba mi respuesta, a lo que yo simplemente me encogí de hombros y negué levemente.

-En este lugar no es como que el dinero entre muy seguido. Hay días bueno como hay días malos. Pero así es el trabajo ¿No lo cree usted?- dije sonriendo. El responder a preguntas con otras preguntas era divertido, pero al parecer, eso a él también le divertía.

-¿Entonces por qué estás aquí? Dudo mucho que te paguen mejor aquí que en otros lugares.- la curiosidad de él era evidente, y eso lo podía entender. Me bebí mi vaso de agua tan rápido como me lo serví apoyé mis codos sobre la mesa, mientras mis manos sostenían mi rostro.

-Porque aquí es el único lugar donde aceptan a una estudiante extranjera.- dije con simpleza mientras miraba con diversión al chico.

Él pareció pensar en mis palabras unos segundos cortos, y luego miró la hora en su reloj. Yo intenté ver la hora desde donde estaba pero mis ojos no me lo permitían. Veía borroso. Tal vez por el hecho de que estaba cansada y que no traía mis lentes puestos.

Él pareció notarlo y su miraba fue directo a mis ojos.

-¿Acaso también eres miope? Una chica cantante, atendiendo barra y sin poder ver bien. Eso sí que es algo inusual.- la sonrisa burlona de él era contagiosa, y yo solo reí ante su comentario.

-¡Andrea! ¿Que haces ahí? ¡Vete a casa niña! Mira que dentro de poco llegará la policía y no quiero que te metas en problemas, ya tuve suficiente con lo de la vez pasada.- Marcus apareció de la nada y me dió pequeños empujones a la puerta para salir de la barra. Al darse cuenta del chico que estaba del otro lado, se detuvo y se plantó frente a él.

-¿Puedo ofrecerle algo?- dijo Marcus mientras sonreía de oreja a oreja. Yo reí levemente ante su fachada de vendedor y salí de la barra.

-Nos vemos mañana Marcus. No olvides revisar los baños.- dije en un tono burlón y él asintió ante mi advertencia.

-Avisa cuendo llegues, por favor. Si no lo haces, enviaré a alguien a tu casa a buscarte.- dijo él de inmediato y yo asentí. Miré nuevamente al chico y le dedique una sonrisa.

-Un placer y que pase buenas noches, señor. Espero le gustara mi pequeña presentación.- dije muy cordial e hice una pequeña reverencia. Él pareció divertido ante mi acción y asintió.

-Mi nombre es Alan.- dijo él mientras me miraba con diversión. Yo sonreí y me enderece de inmediato.

-Mi nombre es Andrea.- dije finalmente y le di una última sonrisa para luego salir del bar en el que trabajaba.

Mundos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora