EL CHICO DE LOS OJOS CAFÉS
Caminaba por una ruta concurrida, respondiendo los mensajes de Dante quien solía contactarme en momentos peculiares. Al abrir su último mensaje, me encuentro con una propuesta intrigante:
Dante: Sasha, ¿ya te estás yendo a casa? ¿Terminaron tus clases?
Yo: Hola, Jos, sí estoy llegando. ¿Por qué lo preguntas?
Dante: Ando con un amigo, pensé que te gustaría conocerlo. Tiene los mismos gustos que nosotros.
Yo: ¿En serio? Si es tu amigo, seguro es genial. Claro que quiero conocerlo, pero mi mamá...
Dante: Lo sé, hablaré con ella después. No te preocupes, vente para acá.
Yo: Está bien, en un rato te veo.
Sus palabras me intrigaron, y con curiosidad, me encaminé hacia el encuentro, anticipando una nueva conexión en mi vida.
Decidí tomar un camino diferente en mi ruta, consciente de que mi mamá probablemente me regañaría por ello. Pero Dante, mi primer amigo, había desencadenado en mí un deseo genuino de ampliar mi círculo social. Aunque disfrutaba la belleza de la soledad, a veces esa sensación se volvía abrumadora. La idea de tener más amigos, especialmente si compartían gustos con él, me emocionaba.
La soledad tiene su encanto, pero también pesa cuando se convierte en una constante. Si este nuevo amigo de Dan es tan agradable como él, podría significar una conexión valiosa. La expectativa de conocer a alguien quizás tan extrovertido como Dan despertaba mi curiosidad y anticipación. Ansiaba descubrir si encontraría en este encuentro una amistad tan especial como la que tenía con Dante.
Mientras esperaba el bus, me mordía las uñas ansiosamente, una costumbre difícil de abandonar. Al abordar el vehículo, me dirigí a una esquina, apoyándome en la ventana mientras suspiraba, notando cómo el calor se manifestaba en el aire en forma de vapor.
El día se desvanecía rápidamente, la oscuridad del invierno llegaba temprano. Imaginaba que en el regreso, Dan sería mi compañía. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, aunque algunos extraños me miraron con perplejidad.
La idea de salir con alguien como él me intrigaba. Había aprendido a evitar a los chicos con aires de malotes y bromistas. Mis pensamientos se desviaron hacia el misterioso amigo de Dante; un presentimiento extraño flotaba en el aire. No podía explicarlo, pero algo me hacía sentir cautelosa. Pronto lo descubriría.
***
Avanzaba por la ruta hasta que avisté a Dan esperándome afuera de su casa. Le había enviado un mensaje informándole que ya había bajado del bus, y tras un breve trote, me encontré en sus brazos. Su abrazo era como el de un oso cariñoso; Dan siempre parecía el padre que me adoptó.-Hola, pequeña Minion -me soltó mientras nos separábamos, y lo miré con los ojos entre cerrados-. ¿Qué? -pregunté con gesto desafiante.
Él soltó una risa, consciente de que detestaba que me llamara así. Era nuestra peculiar forma de expresarnos, un leve bullying entre nosotros. Aunque normalmente respondería con golpes cariñosos, esta vez opté por cruzarme de brazos, recibiendo su risa mientras él mismo me bajaba los brazos, aún divertido por mi reacción.
-¿Hice enojar a la Minion? -Dante tocó la punta de mi nariz con su dedo índice.
Le respondí sacándole la lengua y desviando la mirada, como si hubiera cometido el peor de los pecados.
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Hasta el último suspiro ©
Teen Fiction[COMPLETADA] Ella desconoce el significado del amor, mientras que él busca comprender la verdadera esencia de la felicidad. Anhelando la capacidad de amar, ella se cruza con él, anhelante de ser amado. Aunque como el agua y el aceite, sus diferencia...