Razón 1.

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Nuevo día, nuevo mes y nuevo año escolar.

San, quien había repetido año dos veces, se encontraba en su nueva aula de clases junto a diez personas más que no conocía de nada.

Él no era alguien de tener muchas amistades, pero llamaba la atención de muchas personas. Él solo suponía que era por ser atractivo, no por ser realmente interesante.

La diferencia de edad no se notaba casi nada, parecía un chico de la misma edad que los demás, a excepción de su físico, era ancho, alto y sus facciones eran maduras. Pero daba igual, no le importaba si sabían que tenía veintidós o treinta años.

Un grupo de chicos más se unió al aula, tomando asientos muy dispersos y dejando su lado de banca libre. Sabía muy bien que intimidaba, pero no tanto.

Las grandes puertas de madera se abrían de par en par, dejando entrar más y más chicos, pero pareciendo que se conocían de hace años, pues las voces no cesaban y las risas no se perdían.

La profesora de aula ingresaba por último, dando inicio a clases y repitiendo lo que años atrás decía. No tenía de otra, pues era un discurso necesario para los nuevos.

Las clases transcurrieron normales, apuntes por aquí y por allá, sonidos de bancas rechinando por el movimiento de los cuerpos sobre ellas, lápices cayendo al suelo y platicas muy monótonas de todos.

San solo recorría con su mirada el aula, fijándose en cada uno de sus compañeros y pensando cosas vacilantes sobre ellos. Su ropa, su cabello, sus manos, la postura. Todo tenía tema de conversación en su mente.

El silencio no era demandante en el lugar, hasta que las puertas sonaron y con ellas dos personas se abrían paso al frente. Un señor y un chico.

San ya no estaba vacilante, colocando toda su atención al pequeño que se posaba sobre el pizarrón, casi mostrando miedo por estar ahí.

Los murmullos no pasaron desapercibidos, viendo todos la escena de plática entre las personas al frente, siendo la profesora quien mandara callar a todos por su ruidito molesto.

El hombre que acompañaba al otro salía del aula, dejándolo solo y tomando su camino fuera de ahí. El contrario hizo lo mismo, pero tomando camino en dirección a San. Se sentó a su lado, acomodando su mochila y abrigo en la parte trasera de la banca.

San solo lo siguió con la mirada, prestando demasiada atención en todo movimiento que realizaba. Le parecía interesante que usara libretas forradas y que tuviera de todo un poco para realizar apuntes.

El contrario se percató de su mirada, poniéndolo nervioso y empezando a escribir cualquier cosa. San solo se alejó un poco y volvió su vista al frente. No debía de distraerse más ese día, bastante tenía con repetir año de nuevo.

El tiempo pasó, y el sonido de los plumones escribiendo en la pizarra no paraba. San seguía escribiendo en su libreta, copiando todo y de vez en cuando volteando a ver a su compañero. Él solo escribía como San, pero notaba como debajo de su mesa movía demasiado las manos. Parecía querer arrancarse las uñas por completo.

San no quería entrometerse en lo que el otro hacía, así dejándolo y siguiendo en su mundo. Sería muy problema suyo si empezaba a sangrar y manchar con gotas su alrededor.

La hora del almuerzo había llegado, siendo todo un lío fuera del aula. San esperó un poco, no quería encontrar los pasillos llenos de estudiantes y soportar empujones o gritos en sus oídos. A su lado también estaba el nuevo, pareciendo esperar algo por su insistencia en mirar las ventanas. Pasaron menos de cinco minutos para que el contrario saliera del aula, llevando consigo su mochila, lo cuál era raro para San, pues faltaban al menos tres horas más para salir.

San le siguió el paso, saliendo por las grandes puertas al ver menos gente fuera. Visualizó al nuevo en el pasillo, notando que no estaba sólo, sino que estaba acompañado de otro chico más alto, teniendo su mano en la cintura del mas bajo y tomando camino contrario al de San. Éste solo ignoró todo aquello, caminando a cafetería y perdiéndose en lo que restaba del tiempo libre.

El tiempo corrió, y con ello la campana sonó como aviso. San entró al aula de nuevo, pero estando esta vez solo sin su compañero al lado. No había nada de él, recordando que al salir llevaba todo consigo. Lo dejó pasar, prestando cero interés en eso y volviendo a escribir como máquina.

El tiempo terminó, dando la última clase por finalizada. San se estiró en su lugar, dando algunos bostezos y guardando sus cosas con tranquilidad, siendo el último en el aula. Salió de ella, notando a alguien detrás de él.

El toque en su hombro lo hizo voltear por completo, mostrando una pequeña mueca por el repentino toque, algo que el contrario notó e interpretó como algo malo.

-Me llamo Wooyoung.-Fue lo único que salió de sus labios, queriendo arrancar sus uñas de nuevo.

-Sí...-Respondió San en voz baja, importandole poco como se llamara.

-Perdón, yo...-Seguía nervioso, no quería molestar a nadie y el único que quedaba en aquel lugar parecía el menos indicado.-Me ausenté en las últimas tres clases y no tengo nada de ellas.

San no entendía a qué quería llegar, para él era innecesario saber algo que había notado.

Nadie dijo una sola palabra más, convirtiéndo el ambiente en algo incómodo.

Wooyoung solo seguía moviendo sus manos, pero sin despegar su vista de San, quería tomar valor para decir algo más.

Un tercero se unió a la conversación, siendo reconocido de inmediato por los dos.

-¿Qué haces, Wooyoung?.-Preguntó, colocando una mano en la cintura del mencionado. De nuevo.-Te estoy esperando fuera desde hace rato.-Continuó. La mano viajó rápidamente a la nuca para acercarlo más a él.

La conversación se había convertido en algo de dos, murmurando palabras que San no entendía por el tono de voz tan bajo y la cercanía que tenían esos dos. Solo quería irse de ahí, pero no sabía cómo.

El tercero se dirigió a San, dándole una sonrisa que no le gustó para nada.

-Wooyoung solo quiere los apuntes de la clase. ¿Se los das?-La sonrisa con lo que decía molestaba aún más a San. Esas no eran formas de hablar para él.

-Por favor...-Dijo Wooyoung, haciendo notar el nerviosismo en su voz por completo. El contrario sacó el celular de su bolsillo, esperando alguna acción de San.

La mirada de San viajó desde Wooyoung hasta el desconocido, soltando algún suspiro y dándose por vencido. De su mochila sacó el cuaderno, mostrandolo a los contrarios y tomando las fotos necesarias.

-Gracias.-Fue lo único que salió de los labios del tercero, tomando camino junto a Wooyoung a la salida, sin soltar la nuca de éste y arrastrándolo por la fuerza.

San todo lo tomaba raro, pero importandole poco lo que el nuevo y su compañero hicieran de su vida.

Salió del instituto, tomando su auto del estacionamiento y partiendo camino a su hogar. Solo quería llegar, dormir, y no saber de nada ni nadie hasta el siguiente día.

Era tonto decir que Wooyoung no se le pasaba por la mente, logrando pensar algo simple sobre él.

-Eres un tonto.-Suspiró.

San también era tonto, pero no creía que tanto como Wooyoung, el nuevo.

"Wooyoung, eres un tonto porque no supiste cómo pedirme un apunte."

i say 𐙚 sanwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora