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fresas —



Corría con todas mis fuerzas, sentía que me faltaba el aire y que con cada paso me ahogaba más, como si estuviera en una bañera y tuviera que sacar el tapón a presión, estaba nerviosa y todavía no sabía de que corría

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Corría con todas mis fuerzas, sentía que me faltaba el aire y que con cada paso me ahogaba más, como si estuviera en una bañera y tuviera que sacar el tapón a presión, estaba nerviosa y todavía no sabía de que corría... pero algo me decía que lo hiciera, lo sentía cerca de mi y la agonía de saber que me podía pillar en cualquier momento me carcomía por dentro, ¿qué era eso y porqué lo siento tan cerca? Seguía corriendo aunque mis piernas ya no pudieran más hasta que tropecé con el bordillo de la calle desolada por el frío de la noche, este era mi fin ¿verdad, abuela? Lo vi cerca con unos ojos tan muertos que hicieron que tuviera un escalofrío ya no me daba miedo lo que pudiera hacerme sino él, se acerco a paso rápido hasta estar enfrente de mi se acerco y en mi oído murmuró..

— ¡Isabella! — gritó mi madre desde la puerta de mi habitación, lo que hizo que me levantara de un salto... ¿acaso todo fue un sueño? Pensé mientras frotaba mis ojos por el cansancio.

— tu uniforme ya está listo y planchado, vístete y dile a Uori, el chofer que te lleve a el colegio... rápido. — hice lo que me pidió obediente, como siempre, me puse el uniforme de un tono color rosa pastel demasiado agradable a la vista, debido a que mi colegio era uno privado para mujeres, lave mi cara y sin más preámbulos fui donde el chofer.

— al colegio por favor, Uori. — le sonreí amable y el asintió casi sin mirarme.

Llegue temprano por lo que decidí sentarme en un banco del jardín, miraba las flores con entusiasmo, eran tan bonitas y delicadas...

Paso un rato, la verdad el colegio no es algo que me llame la atención, si bien soy lista, pero no me esfuerzo en eso... no por ahora.

No sabía muy bien cuando el colegio terminó ya que solo me fijé en lo bonito que estaba el día, y lo bien que conjuntaba las nubes al cielo, iba distraída, mirando todo pero sin prestarle atención a nada.

No sabía muy bien cuando el colegio terminó ya que solo me fijé en lo bonito que estaba el día, y lo bien que conjuntaba las nubes al cielo, iba distraída, mirando todo pero sin prestarle atención a nada

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Mamá y papá peleaban otra vez... ¿no podían parar ni a las tres de la mañana? Me sentía culpable en cierta parte, hoy llegue tarde y los tuve preocupados así que supongo que se estresaron pero deben entender que yo ya tengo diecisiete no diez.

Miré por la ventana y luego a mi armario y sin pensármelo mucho cogí una sudadera rosa para ponerme encima de los pantalones grises con cuadros blancos del pijama y luego ponerme encima un chaquetón beige encima para no pasar frío ya que era noviembre.

Sin más pensármelo salte como pude de la casa, ya que mi habitación estaba en un segundo piso.

¿Que si me daba miedo? Si, pero me daba más miedo seguir escuchando como peleaban mis padres, camine tranquila hasta llegar a un bonito pero viejo parque,la pintura estaba un poco desgastada y los juegos se miraban antiguos pero seguía siendo bonito... todo bien hasta que vi en el fondo del parque la silueta de un hombre delgado, este miraba el suelo por lo que no identifiqué su cara... Pero por su atuendo algo raro pasaba, solo usaba una camiseta negra y un pantalón que le llegaba por los tobillos, también negro.

Desee con todas mis fuerzas alejarme de él pero mis pies hicieron otra cosa y en unos segundos estaba parada en frente de él.

— ¿no tienes frío? — no me miró pero después de unos segundos tenía un arma apuntándome a la cabeza, mi mente colapsó.

— ¿quien eres? — su voz sonaba muerta en vida... todavía no despegaba su mirada del suelo pero estaba apuntando exactamente a mi cabeza con precisión.

— I-isabella Neiins... pero me dicen fresa. — estaba nerviosa, claro que lo estaba joder, pero algo me decía que no huyera.

— ¿fresa? — levantó por primera vez la cabeza dejándome ver su rostro pálido y cansado, con unas ojeras marcadas y unos ojos... que eran iguales a los de mi pesadilla.

— Así es — le sonrió tímidamente — no quiero hacerte daño ni nada, ¿sabes? ¡Pero te vi tan desabrigado y me preocupe! Di tú que te enfermas... ¡estarías muy mal! — bajo la pistola y solo me miraba con desconfianza y confusión.

— ¿te preocupaste? — preguntó a lo que yo asentí mientras ponía mi chaquetón en sus hombros.

— te lo regalo, tengo muchos y tú pareces tener
frío — le sonrió.

La calidez invadió por primera vez en mucho tiempo a manjiro, no por el abrigo de ella, sino por la calidez que ella transmitía.

— ... ¿tu edad? — preguntó mikey aunque su cara seguía siendo de desconfianza.

— diecisiete, ¿y tú? — murmure tranquila.

— diecinueve — manjiro mintió, le mintió a Isabella, claro que lo hizo, no quería que ella supiera que él en realidad tenía veintisiete.

— ¡vaya! ¡Casi igual! — río tiernamente a la parecer de manjiro que simplemente vuelve a mirar el suelo.

— debo irme... fresa — el se levantó y la miró por última vez emprendiendo camino a donde sea que fuera, a lo que yo solo lo vi alejarse...

— ¿se fue con mi chaquetón? — sonrió.

— ¿se fue con mi chaquetón? — sonrió

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"- dulce como las fresas -" *manjiro sano*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora