Jeon Jungkook no creía en el destino. Toda su vida, desde que era un bebé regordete, había estado repleta de desgracias y carencias hasta en lo más mínimo. Hijo de padres alcohólicos y estafadores; abandonado por su abuela materna cuando ella debía ser su tutora legal; pésimas notas en la escuela sin importar cuanto estudiase; muchas entrevistas de trabajo rechazadas; tropiezos con la más diminuta piedra que se encontraba en el asfalto.
A todo eso, él le daba una explicación de "mala suerte". Quizá por su horóscopo, la alineación de las estrellas, el lado de la cama por el que se levantaba cada mañana. Era simple mala suerte, como si el mundo tuviera un problema con él.
Detestaba pensar en el destino. No podía ser que su vida estuviera escrita con desgracia tras desgracia. Era deprimente, y para el niño de cabellos castaños, ojos mieles y pecas en el rostro, quien adoraba mirar la lluvia caer por la ventana, jugar con sus juguetes frente a la chimenea flamante, y beber leche chocolatada; no era aceptable pensar así.
Jungkook había perseguido la felicidad desde que tenía memoria. Era un terco de primera, tenía lo suficiente para sobrevivir entre penurias sin rendirse por completo.
Era por eso que, aquella madrugada de martes de un frío otoño en Seúl, sentado en la húmeda banca del parque más cercano a la gasolinera donde estaba pasando las noches, usaba el último 5% de la batería de su agrietado teléfono para marcar el número que juró jamás volver a llamar.
Tae 🫶
De su boca salió una buena cantidad de vaho denso cuando soltó una carcajada, avergonzado por el apodo que le había puesto a Taehyung en sus años de noviazgo.
Ah.. qué frío hacía.
Observó el contacto en la pantalla mientras acurrucaba su rostro en el cuello de tortuga del sucio suéter rojo que había usado las últimas semanas. No pudo lavarlo, y mucho menos sacárselo. La temperatura era tan baja que fácilmente podría morir de hipotermia, más aún ahora que dormía en el piso de aquella gasolinera, en los pasillos de atrás de la pequeña tienda de conveniencia para no asustar a los clientes. La única condición que le puso la ancianita que trabajaba ahí como cajera, para poder quedarse y pasar las noches bajo un techo.
Toda su ropa estaba agujereada y rasgada, sucia y tiesa en muchas zonas. Su cabello y cuerpo los limpiaba como podía en los baños públicos del parque, pero había dejado de empaparse demasiado desde que se enfermó hace unas semanas. No comía mucho, ni comía cosas nutritivas, así que temía enfermarse de algo más grave si su sistema inmunológico se debilitaba más.
Repasó el número en su mente, aclarándose a sí mismo que era el mismo de antes. De pronto, quiso llorar. Era una humillación enorme lo que estaba por hacer, ¿pero cuántas opciones tenía? No soportaba continuar así, y no podría encontrar una solución por su cuenta. Ni siquiera lo habían aceptado como camarero, ni como conserje en aquella escuela, y los albergues para indigentes le aterraban.
Tenía que organizar su vida otra vez. Y eso sólo lo haría el dinero, cosa que no tenía. Tal dinero resolvería sus problemas legales, y sería libre de una buena vez.
La única persona con dinero para derrochar que conocía era Taehyung. El famoso y cotizado empresario Kim Taehyung, director de múltiples empresas y organizaciones importantes, felizmente casado con una reconocida modelo, viviendo la vida de ensueño en su gigantesca mansión de mármol pulido.
Y también, el Taehyung que había sido su primer novio. Su primer amor. Aquel chico conflictivo y grosero de su clase de aritmética, con el que almorzaba grasosas papas fritas en los recreos y con quien se acurraba debajo de los árboles del patio de la escuela. Salían a bailar y a divertirse todos los fin de semana, estudiaban juntos para los exámenes y sacaban las mismas terribles calificaciones. Hacían el amor y se entregaban por completo, en cuerpo y alma, debajo del cielo estrellado, en el costoso auto que el imbécil solía chocar siempre por lo imprudente que era. Cantaban, reían y hacían el ridículo, siempre en la compañía del otro. Peleaban por celos tontos, se disculpaban entre lágrimas por reacciones violentas y comentarios ofensivos que el enojo les obligaba a emitir, y se reconciliaban entre cálidos abrazos y dulces besos. Cuando tuvieron que despedirse, ambos perdieron una parte importante de sí mismos.
Precisamente, cuando Jungkook decidió dejarlo y arriesgarse a una vida de arte e independencia, supo que una parte de él siempre estaría enamorado de su rebelde y tosco Tae.
Sin embargo, los años le habían jugado en contra. Todos sus sueños fueron pisoteados por la falta de dinero, por gente malvada que se aprovechó de sus pasiones. Ahora estaba en la calle, con antecedentes penales, más deudas que ropa en su vieja mochila, y con más heridas en los pies por las largas caminatas de ciudad en ciudad, que sonrisas en la cara.
Jungkook tomó aire. Su nariz enrojecida dolió por lo fresco del ambiente, y sorbió los mocos líquidos que le tenían congestionado. Miró la pantalla con decisión, y apretó el botón de 'llamar'.
Con lentitud, su muñeca temblando al sostener el teléfono contra su oreja roja y helada, sonaron los tres primeros tonos..
"Por favor, Taehyung.." Susurró, su voz en un delgado hilo repleto de necesidad e ilusión.Una parte de él se refugiaba en los recuerdos que tenía del mayor cuidando de él, a tal punto que en ese tiempo le parecía asfixiante, pero que ahora anhelaba de manera ridícula. Su karma, suponía..
Entonces, la llamada fue recibida.
La respiración se le atascó en la garganta, su corazón comenzó a latir como loco, bombeando frenético contra sus costillas. Sus palmas sudaron frío igual que su frente, y sus ojos se humedecieron repentinamente.La otra línea se mantuvo en silencio. Jungkook fue quien habló primero, pues tenía claro que Taehyung sabía que trataba de él.
Lo conocía demasiado bien.
"Necesito t-tu ayuda.." Su tono se rompió en un débil sollozo, y mordisqueó sus labios agrietados en vano, pues los soniditos frágiles de su llanto salieron de su garganta sin que pudiera frenarlos. Las lágrimas rodaban por sus mejillas frías, congelándole aún más el rostro. "Tae, te necesito.."
A juzgar por el casi imperceptible sonido de una risa, Jungkook supo que Taehyung había sonreído.
Unos segundos de silencio, hasta que..
"¿En dónde estás?" Fue lo único que dijo, sin embargo. Su voz, profunda y sombría, causaron un temblor en las rodillas del menor.
Inhaló como pudo, sintiéndose un tonto por no contener su llanto aún cuando lo intentaba, sólo logrando penosos sollozos. Miró a su alrededor, a las hojas secas y de tonos rojizos cayendo al piso por la brisa mañanera, junto al bonito cielo amaneciendo sobre el asfalto de la calle.
"E-En el parque de la calle norte.. don-donde está esa tienda de buñuelos, ya sabes.." Sorbió su nariz, usando la manga de su suéter para secarse el rostro. Los labios le temblaban, y cuando los mordió comenzaron a sangrar.
"Mhm" Afirmó, emitiendo un suave y corto suspiro. "Quédate justo ahí. Enviaré a alguien" Otra vez, su tono sereno e incluso indiferente, pero con esa voz ronca y rasposa que causaba todo tipo de terror en Jungkook.
Justamente, porque lo conocía bien sabía que debía estar asustado. Muy, muy asustado.
Aún así, le obedeció. Cuando la llamada se cortó, abrazó su mochila contra su pecho y subió las rodillas a la banca, acurrucándose como podía para encontrar calor. Y esperó, porque Taehyung jamás rompía una promesa.
"Volverás a mí, Jungkook. Te lo aseguro. En algún momento, te tendré de rodillas rogándome que te permita volver a pertenecerme."
Ajá, jamás rompía una promesa.
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i did something bad ✧ taekook
Fanfictioncuando jungkook se ve envuelto en serios problemas económicos, en la calle y sin comer por días, acude a la única persona que podría ayudarle. sin embargo, taehyung siempre ha sido lo que popularmente se conoce como un hijo de puta, y por supuesto q...