Pude ver la hora en mi viejo reloj mientras esquivaba la fortuna de ser tocado por los nefastos y candentes rayos de sol.
Era una tarde que no quisiera repetir «por más que lo intentara difícilmente el destino me arrastraría hasta aquí de nuevo»
Catorce horas con treinta minutos, es lo que marcan las manecillas, mientras escucho al segundero pregonar cada corto intervalo de tiempo, como si gritara a mi oído que el tiempo pasa muy rápido, golpea una y otra vez y no puedo hacer mejor cosa que torturarme a su antojo puesto que ahora estoy perdido y necesito conocer cada minuto que pase aquí encerrado, encerrado en los confines de este paisaje desconocido «si se pudiera conocer el tiempo» no dudaría segundo alguno en aprovecharlo, en llevarlo al filo, si supiera el tiempo que me queda, justo ahora no sabría si correr o quedarme quieto, porqué no se donde esta el norte y tener mi tiempo sin un norte, es saber que día moriré y desconocer donde.
Desperté postrado sobre un caliente asfalto, llevo encima un pantalón negro, zapatos deportivos, camisa negra. Desconozco mi nombre, ésta piel me es desconocida, «ni siquiera puedo recordar quien soy« ¿qué clase de sueño es este? Es el destino y otra más de sus jugarretas, sólo tengo conmigo éste viejo cuaderno de hojas gastadas casi al borde de volverse polvo y un poco de nicotina en el aliento.
Se detuvo, ha muerto el reloj «ahora estoy solo» ha dejado de moverse justo a las quince horas, mientras caminaba hacia ningún lado. La misma vía de asfalto, la misma montaña adornando el fondo del camino, los mismos árboles algunos frondosos, otros un poco más deshojados y tenebrosos, siento caminar en círculos, han pasado treinta minutos, pero he sentido cada segundo como una puñalada caliente atravesando mi espalda.
¿Para qué sirve una vieja libreta llena de garabatos, podrán explicar algo de mi existencia? lo cierto es que todos llevan una firma, Markus, eso es lo que todos los dibujos dicen al pie, incluso ese horrible retrato a grises de un sujeto de barba, con una extraña cicatriz que va desde la frente «muy a la izquierda» y duerme sobre su mejilla. ¿Quien puede ser ese sujeto, quien hizo estos dibujos, por qué los tengo en mi poder, soy Markus? Revisé mi rostro para descartar la marca del retrato y lo que encontré fue desconcertante «no podría decir que es mejor que encontrar un cicatriz que atraviesa el ojo izquierdo»
Mientras mis dedos galopaban por mi frente buscando el relieve de alguna marca encontré una textura que me alertó, sobre el mentón había un tatuaje, lo supe porqué levanté el reloj no para ver la hora porqué hasta el segundero había dejado de latir, sino para reflejar mi rostro en el pequeño y redondo cristal.
Un detallado numero negro, un numero romano, el numero siete «particularmente sentí repulsión por aquel tatuaje»
Quise encontrar alguna pista, algo que pudiera significar aquel dibujo en mi mentón, rebusqué la página siete del extraño cuaderno de dibujos y encontré en esta una luna «fielmente detallada» una luna distinta a los demás dibujos, una luna que me hizo imaginar una noche en una colina ¿seria este un recuerdo? y seguí pasando página por página desbordando en mi mente imágenes, como una cascada de coloridas fotos llegaban a mis recuerdos los detalles olvidados.
¿Qué día es, cuanto tiempo estuve dormido de cara hacia el vaporoso suelo caliente de estas vías?
Necesitaba respuestas, así que debía tomar un camino. ¿Pero hacia dónde caminar?
El sol era mi amigo, a pesar del cálido maltrato de sus rayos, él me ayudo a ver al norte, pero aun sabiendo el norte ¿es al norte a dónde voy?
Empiezo a perder mi lucidez y me hago preguntas relacionadas con la noche y sus bestias ¿por qué parecía tan calmado hasta ahora? Quizá hasta el desespero perdí junto con mi memoria.
Diecisiete horas «supongo» nunca había vivido un día tan lento «también lo supongo» me decidí por el norte, espero no haberme equivocado, encontré extrañas marcas en la vía, marcas que deben representar cada kilometro pasado «pero para mi parecen estar a cada diez kilometros»
El hambre, un fatal aviso mientras veo al sol irse lentamente, mi lucidez se va con él, nada puedo hacer, nada puedo ver para calmar mi hambre, beso ése pánico que asesina las calmadas ideas de los hombre, correr es lo que hago hasta llegar a un árbol «me siento más seguro sobre sus ramas» pensé en comer de sus amargas hojas, pero antes de pensarlo ya estaban en mi boca, bocanadas de clorofila pasaban por mi lengua mientras lágrimas bajaban por mi rostro, me perdí quizá otra hora más en las ramas de aquel frondoso árbol.
Llegó la noche, llena de zancudos, murciélagos y toda clase de sonidos espantosos.
Diecinueve horas, el viento juega con mi mente al mover los árboles, mi vista es limitada, no escucho más nada que aleteos que llegan y se van «como a veces aletean mis recuerdos» hacia donde lleve mi mirada el paisaje sera el mismo, una negra muralla tan alta que no puedo ver algo distinto, y mis lágrimas siguen cayendo.
¿un siete en mi rostro, un dibujo con una cicatriz, una luna pintada?
Paso mi vista por entre la áspera frontera de hojas del árbol en el que trepé y encuentro una enorme luna, hermosa esfera que guía mi estadía en este lugar, pero mientras me pierdo en su brillante encanto, siento el crujido de algunas ramas, un sonido hostil que hasta ahora no había escuchado y mi pecho se apretó y empezó a golpear contra mi tórax «con más fuerza que el segundero de mi viejo reloj»
Tirarme del árbol hacia el suelo, fue una absurda idea que entendí mientras caía, de frente al asfalto la hostilidad de aquel crujido era más persistente y decidí correr, al norte ¿o al sur? «a quien le importa cuando una mancha cuadrúpeda te persigue sin piedad» solo corrí en la oscuridad rompiendo el frío que empezaba a sentir mientras trepé por aquel árbol, sin pausa corría, mientras sentía con leve estruendo las patas de mi perseguidor, tocaban el suelo en cántico despiadado avisando su acercamiento, acelerar eran las intenciones de un cuerpo que no respondía a mis peticiones, ahora con frío, sin nombre y huyendo de la muerte.
No pude correr por más tiempo, no pude seguir con mi agitada carrera, me entregue a la resignación de morir, me encontraba en el estado más patético en el que se puede fallecer, perdido sin siquiera saber quien llorara por mi, sin siquiera saber que nombre se tallara en mi lapida, entregue mis brazos al estallido de emociones que produce conocer la muerte, agotado, ya no había nicotina en mi aliento, hay ahora un poco de agria clorofila, las patas resonaban con más fuerza, menos y menos distante se hacia la enorme mancha negra que me perseguía, mi cabeza con dirección al suelo imaginaba lo que sucedería, fue entonces cuando pude sentí la resignación fluir entre mis venas y un alborotado empujón sobre mi espalda, una poderosa caricia de garras incrustada sobre mi, me arrojaba ¿por qué desperté aquí? ya no había sentido a preguntar nada, la mancha negra «de forma felina» arrojó su rugido más fuerte, hasta que entre el temor y el frío perdí el conocimiento «despues de todo si había algo más patético que morir sin saber quien eres y es morir sin siquiera saber donde reposara tu cadáver»
Me entregue a la sensación de caer sobre un áspero mar de espesa negritud.
Haber despertado aquí dejó de ser un problema, la vida misma dejó de representar un problema, no importaba si volvía a despertar, mis pensamientos se hacían más y más lejanos, sentía despedirme, sentía hundirme lentamente sin poder hacer gran cosa, silencio, quietud. ¿es esta la nada de los muertos, así acaba la historia, de cómo desperté y cómo me fui?
Toqué el fondo de aquella espesa agua «¿la sensación del fin?» y me fui lentamente, desapareció el rastro de mi conciencia.
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Un camino llamado vida
Mystery / ThrillerEs la historia de un sujeto, que despierta sin memoria, sin mas ropa que la que trae encima, sin dinero, a la mitad de una solitaria carretera, solo carga como pista una vieja libreta llena de dibujos... es lo único que tiene y lo único que lo ayuda...