El viento soplaba con fuerza las rotas banderas en la oscuridad de la noche, levantando las destruidas telas de las tiendas de campaña pertenecientes a un campamento del ejercito del antiguo imperio Japones que habia caído en batalla contra un ataque sorpresa del antiguo imperio Koreano, solo un grupo de soldados logro salir con vida de tal masacre. Y ahora, al caer la noche, apresurados pero sigilosos paso dejaban tan solo una pequeña huella al correr débilmente hacia la única tienda que no habia perecido por completo, ocultándose dentro y dejándose caer al suelo agitado, oculto tras unas cajas vacías donde antes hubo provisiones, manteniéndose alerta ante el ruido de lentas pero fuertes pisadas en el suelo, se le oía perdido y preocupado al dueño de aquellas nuevas pisadas, las cuales iban por fortuna en dirección contraria a donde aquel joven se ocultaba, este cerro sus ojos en espera de una señal, y entonces, aquella voz que conocía tan bien pronuncio su nombre, era como oír una dulce melodía en un desafinado concierto.
—¿Ezreal...? —Le buscaba, y este no tardo en salir de su escondite una vez se dio cuenta de que, en efecto, era quien creía. Corrió a lanzarse a sus brazos a pesar de lo débil que estaba, este dejo caer sus armas y lo atrapo, recibiéndolo con fuerza y cariño.
— Aphelios...—El antes escondido joven tenía un cabello de color blanco con puntas azules, ojos del mismo color y una pálida piel, a pesar de ser uno de los mejores guerreros de su tropa, no era muy alto realmente, llegandole hasta los hombros y tan solo unos centímetros más al otro joven que estaba frente a él. Aquel chico del ejercito enemigo, quien ahora le tomaba con una mano por la cintura y otra en la mejilla, dedicando una sonrisa y dejando en sus labios un corto y suave beso.
—Ezreal, mira como estas... Estaba tan preocupado cuando escuché lo que habia ocurrido, que los habían atacado por sorpresa, tanto que no pude evitar venir aquí cuanto antes... Temía haberte perdido. —Cerró el joven más alto sus ojos y pego con cuidado su frente a la de aquel que era más bajito.
—Supuse que te preocuparías apenas te enteraras, por eso tenía que volver pronto... Sabía que vendrías, no quería que pasaras la noche buscando mi cadáver sin resultado alguno, o esperando angustiado por semanas alguna carta... Además, quería verte. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me sostuviste entre tus brazos. —El más bajo se ocultó avergonzado en el pecho contrario, pero el más alto, Aphelios, tan solo sonrió suavemente y comenzó a dar caricias en el cabello corto y blanco del otro.
—Sabes lo peligroso que es el vernos al estar en medio de un guerra. No hay nada que no daría por poder estar a tu lado en paz, por abandonar esta tontería e ir a donde nadie nos encuentre, donde nadie nos moleste... Bueno, quizás hay algo que definitivamente no daría. —Con suavidad acaricio su mejilla usando dos nudillos dedicándole otra de sus sonrisas, el contrario respondió aquella con una propia, poniendo su mano sobre la de este con ternura.
Mientras tan solo la luz de una antorcha los iluminaba, el soldado alto de cabello negro y blanco, con esa pálida piel y esos ojos de color azul, levantó al otro entre sus brazos y lo subió en una mesa que habia al centro de aquella tienda, no perdiendo tiempo para ir a besar sus labios con tanta desesperación como la que demostraba el otro, ambos se extrañaban de la misma forma intensa en la que se amaban.
En cada encuentro a escondidas no perdian la oportunidad de estar juntos, de demostrar su amor el uno por el otro en aquel acto que ahora llevaban a cabo sobre el mueble. Se desvestían mutuamente entre húmedos besos y jadeos, no habia muchas palabras en el momento, dejaban a sus cuerpos expresar lo mucho que se extrañaron, lo mucho que mutuamente se necesitaban. Solo gemidos y jadeos salían de sus bocas, callándose entre ambos al unir sus labios unos segundos cada cierto rato, y en una de las paredes de tela de aquella tienda, gracias a la luz de la antorcha a un lado, podía verse la sombra de sus siluetas. Tomándose, entregándose entre ambos, entregando su corazón, cuerpo y alma en aquel acto... Haciendo, en todo significado de la palabra, el amor.
Pero todo esto fue ya hace cientos de años, en una época donde su amor era prohibido, impuro, profano y mal visto, castigado incluso por sus naciones, más aún al estar ambos imperios en guerra, y ser ellos además, solo simples soldados que debían matarse entre sí...
Pero, ¿Cómo asesinas al amor de tu vida?
— Te extrañe, mi flor de cerezo...
Solo con la esperanza de encontrarlo en la siguiente.
— Y yo a ti, mi dulce estrella azul...

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Pintura o espejo
FanficHan pasado cientos de años desde que sus muertes acabaron por separarlos, y aunque les tomo vidas enteras volverse a encontrar, su amor sigue estando prohibido. Ya no los separa su patria, ni una guerra de décadas, menos aún la época, los separa una...