drunken miracle

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Una llamada de su ex estando ebrio puede cambiarlo todo.

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Minho todavía no tenía planes para esa noche. Y era 24 de diciembre. Un día en el que se supone que las personas deben de estar conviviendo con la familia y amigos. Pero él sí tenía planes, o al menos los había tenido hace 6 meses, antes de romper con Chan.

Si no hubiera dejado las cosas con Chan, probablemente, tendría agendada una cena junto con él y el resto de sus amigos, en la casa de Felix. Y tampoco es que haya quedado mal con ninguno de ellos, pero sería un poco incómodo estar todos, los 8, con toda la situación todavía rondando por el ambiente, así que prefirió saltarse la reunión y volver a incorporarse cuando estuviera listo. Incluso si le llevaba años.

Y si lo pensaba mejor, si Minho veía el pasado, la razón por la que se habían separado se le hacía muy tonta. Sin embargo, ambos habían quedado en buenos términos. Y por eso era más difícil seguir adelante, al menos para Minho.

En la tarde de ese domingo, fue al supermercado en busca de una botella de vino y copas nuevas, porque las que tenía habían quedado en el apartamento que compartía con Chan. En la rapidez de la mudanza, las había olvidado, y sabía que a Chan no le harían falta porque él no era de tomar vino como lo hacía Minho.

Pasó también comprando su cena, una pasta alfredo de su lugar favorito. Fue duro darse cuenta ese mismo día que era su favorito porque ahí es donde Chan lo había llevado a cenar en sus citas. El restaurante se le hacía tan familiar, se sentía en paz estando ahí.

Cuando llegó a su nuevo apartamento, se quitó el abrigo y sus zapatos en la entrada, con cuidado de no tropezar con algunas cajas que todavía estaban regadas.

Y así fue su noche. Comiendo pasta con una copa de vino, mientras veía una película navideña que había elegido del catálogo de la plataforma previamente. Debido a que todavía no acomodaba las cosas -sí, a pesar de que se había mudado hacía 6 meses-, había comprado un árbol pequeño y ese lo había adornado con algunas luces y pequeñas bolas de navidad.

Todo estuvo bien, hasta que recibió una llamada de la persona que había estado en sus pensamientos todo el día.

Chan.

—¿Hola? —contestó.

¿M-Minho? —escuchó al otro lado de la línea.

Escuchar su voz sólo lo hizo más real.

—¿Chan? ¿Estás bien?

T-te extraño m-mucho, Minho... T-hip-todo el día he estado p-pensando en ti... Y pensé que habías cambiado de número p-hip-pero veo que n-hip-no.

—¿Dónde estás? ¿Estás solo? ¿Y los demás?

Estoy en el bar de sie-hip-mpre

Minho no necesitó escuchar más. Chan estaba muy ebrio.

No fue consciente de lo que estaba pasando hasta que iba en su auto de camino al bar que estaba a unas cuadras de su apartamento.

Bueno, el de Chan.

Aparcó el auto y dio un gran suspiro antes de salir y dirigirse a la entrada. El bar estaba lleno, como de costumbre, y probablemente fue su memoria, su cerebro actuando en automático por las veces que había estado ahí, pero camino justo en la mesa en donde se sentaba cuando venía con Chan. Y también donde estaba él en ese momento, viendo su teléfono y sosteniéndolo con una mano, mientras que con la otra dejaba una jarra de lo que Minho suponía que era cerveza.

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