Ecos del silencio

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- ¿Estás seguro de querer ir allá? ¿Y si terminas muerto? - me preguntó por milésima vez en el día.

- No voy a terminar muerto - respondí mientras cerraba mi maleta. - Busqué y leí lo suficiente para ir allá.

- ¿Sabes cuántos se han desaparecido por entrar allí? - me preguntó.

- No seré uno de esos cuantos - me levanté de la cama. - Tendré un guía turístico del lugar. Ha dado más de cuarenta recorridos, es imposible que se pierda. Deberías dejar tu preocupación.

- Lo dices tan sencillo y simplista. ¿Te das cuenta que vas a viajar más de once horas desde Irlanda a ese lugar? Todo por un maldito capricho de ver lo que supuestamente sucede, en un país desconocido y solo.

- ¿Y qué quieres que haga? ¿Te compro un boleto de avión para que vengas conmigo? - revisé mi celular para verificar la hora. - Debo irme. El vuelo es dentro de cinco horas, pero ya sabes, migración y todo lo demás lleva tiempo.

Me aseguré de que todo lo que necesitaba para una semana estuviera en la maleta, me apliqué un poco de perfume y salí de mi habitación para despedirme de mis familiares. Podía sonar descabellado para ellos, pero creía firmemente que alguna fuerza sobrenatural impulsaba a las personas a desaparecer. Era sorprendente cómo algunas entraban y no salían, algunas por decisión propia y otras, como yo, que íbamos a explorar el lugar, simplemente desaparecían.

- Nos vemos - me despedí de mi madre con un beso en la mejilla.

- Sigo considerando que no deberías ir - añadió mi hermana.

- Esto no tiene discusión. Ya te dije lo que pienso.

- ¿Nunca leíste sobre la desaparición de la chica de Wexford? Casualmente fue al mismo sitio al que te diriges y justo hoy cumple tres malditos años perdida.

- No pienso seguir con esto. Es ridículo. Adiós - sin más, salí de ahí.

El reloj marcó las 21:27 horas. Abordé el avión, dejé mi equipaje de mano en el gabinete y me senté junto a la ventanilla. Ajusté mi cinturón de seguridad y esperé las indicaciones de las azafatas. El vuelo despegó y decidí ponerme los audífonos para relajarme con ASMR y dormir. Había comprado el boleto de noche para descansar y estar preparado para mi aventura. Podía parecer muy loco adentrarme en un lugar desconocido, pero me gustaba tomar riesgos.

- Señora, disculpe... ¿podría moverse un poco? - le susurré para que no se asustara. - Me está incomodando - intenté moverla levemente.

- ¿Qué pasa? - respondió adormilada mientras abría los ojos. - Disculpe joven, no fue mi intención incomodar.

- No se preocupe.

Después de largas horas de vuelo y un largo trayecto en carretera, finalmente llegué a mi destino. Decidido a averiguar y preguntar todo lo que pudiera, estaba lleno de dudas sobre ese lugar. ¿Desde cuándo los frondosos bosques llevaban a las personas a desaparecer? ¿Qué los atraía a terminar consigo mismos allí? Si había tanta seguridad y guías, ¿cómo no se daban cuenta de las personas que llegaban? ¿Cuántos cuerpos habían encontrado? ¿Habían logrado rescatar a personas perdidas?

Mi guía turístico me saludó con una reverencia y, junto con los otros turistas, comenzamos nuestro recorrido por el bosque. La densidad del lugar creaba una atmósfera silenciosa que muchos asociaban con el misterio. La luz del sol apenas se filtraba, pero era suficiente para tener una vista clara del camino. Observé muchas cuerdas de colores amarradas a los troncos y cintas del gobierno.

- Por favor, manténganse en el camino. No crucen las cintas del gobierno - advirtió el guía. - Se pueden perder si caminan en otra dirección.

- ¿A qué se deben todas estas cuerdas amarradas? - preguntó una chica con rasgos americanos.

- Muchos las usaban como medio para regresar en caso de arrepentirse - explicó el guía. - Pero con tantos lazos, a veces se confunden y terminan atrapados.

- ¿Cuántos suicidios hubo el año pasado? - preguntó seriamente un chico de unos 25 años.

- Para 2015, casi 24,000 personas cometieron suicidio - respondió el guía mientras caminábamos por el sendero. - Las cifras nunca son exactas, ya sea porque el gobierno evita el tema o porque el bosque es tan vasto que los cuerpos a menudo no se encuentran.

- ¿Por qué las personas se sienten atraídas a este lugar? - pregunté interesado. - No parece ser escalofriante.

- Está relacionado con varios factores, aunque cada individuo puede tener sus propias razones personales - comenzó el guía. - Muchos vienen por problemas personales, la fama que tiene el bosque... de por sí, su nombre es llamativo de alguna manera - hizo una mueca. - Además, está vinculado a la mitología japonesa.

- ¿Y qué dice la mitología? - agregué mientras me sentaba en un tronco cortado.

- Los 'yūrei' son espíritus atormentados de personas fallecidas. Se cree que algunos pueden habitar este bosque - tomó un sorbo de agua. - La tradición sostiene que aquellos que mueren en circunstancias trágicas o sin ser atendidos adecuadamente pueden convertirse en yūrei.

Estaba a punto de preguntar algo más cuando un grito resonó a una distancia prudente de donde estábamos.

- ¿Qué fue eso? - preguntó asustada una de las personas del grupo.

- Mantengan la calma - agregó el guía.

- ¿Se están dando cuenta de que alguien podría estar herido? - caminé hacia la cinta.

- ¡No puedes pasar de ahí! - me gritó el guía, pero no me importó. Salí corriendo en busca de la persona, asegurándome de amarrar algo al árbol para poder regresar.

Otro grito retumbó en el lugar, pero en dirección contraria a la que yo iba. Desconcertado, corrí en busca de la persona hasta que choqué con un árbol que tenía un mensaje.

"Son pocos los que encuentran una escapatoria de este lugar inundado de misterio. ¿En qué momento me adentré tanto? ¿Cuál es la razón por la que decidí venir? Sabía muy bien el riesgo que corría si entraba, pero decidí tomarlo. Creí que podría y me equivoqué.

Si has llegado hasta aquí y aún no estás perdido, regresa y sal de aquí. Pasar horas aquí puede causarte confusiones y espejismos.

¡Aléjate!"

~Nh

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