Un día cargado de locura. Argentina era finalista de la copa del mundo después de ocho largos años cargados de frustraciones. Las emociones desbordaban en las calles en forma de simples humanos cautivados por una ilusión que se mostraba como una inmensa luz de la misma grandeza del sol.
En un momento único, donde aquello que los volvía diferentes de repente los unía, y todos compartían una visión. Sus ojos brillaban de la misma manera al igual que las inmensas sonrisas que tenían en sus rostros. Podían suceder cosas únicas , hechos que estaban destinados a pasar en ese momento.
Matías corría, gritaba, cantaba, tomaba, mientras sus mejores amigos lo acompañaban, algunos con la misma intensidad que él y otros con el papel de cuidar. Pero por sobre todo eran felices de poder compartir ese momento entre ellos.
El azabache poco estaba interesado en obedecer las indicaciones de los cuida de sus amigos. Nunca ante sus ojos las calles de La Plata se habían visto tan hermosas. Las personas a su alrededor tenían una energía tan blanca y bella que se sentía en un éxtasis, si era así aquel día que solo eran finalistas que pasaría el dieciocho de diciembre si se consagraban campeones.
Había leyendas que hablaban de cierto hilo rojo que unía a las personas, y que provocaba que tarde o temprano la vida los juntara. Quizás fue lo que llevó a Matias a mirar con tanta fascinación aquel doble semáforo en la esquina de las calles siete y cincuenta. Que de casualidad había quedado tildado en la luz roja.
— Ni se te ocurra — escuchó decir a su amigo Enzo, quien lo conocía tan bien que con una simple mirada pudo predecir las intenciones del azabache.
Pero era tarde, cuando a Soulé se le metía una idea en la cabeza era imposible que entrara en razón. Fue por eso que en menos de diez minutos estuvo arriba del semáforo.
Lo único que lo sorprendió es que a alguien más se le haya ocurrido la misma idea.
Es que sí, Alejo era un loco, ya era conocido por sus amigos por su forma pasional e impulsiva de actuar. Hasta si era capaz de hacer cualquier insensatez por su amado Rosario Central, que no haría por la selección.
Esa tarde cuando sonó el último pitido, se abrazó con fuerzas con su amigo Facundo, y sin dudarlo salieron del departamento que compartían, en las cercanías a su universidad, para unirse a la ola de gente que había salido a las calles, con los que compartían la felicidad que sentían.
Alejo podría poner miles de excusas, como que aún no entiende bien los números de calle, que es fácil perderse con las diagonales, pero en realidad fue como si alguien lo agarrara de la mano y lo llevará hacia ese lugar sin que él pudiera resistirse.
Subirse al semáforo en la esquina de la siete y la cincuenta fue un simple impulso que nació desde lo profundo de su interior. Algo que la emoción lo llevó a hacer. Hasta que no hubiera nadie para frenarlo ayudó al hecho.
Él se sorprendió de igual manera al ver al azabache ahí, pero más lo impactó la belleza del chico. El santafesino podría jurar por su vida que nunca había alguien tan hermoso en su vida.
Nadie podría explicarlo, nadie lo comprendió en ese momento, en la cabeza de todos pasó un ¿por qué?, que tomó mucho tiempo que consiguiera una respuesta.
Porque ni ellos lo entendían. Como sus bocas se habían unido al ritmo de un compás muy lento de tres medios, saboreando y degustando el sabor a emoción que se transmitían. Además, no se sentía como una primera vez, ambos se acoplaron al otro rápidamente, haciendo de ese beso un encuentro único.
El pelo de Matias se sentía sedoso bajo el tacto de su mano cuando Alejo se atrevió a ponerla en la nuca del otro.
Y la piel de Alejo se sentía caliente bajo la mano de Matias cuando con curiosidad la apoyó sobre el torso desnudo del santafesino.
Lo más particular de esa tarde fue un clic de una cámara a la distancia, cuando una joven fue testigo del acto, y con el pensamiento de que se trataba de una pareja de años, lo compartió en Twitter con las palabras La Plata. La 7 y 50.
La foto había captado ese desaforado beso, cargado de emociones que sin saberlo compartían, había algo por debajo del sentimiento de ser finalista, cierta llama prendiéndose lentamente casi imperceptible para ambos chicos.
Igual, fue gracias a aquel posteo en Twitter que ambos pudieron volver a encontrarse. Matias era de estar veinticuatro siete en esa red social, así que gracias al algoritmo mismo, la foto en la que era protagonista le apareció. En los comentarios encontró, por suerte, al canalla que había comentado "ups atrapado jajaja" después que otra persona lo haya etiquetado.
Siguiendo el mismo instinto que lo había llevado a aceptar que un desconocido lo besara, siguió y le mandó un mensaje al morocho, quien no se quedó atrás y pocas horas después le devolvió el follow, y le respondió el mensaje.
Los días hasta el dieciocho se pasaron volando más para aquellos dos chicos que se habían besado en la esquina de la siete y la cincuenta, que ahora no paraban de conversar todos los días, conociéndose poco a poco. Alejo había aprendido que Matías odiaba las tormentas, que amaba el capuchino y que más de una vez había quedado en ridículo después de una fiesta por culpa de pasarse con el alcohol. Y Matías había aprendido que la persona que el santafesino más amaba en el mundo era su pequeña hermana, que era capaz de viajar hasta el fin del mundo con tal de alentar a Rosario Central y que esperaba algún día poder conocer la nieve.
Pero algo que ambos compartían indiscutiblemente era que el día del famoso dieciocho de diciembre del dos mil veintidós a la primera persona que le mandaron mensaje cuando Montiel pateó su penal y los consagró como campeones, fue al otro.
Quizás por eso decidieron encontrarse en frente de la Basílica en la plaza principal de la Plata, pero el destino quiso ser chistoso con ellos, y llevarlos una vez más a ese lugar.
La esquina de la siete y la cincuenta.
Ahí se encontraron, bajo el semáforo, ambos sonriéndose como si fuera si se conocieran de toda la vida y ese encuentro fuera algo típico de la vida. Y una vez que se subieron encima del semáforo y con la misma pasión corriendo por sus venas juntaron sus labios, con todo el mundo de testigo, y una estudiante de fotografía siendo testigo una vez más.
Y para sorpresa de todos recién después de esos besos, ambos chicos empezaron a "salir" y pasaron unos pocos meses para que establecieran una relación, y al día de hoy a pocos días del aniversario del primer año del mundial, seguían encontrándose en esa esquina donde nació su amor cada vez que cumplían un mes juntos.
ESTÁS LEYENDO
siete y cincuenta
RomanceEn medio de los festejos del mundial, en una esquina sobre el semáforo, dos jóvenes se encontrarán.