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Al día siguiente Alejandra se encontraba nuevamente en las oficinas de Padosa, había ido ya el día anterior a presentarse con los ejecutivos y directores del lugar. La chica esperaba pacientemente en uno de los sillones de los pasillos de las oficinas. Al parecer hoy tendrían una reunión de bastante importancia otras personas que también trabajan con Padosa y Edgardo. Por lo que le pidieron un poco de paciencia a la chica. Cosa que no pudo contener.

Así que al primer instante en el que se fueron, Alejandra se levantó del sillón en busca de comida o agua, ya que moría de hambre. Eran las 6 de la tarde y desde las 4 que no comía nada. Casi al fondo del pasillo, se encontró con una máquina expendedora de gaseosas. Saco unas cuantas monedas de su bolsillo y las introdujo en la máquina para sacar una Diet Coke, cuando a lo lejos se comienza a escuchar gente llegando, Alejandra no le dio mucha importancia pues le preocupaba más que su refresco saliera, el cuál se estaba tomando su tiempo. Se puso de rodillas checando el compartimento rápidamente, al parecer la máquina no funcionaba, o eso parecía. Los pasos se volvían menos distantes, se podía escuchar a personas conversando. Lo menos que quería Ale es que una de esas personas fuera mágicamente Edgardo o algo así y que se enoje con ella, era ilógico pero no quería perder su oportunidad por nada.

—¡Maldita sea!— se susurró la chica a si misma para después darle una leve patada a la máquina, intentando que sirva.

Pero de la nada, se escucharon unos ladridos que parecían ser de un perrito. La chica automáticamente volteó y se encontró con la mirada de un chico jovén, como de su edad, aquel parecía traer una transportadora con un perrito café dentro.

Alejandra, quién era a veces un poco tímida, solo se sorprendió al ver a aquel muchacho; los dos se quedaron paralizados totalmente viéndose el uno al otro. Ale se quedó observando con una sensación bastante confusa y para nada familiar. Y por la parte del chico; él, ya bastante familiarizado con esto de las muchachas, empezó a imitar cada movimiento que la chica hacía. Ella, sin saber mucho qué decir, se peinó el cabello tras las orejas y el chico solo la imitaba, pero no de una manera burlesca, sino que era como si se hubieran intimidado el uno del otro y se hubieran quedado atontados viendo aquello. Todo esto, tal como un efecto espejo.

Pero ese chico no era el único, junto a él había otros cuatro.

—Vamos, Roy— dijo otro chico, a lo que todos entraron a la oficina de Edgardo, parecían ser unos cinco.

Alejandra volteó a ver hacía la máquina de nuevo y para su sorpresa, la coca a dieta ya se encontraba en el compartimento.

Roy...Roy... — se murmuró la chica a si misma mientras caminaba con la lata entre sus manos para tomar su asiento de nuevo.

—No puedo creer que hayan reemplazado a Miguel, era la mejor voz...— comentó Susana con decepción en su voz, aquella estaba completando su tarea.

Alejandra se encontraba recostada boca arriba, su rostro reposando en sus manos mientras veían la TV.

"Crest te protege los dientes, ¡combate la caries antes de que empiecen!"

La chica se reía con el comercial, esos chicos a veces hacían cosas muy raras.

—¿Y por quién lo cambiaron?— preguntó Ale a su amiga.

—Por un chiquillo guapillo, creo se llama Roy — explicó Susana. — Oye cambia el canal, ¿no? Me distraigo viendo a Charlie y necesito terminar esta tarea...

—¡MENUDO!— exclamó a sí misma en voz baja.
Al acordarse, la chica se dió cuenta de que los chicos eran Menudo. Vió hacía la puerta, la cuál estaba al lado del sillón en el que estaba sentada. Aunque no era gran fan de Menudo, en esos momentos parecía que sí pues se empezó a sentir muy nerviosa. ¿Será que ya los iba a conocer?

𝐌𝐄𝐋𝐎𝐃𝐈́𝐀; Roy Rosselló Donde viven las historias. Descúbrelo ahora