Magdalenas de Café con Leche

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Ingredientes: Para 24 porciones

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Ingredientes:
Para 24 porciones

250 ml de leche
250 ml de aceite de girasol
250 g de azucar
4 huevos
1 cucharada sopera de café soluble
315 g de harina de repostería
7 g de levadura química

   La leche se pone a calentar y se disuelve el café en lo mientras, se bate un poco para que no queden grumos, y en cuanto está listo se reserva.

  Se baten los huevos con el azúcar hasta tener una mezcla cremosa y blanquecina con bastante volumen; para haber sido mi primera vez de ayudante en la cocina, el tío Aiden no esperaba que me fuera a ir tan bien, y es por eso que me había dejado entretenerme batiendo la mezcla para encargarse de lo demás, aunque no esperaba que le facilitara las cosas. Según sus palabras, lo mío era tan natural que pareciera un juego.

   Mi madre Hiro y el tío Aiden son aficionados de la cocina, siempre preparaban la comida juntos y todo evento que se organizaba ellos hacían un excepcional banquete de olores, colores y sabores, ambos eran un gran equipo juntos, hasta que después me uní yo. Mamá me dejaba en el portabebés, y yo colgaba en su espalda mientras ambos cocinaban, siempre al cuidado de ellos dos, y de vez en cuando al cuidado de la abuela Hina, de quién era la reunión de esa vez. Cómo papá no siempre quería cuidarme, Hiro me mantenía consigo en la cocina, y fue así que yo crecí con olores a especias, ollas, sartenes y murmullos entre dientes para memorizar las recetas o contar el tiempo de espera, pero no me dejaban participar en aquel ritual tan apreciado para ellos dos, pues decían que era peligroso para una niña de mi edad.

  No fue hasta ese día, cuando se organizaba el funeral de la abuela Hina, que finalmente se me había permitido ayudar en la cocina, pues mamá estaba demasiado deprimido para ayudar en la cocina, pero igualmente necesitaban preparar algo para servir a los invitados además de solo un café. Así que salí de mi cuarto, entré a la cocina del comedor del campamento y dispuesta me acerqué para ayudar. Cuando entré recuerdo que el tío Aiden se veía muy apurado y estresado.

   —"¡Margaritas de café, hay que hacer margaritas de café!"— le dije al entrar.
   —"¿Qué? No, Hanna, ve a tu cuarto es peligroso estar en la cocina"
   —"¡Yo se hacer margaritas de café, hagamos margaritas de café! ¡Yo te ayudo!"—le dije entregando la hoja de papel arrancada de un libro de recetas del abuelo Goro —"Yo te ayudo"—repetí.

   Resignado, Aiden me dejó ayudarle, poniéndome a cargo de la masa de azúcar y huevos.

   —"Pero Aiden, solo tiene cinco años"—dijo el abuelo Yoshi cuando me vió en la cocina batiendo la masa.
   —"Lo sé, pero ella insistió, sabes que no me dejaría en paz si me negaba, tiene el mismo carácter que su padre"
   —"Pero es peligroso..."
   —"No te preocupes, me aseguraré que no se lastime"—respondió el tío Aiden.

Así entonces ayudé con lo que me pidiera, avisé al tío Aiden para apagar la estufa con la olla de leche y café; añadimos el aceite y la leche a mi mezcla, y lo removí hasta que quedaran integrados.

El tío Aiden tamizó la harina y la levadura, yo después incorporé la masa y lo mezclamos bien hasta que nos quedó una masa de un bonito color beige, él puso la masa en los moldes hasta un poco más de la mitad de cada uno, yo los espolvoreé con azucar, metió los moldes al horno a 200º C y esperamos al rededor de 10 o 15 minutos.

Cuando se dió cuenta, solo nos había llevado una hora terminar la primera tanda, y ya íbamos por la mitad, él me sonrió satisfecho por mi trabajo como ayudante y aprendiz. Así que terminé de ayudarle por el resto del día. Tal vez por aquella vez, fue que me sorprendió el cambio de humor tan repentino que viví al día siguiente.

Los funerales me parecieron extraños, todos vestían de negro, incluida yo, la abuela Hina estaba encerrada en una caja de madera costosa, la gente a mi al rededor lloraba, mi mamá, Hiro, sollozaba atenido a la caja dónde la abuela yacía dormida, y había flores blancas por doquier. Yo era muy pequeña en ese entonces, y me costó mucho tiempo entender que la abuela no estaba dormida, que ella ya no se levantaría ni saldría de su caja, y que esa había sido la última vez que le vería el rostro.

Yo tenía una charola pequeña llena de margaritas de leche y café en las manos, el tío Aiden me había pedido pasar con todos para ofrecer una margarita, algunos cuántos me la aceptaron, otros se conformaron con el café, recuerdo algunas veces lo que comentaban en cuanto me volteaba:

—"¿Esa es la nieta?"
—"Si, lo es, el hijo de la señora se embarazó cuando tenía 19, todo un futuro desperdiciado"
—"No se parece en nada ni a ella ni a el muchacho"
—"Es porque se parece al papá, el de cabello morado de allá"
—"¡Que desgracia! ¡Dicen que es grosero con todos y siempre parece enojado! No me imagino como se comportará con su familia"
—"Bueno, es de esperarse, ambos se casaron en cuanto se enteraron que el hijo de la señora estaba esperando un hijo suyo, ni siquiera tenían algo serio por lo que escuché"
—"¡Pobre de la criatura, tan linda que se ve...!"—dijo la mujer—"te aseguro que no durarán mucho tiempo juntos esos dos"

No entendía exactamente a lo que referían con todo eso, pero entendía que no era de buen gusto hablar de los demás a sus espaldas, me fui molesta después de escuchar a esas dos señoras hablar de mi abuela y mi mamá.

—"¿Quieres una magdalena, papá?"— le dije ofreciendo la charola entre mis manos.
—"No, ahora no, niña..."— respondió con el tono seco de siempre.
—"Papá"
—"¿Qué quieres ahora?"
—"¿Cuando va a despertar la abuela Hina?"— le pregunté.

El solo suspiró irritado.

—"Ella no va a despertar"— contestó.
—"¿Por qué?"
—"Mira, ve a terminar de repartir a los demás, haces muchas preguntas, niña"
—"Perdón papá"
—"Ya te dije que no me llames así"
—"... si, Yoichi"

Bajé un poco la mirada y me retiré para dejarlo en paz.

   Bajé un poco la mirada y me retiré para dejarlo en paz

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