CAPITULO 1

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La habitación estaba en penumbra, las cortinas cerradas bloqueaban la luz del amanecer. El aire estaba lleno de una paz serena, interrumpida solo por los suaves ronquidos de Alejandro. De repente, la puerta se abrió con un suave chirrido, y una figura entró en la habitación.

Era su pareja, un hombre alto y delgado llamado Gabriel, con una sonrisa amable en su rostro. Se acercó a la ventana y, con un movimiento rápido, abrió las cortinas, dejando entrar la luz del sol. La habitación se llenó de luz, haciendo que Alejandro se revolviera en la cama, molesto por la interrupción de su sueño.

"¡No, no, no!" murmuró Alejandro, cubriéndose la cara con las sábanas. Pero Gabriel no se dejó disuadir. "Alejandro, tienes que levantarte. Vas a llegar tarde al trabajo", dijo con una voz suave pero firme.

Alejandro gruñó algo incomprensible, negándose a moverse. Gabriel suspiró, una mezcla de exasperación y cariño en su rostro. Se acercó a la cama y, con un movimiento rápido, destapó a Alejandro, dejándolo expuesto a la luz del día.

Alejandro protestó, tratando de agarrar las sábanas, pero Gabriel fue más rápido y lo levantó en brazos, como si fuera un niño pequeño. Alejandro se quedó boquiabierto, sorprendido por la repentina acción.

"¡Bájame , bájame!" protestó Alejandro, pero Gabriel solo rió. "No te voy a bajar Alejandro tienes que ir a trabajar", dijo Gabriel, llevándolo hacia la puerta de la habitación.

Gabriel, con Alejandro aún en brazos, caminó hacia la cocina, su rostro mostraba una mezcla de diversión y determinación. Alejandro, por su parte, seguía protestando, pero sus quejas se vieron interrumpidas cuando Gabriel lo colocó en una sillita alta, asegurándolo con los seguros.

"¡Gabriel, quiero seguir durmiendo!" se quejó Alejandro, tratando de liberarse de los seguros. Pero Gabriel le lanzó una mirada de advertencia, su paciencia estaba llegando a su límite. Alejandro, al ver la mirada de Gabriel, dejó de hacer su berrinche y se quedó en silencio, observando cómo Gabriel comenzaba a preparar el desayuno.

La cocina se llenó con el aroma del café recién hecho y las tostadas. Gabriel, con una habilidad que solo viene con la práctica, preparó un desayuno sencillo pero delicioso. Luego, con una sonrisa en su rostro, se lo llevó a Alejandro.

Alejandro, aún un poco adormilado, comenzó a comer en silencio. Pero su sueño y su torpeza matutina hicieron que pronto comenzara a hacer un desastre, manchándose con mermelada y migas de pan. Gabriel no pudo evitar reír al ver la escena.

"Te ves muy tierno, mi bebé", dijo Gabriel, refiriéndose a la escena de Alejandro. Alejandro se puso rojo de vergüenza al escuchar el comentario de Gabriel.

Alejandro le dice aún avergonzado "No soy ningún Bebe".

"Alejandro, Tú eres mi bebé", dijo Gabriel con una sonrisa, limpiando la cara de Alejandro con una servilleta. Alejandro se puso aún más rojo, pero no protestó cuando Gabriel lo sacó de la sillita y lo volvió a cargar. Escondió su rostro en el hombro de Gabriel, todavía avergonzado pero también un poco contento.

Gabriel llevó a Alejandro de vuelta a la habitación y lo dejó en la cama. Se dirigió al armario para buscar ropa para Alejandro, pero se detuvo cuando Alejandro habló.

"Gabriel, puedo vestirme solo. Soy un adulto", dijo Alejandro, su voz era firme pero también un poco tímida. Gabriel se volvió hacia él, con una sonrisa en su rostro.

"Recuerdas nuestra conversación sobre este tema, ¿verdad?" preguntó Gabriel. Alejandro se puso aún más rojo, recordando la apuesta que había perdido. Había apostado que podía ganar un videojuego, y si perdía, Gabriel podría tratarlo como un bebe 3 Meses.

¡Aventuras pañaleras y lecciones saltarinas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora