Bittersweet memories

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Miraba distraída la ventanilla del avión, mientras escuchaba música. En un intento por dormir, al cerrar mis ojos, mi vida fue pasando cual película de cine.

Me llamo Lalisa Manoban, Lisa para los amigos. Nací un veintisiete de marzo y dentro de una semana cumplo dieciocho años. El distrito en el que nací se llama Siam, en el soleado estado de Bangkok, Tailandia; casi en frontera con Laos. Me considero una buena chica, según la gente, y dulce y tímida hasta morir. Mis amigos en el instituto me decían que tenía un doctorado en sonrojos. A parte de eso, me gusta escuchar a la gente, y ayudarla en lo que pueda. Crecí en Bangkok junto con mis padres, Chitthip Manoban, jefa de policía de la zona, y mi padre Punk, enfermero en el hospital. Mi infancia fue normal y feliz, junto a mis padres y mis amigos, a los que conocí en el parvulario, siguiendo juntos en la escuela primaria y en el instituto.

Hasta que cumplí trece años todo fue bien, éramos una familia unida y feliz... pero ese año las cosas cambiaron. A papá le encontraron un cáncer. Recuerdo el día que me lo dijeron, una losa fría cayó sobre mí.

Papá era el que más optimista era, siempre con una sonrisa para mamá y para mi. Pero las intervenciones y la quimioterapia no llegaron a tiempo, el tumor ya estaba muy avanzado, y seis meses después papá murió.

Caí en una profunda tristeza, y gracias a la ayuda de mis amigos y mi madre, que siempre me repetía que a papá no le gustaría vernos tristes y deprimidas, conseguí sobrellevarlo, aunque no volví a ser la misma, y nunca lo sería; siempre me faltaría algo.

Mamá hizo un esfuerzo todos esos años, mostrándose feliz e intentado seguir adelante, aunque ese halo de tristeza en sus ojos se internó en ellos de forma permanente...hasta que gracias a Marco, dos años después, comenzó de nuevo a sonreír. Marco trabajaba en la comisaría de Siam, en el archivo. Quedó viudo muy joven, y no tenía hijos. Siempre se llevaron muy bien, un día quedaron para tomar un café fuera de la comisaría...y las cosas cambiaron.

Al principio era un poco reacia a volver a salir con alguien, hasta que su amiga Billy y yo la logramos convencer, animándolo para que volviera a salir de era un buen hombre, era atento y cariñoso tanto con mi madre y conmigo, y jamás intentó sustituir el hueco que había dejado mi padre, porque según me dijo el mismo, el día que me dijeron que querían casarse, mi padre era alguien vital e irreemplazable en nuestras vidas; es más, la foto de mi madre con mi padre y conmigo, en la que yo tengo sólo unas horas de vida, sigue en el saló de que empezara mi penúltimo año de instituto, se casaron en una ceremonia civil e íntima. Me alegré mucho por ellos, y sobre todo por mi madre, ya que me dolía verle tan sola con sus recuerdos. Eso fue lo que me impulsó a aceptar la oportunidad de mi vida.

Al empezar el último año de instituto, mi madre me habló de unas becas para hijos de policía y cuerpos de seguridad tailandeses. Había de varios tipos, desde becas para universidades en el país, hasta becas y subvenciones para poder estudiar la carrera en el extranjero.

Decidí rellenar una solicitud, animada por mi madre y Marco, pensando que, aparte de no perder nada, simplemente me concederían ayudas para una universidad americana o canadiense. Mi sueño era ir a Europa algún día, ya que me encantaba la historia y el arte; siempre que daban algún programa de viajes, si salía una ciudad europea, me quedaba embobada viéndolo.

Una vez envié todo, junto con mi expediente académico, que era bastante bueno, sólo quedaba esperar a los exámenes finales de mayo, para enviar mis calificaciones finales y mi certificado de graduación.

Una semana después de mi graduación, llegó un sobre enorme a casa. Nerviosa como nunca, lo abrí. Dentro había muchos papeles y folletos, pero la carta que había encima de todos ellos, me dejó sin respiración.

Modern Fairy Tale- ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora