El cálido viento de la madrugada acariciaba las calles limeñas, mientras que un ahora más que borracho Christian Cueva luchaba contra los efectos del alcohol que nublaban su mente.
Con algo de valentía, o más bien, con el valor que otorgan las chelas de más, marcó el número de la única persona capaz de ayudarlo en estos momentos de crisis, su bambino.
La vibración del celular rompió el silencio de la habitación del ítalo-peruano que se encontraba en la otra parte del charco, ya siendo las primeras horas de la mañana en Italia. Entre bostezos y parpadeos somnolientos, el delantero contestó, esperando escuchar algo más que murmullos incoherentes al otro lado de la línea.
—¿Christian?—preguntó el bambino, la pesadez de la mañana era evidente en la voz del 9.
—¡Gia...Gianny, bambi! Chucha, ¿Qué hora es allá?—preguntó el 10, con una risa nerviosa que no dejaba lugar a dudas sobre su estado de embriaguez.
El mayor suspiró.—Como las cinco de la mañana, Christian. ¿Qué pasa?—
El trujillano se acomodó en su cama y comenzó a balbucear sobre su día, entre sollozos de desilusión y contándole a su novio sobre las desafortunadas historias de Instagram que había publicado horas después de recibir la noticia que la directiva de Alianza Lima había decidido terminar su vínculo con él por todos los problemas ya sabidos que ocasinó desde su llegada. Gianluca, aun somnoliento, trató de entender la situación, pero su paciencia se desvanecía con el pasar de los minutos.
—Gianny, te necesito como mierda ahora. Me botaron esos hijos de puta y aún no recibo alguna llamada de algún club. Encima que, chucha me tienen que pagar mi operación. Amor, vente a Lima porfa, una escapadita de tu club solo por estos días para que estes conmigo. No puedo hacerlo sin ti.—suplicó el 10.
Sin embargo, la respuesta del bambino fue más dura de lo que Christian esperaba.
—Christian, ¿Escuchas lo que me estás pidiendo? Ahora necesito concentrarme en el Cagliari. Mi club sigue en una situación muy complicada aquí. Necesito tiempo para resolverlo, y no puedo lidiar con tus problemas y los míos al mismo tiempo.—
La línea telefónica vibró nuevamente, interrumpiendo el silencio incómodo que se había instalado entre ellos.
—Gianluca, por favor, no me hagas esto. Necesito tu apoyo.—insistió Cueva, con la voz temblorosa.
El mayor, ahora más despierto y consciente de la gravedad de la situación, respondió con firmeza.
—Mira Christian, entiendo que estás pasando por un momento difícil, pero ahora mismo tengo que centrarme en el Cagliari. Mi compromiso es mantener al equipo en la Serie A. Necesito que entiendas eso.—
El trujillano, sintiéndose desesperado, trató de explicar su situación.
—Gian, te amo, pero ahora no tengo nada y con todas estas presiones que encima los medios han generado contra mi, no sé qué hacer. ¿Qué voy a hacer sin ti a mi lado?—
Lapa suspiró profundamente antes de responder.
—Christian, ambos necesitamos tiempo para resolver nuestros problemas. No puedo ser tu única fuente de apoyo. Necesitas encontrar fuerzas en ti mismo, superar esto y luego, tal vez, podamos hablar de nosotros de nuevo.—
La voz del 10 se volvió más apasionada.
—Pero Gianluca, eres mi todo. No puedo hacerlo sin ti.—
—Christian, la vida no gira solo en torno a una relación. Tienes que aprender a enfrentar tus problemas y a encontrar soluciones por ti mismo. Yo también tengo responsabilidades y no puedo cargar con todo.—respondió el mayor con seriedad.