Parte única

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Julián y Enzo siempre han sido cercanos, a pesar de su contraste de personalidades han sabido trabajar esas diferencias y eso ayudó a acrecentar el vínculo y cariño hacia el otro.

La conexión que tenían era tal que con sólo mirarse ya sabían lo que el otro pensaba.

Y claro, sería una obviedad aclarar que debido a lo unidos que eran tenían demasiada confianza.

Créanme que era así, sin embargo había un gran pequeño detalle que Enzo desconocía, Julian ocultaba algo.

Reprimía su deseo hacía el menor, sus ganas de besarlo, de sentirlo. Quería gritar desesperadamente que lo amaba pero, no como él sabía que su mejor amigo hacía.

El saber que nunca podría estar con él le dolía.

Jamás podría saborear esos labios que lo estaban enloqueciendo hace muchos años.

Quizás solo en sus fantasías cumpliría el anhelo que tenía a oír a Enzo gemir su nombre

Sabía que eso nunca sucedería. Lo sabía. Y eso le afectaba de sobremanera.

Pero más le afectaba el hecho de que perdería su amistad si llegaba a saber lo que sentía por él.

Que sus sentimientos por el menor sean correspondidos era el deseo que venía 5 años pidiendo cada vez que soplaba las velas de su cumpleaños.

Era imposible que eso ocurriera.

Una en mil vidas de atrevería a decir.

Él no tenía la fortuna de estar en esa vida.

Y aun así defendería al chico que le ponía su mundo de cabeza a capa y espada.

Algo que él sabía ya que, el castaño siempre le decía exactamente lo mismo al morocho cada vez que se ponían a hablar de su amistad.

"El momento en el que no seamos capaces de mirarnos a los ojos y saber que piensa el otro te juro que me mato."

El morocho cada vez que el castaño decía eso repetía:

"Cállate Ju, ¿que boludeces decís? Nunca va a llegar el día que nos separemos. Yo nunca me voy a ir de tu lado ¡Te lo prometo amigo!"

Reprimiendo lo más que podía lo que le afectaba que el le dijera así (aunque sabía que esa era la realidad y que solo eran amigos) trataba de creerse lo que el menor prometía.

En el fondo de su corazón él sabía que ese día en el que oiría su corazón quebrarse llegaría, no imaginaba que sería tan pronto.

Las promesas no se rompen y eso lo sabe todo el mundo.

Su mejor amigo no sería la excepción.

¿Verdad, Enzo?

...

Era un día rutinario, llovía con intensidad y Julian y Enzo se encontraban en la casa de este último tomando mates.

Amargos, como estaría por convertirse su día, su vida y su alma.

...

— Enzu, ¿al final que onda con la chica que me dijiste?— Preguntó Julián con su tipo acento cordobés y acompañado de un interés palpable por la chica de la que su mejor amigo le había contado.

— Nada, no le mandé mensaje. Me dió vergüenza—Respondió Enzo cabizbajo.

— Vos y la palabra vergüenza son opuestas. Para mí sos un cagón que querés.— Dijo mientras le daba un mate al contrario. — Le hubieses reaccionado una historia por lo menos, gil— Continuó mientras observaba la mesa de madera.

Lo que la lluvia se llevó | Julián × EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora