Parte única

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      La batalla está perdida, lo sabe incluso antes de empezar. Puede intentar, como si estuviera en sus cualidades, elaborar una analogía de su complicada situación; y bien, su realidad podría establecerse como una guerra que debe librarse sabiendo no sólo que no hay quién luche, sino que tampoco se tienen armas para luchar. Mikoto no podría afirmar que se siente bien al respecto, no cuando su corazón se estruja cada noche en la que piensa en situaciones hipotéticas en las que tal vez, a lo mejor, quizás... pero no es así, y la fuerza con la que, al cerrar sus ojos, la ve tan nítida no hace más que confirmar que no tiene sentido siquiera creerse un guerrero cuando no es más que un mero espectador. 

Él sabe que a fuerza de observarla cada día la tiene más que grabada en sus párpados, como si fuera un tatuaje, perforando su piel y mezclándose con su sangre, en cada latido que a sus movimientos responde, como si él estuviera vivo y respirando sólo porque ella está en la misma habitación, frente a sus ojos, y permitiéndole, sin saber, verla realizar la más trivial de las acciones que en su interior desencadena los sentimientos menos triviales que en toda su vida había podido sentir por alguien. 

Sin embargo, esa mal llamada guerra que debe (o debería..., y si todavía puede decidir sobre ello, decide que no quiere intentar luchar en esa batalla, que prefiere quedarse sentado mirándola trabajar) librar tiene un oponente más que digno. Es un hombre que, para empezar, no tiene que esforzarse siquiera en empuñar un arma para iniciar la contienda,  porque puede alcanzar la victoria con sólo mover sus pestañas. Mikoto quisiera poder enojarse por eso, pero sabe que es en vano cualquier intento de emoción negativa que quiera empañar sus sentidos, no podría enojarse con él, ya no sólo porque es un amigo muy querido, sino también porque ella lo aprecia. Los aprecia. Y respecto a esto último, a cómo, de alguna manera, ella todavía lo aprecia a él (aun si es como un conjunto y no como un ser individual, definitivamente no es solamente Mikoto), bueno, no sabe si es un acto de bondad que debe tomar con las manos extendidas o si, en cambio, es un castigo que el universo  le dio por una vida pasada muy mala. 

El caso es que ahora, mientras la ve sentada frente a él, con sus ojos purpúreos brillosos y las mejillas asentándose con un color rojo, pues... no sabe qué sentir al respecto. Es más, ni siquiera sabe qué creer. ¿Había pasado algo bueno o algo malo? ¿Cómo debería actuar  si lo malo que le sucedió a ella lo hace sentir aliviado? Mikoto no lo sabe, no puede encontrar la voluntad en su interior para ser un consuelo cuando definitivamente no sería del todo honesto. Y no, no es que fuera a sentirse feliz si ella... si él la hubiera rechazado. 

¿En verdad es tan malo? ¿De verdad él sólo esperó este momento?

Mikoto no puede mirarla por una vez, porque no se cree capaz de borrar el brillo de esperanza que (está seguro) adorna sus ojos, pero también está ese sentimiento de culpa que rebota en su interior y se expande cada vez que piensa que ella lo odiaría si se entera de cómo se sintió al verla sufrir. Sus manos sudan y las intenta, inútilmente, de secar contra sus pantalones azules, y ese gesto nervioso debió delatarlo. 

"Mikorin".

Él levanta su mirada pero no la dirige hacia ella. 

"Mikorin". 

Se revuelve en su lugar, mirando hacia sus moños esta vez. 

Ella resopla. 

"Te dije que hablé con Nozaki-kun y me dijo-... ¿Me puedes escuchar, por favor?".

Él no quiere. No si se siente así de contradictorio. No si no está seguro de qué reacción molestaría más a Sakura. 

"Entonces...". 

Ella suspira con pesadez, como si él hubiera cometido un acto atroz contra su integridad, y eso lo obliga a mirarla a los ojos.

"Ahí está, me estás mirando". Sonríe, y sus iris se pierden en las espesas pestañas. Mikorin no quiere ver sus labios, pero ya se los aprendió de memoria y sabe cómo se fruncen en una pequeña sonrisa que le encanta y es por eso que no puede, no si no quiere-...

"Y otra vez no me escuchas", ella se queja. 

"Lo siento", él apenas logra formular. 

"Te decía que hablé con Nozaki-kun, y le dije "Oye, creo que me gustabas, en tiempo pasado -aclaré-  porque ahora no estoy segura"...

Y aunque Mikoto lo intentó, no logró reunir fuerzas para fingir escucharla.

"Y es así que...", ella se pausa, lo mira y suspira. 

Mikoto no quiere seguir decepcionándola pero tampoco quiere sentirse así, no quiere tener esperanzas sobre el dolor de Chiyo pero tampoco quiere que sus esperanzas se claven como agujas en su corazón hasta desintegrarse. 

"Mikorin".

No hay un "Nozaki-kun" agregado esta vez. Es sólo Mikorin, sólo su nombre en sus labios, sólo él frente a sus ojos... y ni siquiera así puede reunir coraje para decirle cómo se siente, porque, antes que nada, él sólo quiere estar cerca de ella, incluso si duele y nunca se termina esa agonía. Incluso así. 

"Me gustas".

¿Qué...?

"Me gustas, Mikorin. Tú", ella repite. 

No, seguro que es compasión porque se enteró de lo que siente, seguro Nozaki le dijo y ella-...

"Silencio. Deja de pensar tan fuerte", ella dice con contundencia, pero no suena verdaderamente enojada. "Te decía que... Dios, escúchame".

Chiyo se levanta de su lugar frente a él, rompe la distancia que la mesa de la sala pone entre ellos, sentándose, esta vez, a su lado. Toma su rostro entre sus manos, sus suaves y pequeñas y cálidas manos, con dedos delgados que le hace cosquillas justo donde sus mejillas arden.

"Me gustas, me gustas mucho", ella repite con una seguridad que se desvanece cuando se sonroja por completo al notar la cercanía entre sus rostros. "Si hubieras escuchado entenderías  que Nozaki-kun me hizo notar que me gustas tú, que lo que sentía por él no era tan fuerte como lo que me haces sentir tú". 

Y él no entiende... ¿Es posible que esté escuchando esto en verdad?

"Que ese amor que sentía por él era un amor inocente, de admiración, de gratitud, que desencadenó en una amistad muy linda... y que conocerlo a él me permitió llegar a ti".

No sabe qué decir. 

"No estoy mintiendo, Mikorin", ella dice, con sus bellos ojos mirándolo con fijación, con amor... y él piensa en cada momento en el que su cerebro le susurró que sí, que ella le correspondía, pero él nunca quiso creer para que la decepción no sea todavía mayor llegado el día. Cuando Kashima le dijo... y Wakamatsu, incluso Seo, y tal vez Nozaki, con sus miradas persistentes cuando se sonreían juntos, también estaba diciéndole eso. 

"A lo mejor no lo creas ahora, quizás pienses que estoy fingiendo pero no es así, yo a ti jamás te mentiría y-...".

Mikorin cerró sus labios contra los suyos en un beso, un beso esporádico, que le permitió sentir la suavidad de Chiyo, a la vez que silenciar sus palabras. Claro que le creía, esto es por lo que él había estado esperando, la libertad de besarla cada vez que se viera muy linda frente a sus ojos, que ella no se quejara si quería acomodar su cabello, si sus ojos se posaban demasiado tiempo en su boca. 

"Te creo", susurró contra su aliento. Acaricio su rostro, le sonrió con todo el amor que tenía por ella y la volvió a besar. 




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and maybe i've been looking at you but it's better that you don't noticeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora