Tras una intensa batalla en el último bastión de un reino cuyo nombre borró hace mucho el viento, el último de los caballeros encargado de defender las ruinas de lo que una vez fue su hogar pereció ante las fuerzas enemigas, más no sabe este caballe...
Siglos después de la caída del reino de Grimthor, lo que quedaba de este no era más que un simple matiz del grandioso pueblo que alguna vez fue. La flora y fauna se apropiaron lentamente de las ruinas del antiguo imperio; si le mostrarás a cualquiera el paisaje en el que se ha convertido Grimthor, jamás hubiera sido capaz de imaginar que aquel lugar fue una vez habitado por humanos. Los pocos rastros de civilización que perduraron fueron los escasos edificios fabricados con piedra y mármol; entre ellos había uno que destacaba entre la vegetación por encima de todo como el enorme cadáver de un gigante dormido. Esta singular estructura no era mucho más que un montón de pedruscos apilados uno encima de otro a ojos de cualquiera, mas no saben que esta montaña de piedras son las ruinas del imponente castillo de Grimthor, bueno sinceramente hoy por hoy de imponente tenía mas bien poco; los muros apenas se mantenían en pie, los altos torreones se encontraban tumbados al ras del suelo, cubiertos de maleza y de las preciosas vidrieras que antaño fueron orgullo del propio monarca no quedaban ni sus colores. A pesar de esto, bajo la luz de la luna llena era capaz de intimidar incluso al más valiente.
Pocos eran aquellos que tendrían el valor de entrar a un lugar como este; lucía como un templo maldito abandonado por Dios, donde con un solo paso en falso todo el techo se derrumbaría sobre aquel que osó entrar. Sin embargo cuando tu vida está en peligro sueles ignorar este tipo de señales; tal y como le ocurrió a un desafortunado joven.
Mientras tanto en lo profundo del bosque un joven huía de una feroz lobo que le perseguía, cuando el chico empezaba a perder la esperanza de volver a ver el amanecer la luz de la luna mostro no muy lejos la silueta de lo que parecía ser un edificio. Desesperado por ayuda el joven se dirigió al lugar.
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Al entrar se quedó impresionado por el interior del lugar, a pesar del paso del tiempo y de lo maltratado que estaba el exterior, el interior parecía un pasillo de un auténtico castillo, podría haberse quedado admirando el interior durante un rato más, pero los aullidos del lobo y el sonido de sus patas acercándose le recordaron el motivo por el cual entró. Corrió lo más rápido que sus flacuchas piernas le permitían, nunca se había arrepentido tanto de dejar el ejercicio físico en segundo plano como ahora.
Al final del pasillo vio una amplia sala donde se refugió, según su lógica con cerrar la puerta del lugar salvaría su vida, cosa que sería cierta si no fuera porque el portón de esa habitación fue derribado hace varios siglos. Al percatarse de esto el joven presa del pánico decidió romper una promesa que se hizo a sí mismo desde que conoció la existencia de esta magia.
Se trataba de la magia de invocar a los caídos; la rama de la magia conocida como la nigromancia. Esta rama, como muchas otras, era un tema tabú que se enseñaba con el único propósito de que en caso de escuchar de ella sin conocer sus peligros se podría producir una catástrofe, fueron varios aquellos que se sumergieron en el mal sin conocer sus consecuencias y estos tuvieron que pagar un alto precio a cambio. Desde que esta magia, junto a otras comenzó a cobrar la vida de inocentes y de los propios usuarios del hechizo está se convirtió en un tabú en la sociedad humana y se le conocía vulgarmente como "magia negra".
A pesar de saber todo lo antes mencionado el joven sabía un par de hechizos de esta rama, durante generaciones, incluso antes de que estos hechizos fueran considerados peligrosos para los humanos, era tradición familiar el que cada familia redactará, mejorará y completará el libro familiar de magia. Dentro del libro había un único hechizo que el chico sabía conjurar sin artefactos mágicos; este hechizo era el de resucitar a los muertos, la necromancia.
Se le vino a la mente esto en cuanto vio a escasos metros de él lo que parecía un cadáver recubierto con una oxidada armadura. Con el lobo cada vez más cerca el joven comenzó a recitar el hechizo, en cuanto terminó vio esperanzado como el esqueleto empezaba a moverse, pero al encontrarse tan inverso en su gran logro de necromancia no se percató que la bestia de la que huía entró a la habitación, para acto seguido arrancar la tráquea del pobre chico de un mordisco.
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Momentos después:
Soldado caído: ¿Dónde estoy?
A sus pies solo podía ver como un lobo masticaba lo que aparentemente alguna vez fue una persona. Al ver que el lobo no se había percatado de su presencia el soldado decidió actuar, miró a su alrededor y en su mano había una corroída y oxidada espada vieja, no era mucho pero era más que suficiente. Mientras el lobo se alimentaba no se dio cuenta de que algo se acercaba lentamente por detrás suyo.
Fiawinnnn (efecto de sonido de espada increíblemente realista)
Con un simple movimiento de muñeca la vida del lobo llegó a su final.
Después de matar al lobo el soldado intento hacer memoria; tenía muchas preguntas, quién es, donde está, que fecha es, aunque todas sus dudas colapsaron simultáneamente cuando miró el reflejo de su rostro en el charco de sangre que brotaba del difunto animal.
Soldado caído: ¿¡Dónde está mi rostro!?
Al ver su reflejo, este reflejaba un cráneo polvoriento con un punto blanco en cada cuenca donde tendrían que estar sus ojos. Horrorizado cerró los ojos de nuevo creyendo que estaba en un cruel sueño, lo que no sabía este viejo montón de huesos es que su nueva vida acababa de comenzar.
Continuará...
Espero que os haya gustado el capítulo, si tenéis alguna duda, idea o consejo sentiros libres de escribirla en los comentarios. :D
