𝐝𝐨𝐧'𝐭 𝐫𝐮𝐧 𝐟𝐫𝐨𝐦 𝐦𝐞, 𝐫𝐢𝐯𝐞𝐫.

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                    Jeon Jungkook estaba frustrado.

No sólo infravaloró el atroz frío de Gijang-gun al usar la misma ropa que llevaría en la ciudad, sino que, por algún motivo, desde que tomó la línea de Donghae, su celular no dejaba de reproducir canciones fantasmas, sus earpods se encontraban descompuestos o la señal era demasiado mala allí para que Spotify funcionara correctamente. Podía verlo a través de la pantalla: el punto se movía en la línea, segundo a segundo, la letra de Just Dance de Lady Gaga encima, y su mente, tan maquiavélica hasta con su contenedor, recordó el ritmo, la punta de su zapatilla golpeando el piso al compás de una melodía muda.

Chasqueó la lengua, rindiéndose por completo. El día ya había sido lo suficientemente caótico para crear más bilis y almacenarla en la vesícula, por lo que, con la nariz arrugada, probablemente roja también por la baja temperatura, se quitó los auriculares y los guardó en su mochila, celular en el bolsillo. Quedó él, un punto amarillo entre la blancura de la nieve, el peso de su cuerpo sobre una sola pierna, brazos cruzados y en medio de la estación. Debían ser las once y media de la mañana. Sus lentes de sol apenas lograban salvarlo de los copos en sus pestañas; la cantidad de gente a su alrededor era mínima y la sensación de entumecimiento en sus zapatillas era desagradable.

Con la esperanza de resguardar la calma, cerró los ojos y se concentró en los sonidos, ralentizando su respiración. Esto no era la ruidosa Busan, era una zona rural, un condado donde se podía escuchar sin esfuerzo el gorjeo de los pájaros, el silbido del viento atravesando el largo follaje verdoso sobre el techo y las hojas de los árboles a los costados, el canto del gallo de alguna granja muy cercana... De eso trataría su último invierno antes de entrar a la universidad y, aunque se arrepintió tan pronto lo pensó, no creyó que fuera tan malo.

¡Piii, piii!

Mordiéndose la lengua para no soltar una lisura, dio una vuelta sobre su sitio, recuperándose del susto. Una camioneta roja se estacionó delante de él. La ventana del copiloto bajó poco a poco hasta mostrar a su tía Areum con la mitad del cuerpo fuera, de sombrero de paja cubriendo su cabello en bob, chompa de lana floreada y falda dorada hasta los tobillos. Fue inevitable sonreír de lado al darse cuenta que era igual de extrovertida que siempre, tan diferente a su hermano, padre de Jungkook que, a comparación, era tan duro como una roca.

—¡Jungkook-ah, Jungkook-ah! ¡Aquí, aquí! —Tocaron el claxon—. Ay, de verdad que eres gigantesco. Vente. —Le llamó con las manos, extendiendo sus brazos, lista para recibirlo en un fuerte apretón.

Antes que volvieran a causar un alboroto, Jungkook se acomodó la mochila y tomó sus dos maletas para dejarlas detrás de la camioneta. Una capa de polvo se levantó; entre tosidos, se colocó la mascarilla hasta la nariz y se subió al auto, verdaderamente cansado. Su tío, Boo Chinhwa, con un chaleco de lana y su singular bigote que imitaba a Salvador Dalí, se giró a verlo, su larguirucha cara haciéndole gracia. De acuerdo. Había extrañado a estas personas.

MAYBE YOU SHOULD FALL, THAT'S WHAT RIVERS DO 𝗜 kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora