Prólogo

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¿Había algo peor que los días nevados? O más bien, ¿había algo peor que el frío? Seguro que sí.

Frío y estar solo.

Mientras contemplaba el blanco panorama que comenzaba a formarse fuera de la tienda, no pudo evitar imaginarse acurrucado en la cama, con una manta, una taza de chocolate caliente y...

Una pareja cruzó frente a la vidriera abrazados y expulsando vapor de sus bocas al reír a carcajadas.

Definitivamente quería un novio.

Quería caminar por las calles frías y desoladas de la mano de un hombre que le llenara de colores el invierno y que cuando llegaran a casa se encargara de calentarlo con caricias, besos y susurros al oído.

Finn suspiró.

¿Por qué le costaba tanto entablar una relación duradera?

Al menos debía de ser una de las últimas nevadas o la última con suerte, no era que dejara de querer un novio cuando la primavera llegara, pero no sufriría tanto al meterse solo en la cama.

Estaba siendo cursi y dramático a montones, eso le hacía perder completa autoridad para llamar melodramático a Miles.

—Finn —lo llamó Olive—. ¿Sabes si se agotó el hilo amarillo?

Finn parpadeó, intentando comprender lo que le había dicho. Luego de unos segundos respondió:

—Hay que buscar en el pedido que llegó ayer.

—De acuerdo —sonrió—. ¿Estás bien?

—Más o menos —admitió—. Comienzo a pensar que nunca encontraré un hombre bueno.

Olive frunció el ceño.

—Imposible, alguien aparecerá cuando menos te lo esperes.

—Que optimista.

—Alguien tiene que serlo —se encogió de hombros.

La campanilla de la puerta sonó y Olive se marchó para atender a las dos mujeres que acababan de entrar por la puerta. Así que dejó de a un lado el anhelo de un novio y siguió con su trabajo.

Aún tenía que hacer y la hora de cerrar de estaba acercando.

Sin embargo, no hizo mucho porque otro cliente entró y Olive todavía estaba ocupada.

Finn se acercó al hombre que parecía un tanto perdido mirando a todas partes y lo saludó, aunque aún seguía de espaldas. Aparentemente un vestido le había llamado la atención.

—Buenas tardes, ¿puedo ayudarte con algo?

Cuando el muchacho se volteó, Finn deseó que no estuviera buscando un obsequio para su novia o esposa o lo que fuera, porque era guapísimo.

Muy a su estilo como diría Nikolai.

Ojos marrones, cabello castaño y una sonrisa encantadora.

—Me han recomendado este lugar —explicó luego de saludarlo—. Me dijeron que aquí pueden hacerme un traje a medida.

—Estás en el lugar indicado —sonrió—. ¿Quieres saber precios, ver modelos?

—Sí, dejaré que tú me guíes —le dijo—. Sinceramente estoy perdido, mala decisión venir sin alguien que me dé su opinión.

Finn se rio.

Él podría darle más que una opinión.

—Empecemos por lo importante, ¿para qué ocasión necesitas el traje?

La cita de las cincoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora