El Sol se asomaba con su incandescente brillo en el hermoso firmamento. Las hojas de los árboles caían lentamente como si de un rocío se tratase y las flores se veían más hermosas que nunca, ¿y cómo no, si las calles japonesas estaban siendo inundadas por la bella primavera?
Melancolía.
Sin embargo, aunque el día era hermoso, reinaba un aire lleno de emociones negativas, como si fuese un día lluvioso, al menos así pensaba la joven Hinata Tachibana, aquella chica cuya alegría había sido absorbida por la profunda nostalgia al pensar en quien fue su primer y único amor, Takemichi Hanagaki, aquel chico que dio todo para que todos a su alrededor pudieran vivir plenamente, incluso su propia vida.
Hinata caminaba a paso lento hacia el cementerio de la ciudad y con una generosa cantidad de flores nomeolvides en sus manos. Su rostro denotaba cansancio, pues desde que se enteró de la muerte de su amado no ha podido conciliar el sueño como se debe, y eso ha pasado factura en su frágil cuerpo.
Cuando llegó al cementerio, la chica miraba a todos lados buscando la tumba de Takemichi, y cuando la encontró no lo pensó dos veces en sentarse delante de ésta para verla frente a frente.
Un suspiro largo salió de la boca de Hinata.
- Hola, Takemichi. Perdóname por no haber venido antes - Hinata no tuvo la fuerza para ir al funeral, se sentía culpable e inútil por no saber cómo ayudar a su novio mientras podía hacerlo.
No había preparado algo para decir porque quería que todo surgiera naturalmente, pero no estaba resultando.
Hinata se quedó en silencio mientras leía detenidamente el nombre de su amado en la tumba. Aún no lo creía.
Aflicciones.
- ¿Por qué? - Hinata habló con su voz quebrada y sus ojos llenos de lágrimas - ¿Qué ganabas tú con esto, ah?, ¿querías vernos bien a todos?, ¿querías que viviéramos plenamente, no?
Hizo una pausa. El nudo en su garganta empezó a doler demasiado.
- ¿Crees que vivo plenamente sin tenerte a mi lado? Takemichi... - un sollozo se escapó, impidiéndole hablar con claridad - vivo con culpa por no haber hecho nada para ayudarte... no sabía cómo. Siento culpa por haber sido una cobarde y no afrontar la situación como se debía, provocando que me encerrara en mi cuarto por semanas enteras.
Hinata casi gritaba. Sus manos apretaron el ramo de flores, pero no con la suficiente fuerza como para dañarlo. Puso el ramo de nomeolvides en medio de la tumba.
- Perdón... Perdóname por ser una cobarde, por huir, por venir a verte a estas alturas, por no haber hecho nada cuando siento que pude haberlo hecho. Si hubiera sido más perspicaz con todo, más comprensiva... probablemente no estarías así.
"Pero, lastimosamente, el 'hubiera' no existe", pensó.
Hinata ya no se atrevía a ver la tumba, ahora solo tenía su cabeza hacia abajo mientras que sus ojos estaban cerrados con fuerza.
Predilección.
Volvió a respirar hondo y levantó la cabeza para luego abrir los ojos y mirar la tumba. Se estaba obligando a sí misma a ser fuerte.
- ¿Sabes que nunca te dejaré de amar, cierto? - estaba sonriendo, pero por dentro era un manojo de tristeza - Pase lo que pase, nunca te irás de mi mente. Eres quien abunda en mis recuerdos, el impulso que me ayuda a levantarme cuando no puedo, el motor que me ayuda a seguir aunque ya no te pueda ver, abrazar, besar...
Hubo otra pausa. Hinata quería llorar de nuevo.
Respiró hondo.
- Gracias por ser nuestro héroe llorón... Mi héroe llorón. Te amo.
Hinata se paró y miró por última vez la tumba de Takemichi antes de irse. En ese momento le prometió mentalmente a su amado que vendría a verlo todos los días.
La chica se fue de ahí. A pesar de sentirse cansada y de que todo de ella exprese decaimiento, ahora una sonrisa adornaba su rostro. Sintió que se quitó un enorme peso de encima al haber visto la tumba de su amado por primera vez.