Lunes

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Abrí los ojos, despertando un día más, me senté en la cama y corrí un poco la cortina. Levanté la mirada observando a través del cristal empañado, aún que borroso seguía viendo lo mismo cada mañana; el mismo pueblo, las mismas casas, las mismas personas. Era más un decir, pues no había salido de mi casa en más de dos meses, llevaba una vida rutinaria, para nada saludable. 

Recién empezaba mi vida laboral seria, me presenté en la comisaría para conseguir el primer caso de mi carrera. Sin embargo aún no había algo, el pueblo era tranquilo, lo único interesante por así decirlo eran las supuestas desapariciones. A pesar de que tenía al pueblo con los pelos de punta no les quitaban el espíritu navideño. 

Y ahí estaba, sin trabajo, viviendo el duelo que tanto aplace, en la casa de mis padres, pensando ¿cuándo saldré de este pueblo? No lo sabía, no sabia nada en realidad, puse los pies sobre la tierra y bajé a desayunar.

- ¡Hola! - chillo mi madre en un pobre intento llamar mi atención - pensé que serias un ermitaño el resto de tu vida - siguió ganándose una mirada furtiva de mi parte. Hasta cierto punto tenía razón, me había graduado en octubre y desde entonces estaba sin trabajo, sin salir, con el teléfono, comiendo en la cama. 

No solo por que no tuviera que hacer, sino que no quería; estuve agotada después de los exámenes finales, las cenas y fiestas de fin de periodo. Me rehusé ha ir a la mayoría, quién me convenció fue mi mejor amigo un rayo de luz, más que todo los últimos meses.

- JA, muy graciosa, ¿trabajas en un circo ahora? - dije con un poco de molestia.

- Hablando de trabajo...

- No - Corte rápidamente - Ya sabes lo aburrido que es el pueblo - Me lleve una cucharada de cereales a la boca.

- Supongo estarás irritable hasta tener en que más ocuparte - 2 a 0, definitivamente no era mi mañana, ni muy posiblemente mi día, o semana, o mes. Quizá esperaría a que comenzara de nuevo el año y decir ilusamente una vez más "este si va a ser mi año".

- Bien, tu ganas, pero no pienso hablar sobre trabajo o el último mes - dije al terminar de masticar mi nutritivo desayuno. La mire atentamente esperando alguna propuesta para salir, en cambio se escucho el timbré. Mi querida madre traía algo entre manos y lo supe cuando vi quien apareció tras la puerta. Marco. Mi mejor amigo de la infancia, el hijo de la vecina de enfrente, el guapo detective sexy.

- ¡¡Beth!! - dijo animadamente - ¿Estas lista? - Si, obvio estoy lista para salir con mi moño despeinado y mi pijama de My little pony. 

- No, apenas desayunando - Respondí arrastrando las palabras.

- Pasa querido, ¿gustas un poco de chocolate caliente? - Intervino mi madre con una sonrisa de oreja a oreja.

- Claro señora Davies - respondió Marco frotando sus pies en la alfombra. 

Deje el plato en el fregadero que estaba a punto de reventar y me pasee las escaleras hasta llegar mi habitación para mirar que me pondría. Una vez ya arreglada bajé de nuevo, esta vez no estaban en la cocina, en cambio escuche una voces que parecían hablar un idioma asiático. Pase a la sala donde encontré a  mi madre viendo sus series coreanas y al parecer había arrastrado a Marco con ella.

Mi guapo amigo se veía tan concentrado en leer subtítulos y seguir la historia, no pude evitar pensar que era adorable. Me quede algunos segundos más viéndolos hasta que Marco volteo en mi dirección y me dedico una de sus tantas sonrisas. 


Salimos de la casa directo al Centro Comercial, a las afueras de la ciudad, en el camino Marco explico que no había un plan, no era su estilo, pero el mío si entonces estaba maquinando mi propio plan mientras parloteaba como cotorra; él se limito a escuchar. Lo que para nada estaba en plan era encontrar a mi ex, casi irreconocible con esa barba grande y blanca; sin embargo hay estaba, disfrazado de santa, en un sofá rojo aterciopelado con toques de polar blanco y un niño en la piernas susurrándole algo al oído. 

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⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

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Una navidad poco convencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora