único.

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Los últimos días de otoño habían sido un desastre para Iida. Entre cada sentimiento obstruido en su pecho, su cabeza estaba revuelta, sin embargo, había una situación concreta que lo mantenía turbado.

Era un alumno conspicuo, austero y tenía claros sus objetivos, no quería divagar de su propósito. Iida tenía una percepción efímera del romance, pero sabía que podía ser una distracción.

No es que se obligase a rehuir del amor, simplemente y por fortuna, este jamás había brotado en su mente, hasta ese momento.

A Iida le había atraído la actitud de Todoroki desde un principio, de forma amistosa –aunque su corazón decía lo contrario–. Era un chico sosegado e inteligente, agradable para Iida.

Ambos congeniaban en una grata sintonía, que Iida accidentalmente había roto, cuando había comenzado a demandar más cercanía con el chico, y aturullado en sentimientos cálidos, era un manojo de nervios al lado de Todoroki.

Algo que lo mantenía aturdido, era el anhelo que le suscitaba una situación en particular.

A Iida jamás se le había pasado por la cabeza dar un beso... hasta ahora, que se embriagaba imaginando tales escenarios con Todoroki, azorado y ansioso, exageradamente se sentía pervertido por tan solo imaginar un inocente beso con el chico, pero era algo que no lograba apartar de su cabeza.

Últimamente intercambiaban comentarios cortos y charlas banales, más bien se hacían compañía en silencio, Iida con los nervios a flor de piel, y Todoroki con una calidez amable en el pecho que desconocía.

Iida, atareado hasta los huesos por sus estudios, finalmente encontró un pretexto para pasar más tiempo –y a solas– con el chico.

Incluso practicando frente al espejo, le sudaban hasta las entrañas, una y otra vez entorpecía sus palabras con frases enmarañadas, queriendo algo tan sencillo como invitarlo a estudiar.

A la mañana siguiente, rebosando valor –y aterrorizado por dentro–, se acercó a Todoroki con una mueca, sobrecogido e ignorando al resto de sus compañeros.

Con un estremecimiento impropio, saludó a Todoroki en un gesto demasiado robótico.

–Todoroki, hola, buenos días –comenzó a pronunciar como si de un guión ensayado mil veces se tratase.

Pero Todoroki interrumpió con su habitual expresión apática.

–Iida, estudiemos juntos para el examen de la próxima semana.

Iida quedó estático en su sitio.

"Oh no, Todoroki se está robando mi plan"

Con ese absurdo pensamiento y el resto de su mente en blanco, musitó una frase ininteligible. En su pasmo exorbitante, no percató el ligero bochorno que sufría el rostro impávido de Todoroki.

–¡Sí! –exclamó Iida de improviso, asintiendo frenéticamente.

Todoroki dio un respingo y alzó las cejas. Sus boca amenazó en curvar una tenue sonrisa que rechazó a medio camino, avergonzado.

–Sí –repitió en un murmullo.

–Esta tarde, en mi habitación -propuso Iida, más bien como dictando una orden, y antes que Todoroki pudiese replicar, se marchó conmocionado.

Todoroki era reservado, Iida lo sabía, y parecía que ese corazón gélido no abarcaba más allá de su propio pecho, pero fuera de esa expresión impasible había una calidez que ignoraba.

Absorto y despistado el resto del día, la idea de besarlo carcomía en su cordura, y cuando Todoroki llegó a su habitación, se tragó el hastío de dudas y lo recibió afable.

Clumsy kisses . TodoIida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora