𝐎𝟐 | 𝐃𝐄𝐒𝐄𝐎 𝐂𝐀𝐑𝐁𝐎𝐋𝐈𝐂𝐎

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deseo carbólico 


ㅤㅤLa primera vez que Majime, antes de ser Michelle, se decoloró el cabello fue a los 15 años y se lo realizó la estilista famosa del momento, que actualmente está en la cárcel por compartir fotos de menores de edad. Majime no quería usar una peluca rubia aquel día en la grabación de un comercial de ropa al que accedió y se posicionó entre las modelos comerciales gracias al trabajo de productor de su padre, así que decolorar de raíces a puntas fue la mejor opción. Durante años, Michelle se ha erigido como una ciudad del pecado en crecimiento sin fin basada en un particular mosaico de concepciones del mundo servidas en bandeja de plata desde el primer recuerdo infantil y transformadas o reverbalizadas a las concepciones de ahora —donde tiene tenedor, cuchara, cuchillo, toda la colección de cubiertos de plata—, sumado a su comportamiento y personalidad que ha tomado prestada de varias amistades, ex-parejas, amantes y mascotas.

Ahora no se decolora y pinta el cabello solo para comerciales, —tampoco la llaman, ya que prefieren chicas entre 15 y 20 años—, sino porque es incapaz de verse bonita con el cabello negro. Siempre estuvieron los comentarios pasivo-agresivos que la moldearon de una forma más consistente, como láminas de grenetina en agua caliente; Adán entre los dedos de Dios-Padre: "te ves más linda con el cabello rubio", "luces occidental", "tu piel se ve más clara, más bonita". Si ella lo pensara mejor, esas palabras no calaron tan hondo, pero es lo que normalmente dice para justificar. Porque es más fácil de explicar.

—Tengo el cabello rubio porque a la mayoría y a mí, nos gusta.

Lo otro es un poco más difícil.

—Tengo el cabello rubio porque es la única forma en la que alguien dice algo bueno sobre mí, es la única cosa que al menos alguien resalta acerca de mí. El único adjetivo aceptable.

Nunca se lo dice, ni se lo ha dicho a nadie. Solo se mira al espejo y lo piensa mientras se masajea el rostro con los dedos. Reflexiona cinco segundos y lo olvida mientras revisa el celular o va a la cocina a servirse algo de beber antes de ir a trabajar o dejar a su hija a la escuela, mientras piensa que quizás debió quedarse más tiempo en Estados Unidos cuando fue allí de intercambio en su época universitaria, que no están tan lejos del presente. El presente tampoco es malo; ha logrado la realización de la vida ideal japonesa de la que su madre y padre están orgullosos: está casada con un hombre igual o más rico que ella, tiene una vida estable con lujos de más y una hija. Es la estructura perfecta a la que la mayoría de japoneses podría desear obtener. Pero Majime ya había probado un poco de América, de Europa y siente que algo —mucho en realidad— falta.

Dicen que los primeros 6 o 7 años de la vida condicionan la psique. Bueno, Michelle no recuerda mucho de su infancia —por no decir que casi nada—, así que si algo falló o faltó a estas alturas ya no importa.

Rememorar los años universitarios es una bendición y una tortura religiosa. El tiempo ha pasado demasiado rápido que vio reemplazado el poster de The hills have eyes que le regaló Mako como parte de una broma de la facultad, por un cuadro de matrimonio donde luce con un vestido de bodas clásico, blanco con perlas japonesas, zapatos de Dior y un bouquet más grande que su cabeza.

De todas formas, cada vez que Majime se toma el tiempo de pensar sobre sí misma, puede llegar a regurgitar. Es una especie no extinta de rumiación al sentirse visceralmente autobiográfica que pronto se encontrará estéril de nuevas aventuras e ideas tras las constantes actividades viciosas y compulsivas que no le llevan a ningún sitio. Una vida monótona no es algo que combine con el bolso Prada de piel saffiano que descansa en su cama, ni tampoco combina con el bonito apodo "Michelle", el nombre con el cual la llamaban sus amigos extranjeros y ahora casi todo su círculo de negocios y familia la llama así también.

𝐂𝐇𝐎𝐊𝐈𝐍𝐆 𝐆𝐀𝐌𝐄𝐒 ✶ Toji FushiguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora