El colgante

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Los dedos de Chan tocan los suyos, se detienen un segundo de más sobre sus nudillos cuando Chan toma la manzana.

—Gracias —dice.

Seungmin se encoge de hombros. Agarra una manzana cualquiera de la canasta y se pone a comer para distraerse, pero no puede dejar de mirar al príncipe.

Cómo observa la manzana y acaricia la cáscara roja con el pulgar antes de llevársela a la boca. Cómo apoya los labios donde Seungmin apoyó los suyos un momento antes. La manzana cruje cuando Chan la quiebra con los dientes y el aroma dulce se levanta en el aire entre ambos. Chan lame el jugo en sus labios y gira para sonreírle a Seungmin.

—Está rica —dice. Seungmin asiente con la cabeza—. No tenés que llamarme Su Majestad.

—Lo hago por molestar.

—Lo sé, pero es técnicamente incorrecto. Su Majestad solo se usa para los reyes —Chan explica seriamente. A Seungmin no podría importarle menos.

— ¿Cómo te llamo, entonces? ¿Su Excelencia?

—Sí, eso sería apropiado.

Chan sonríe y la diversión hace brillar sus ojitos. Seungmin no puede evitar sonreír también.

— ¿Por qué no querés dormir? —Felix le pregunta a Jeongin, todavía en la cama. Jeongin pone cara de enojado, algo que no da tanto miedo como hace un rato ahora que las pociones le están haciendo efecto y todo su cuerpo se ve mucho más relajado, sin dolor.

—No quiero dormir al lado de Changbin.

Changbin, que se arrodilló al lado de la cama cuando terminó de limpiar la herida, los antebrazos apoyados en el borde del colchón, la mejilla sobre el dorso de las manos, levanta la cabeza sorprendido.

— ¿Qué hice yo? —pregunta.

Jeongin lo mira mal, aprieta los labios.

—Vos sabés qué hiciste.

Changbin hace pucheros. Se ve como si quisiera decir algo más, jugando con los flecos azules del cubrecama, pero se queda callado. Minho vuelve a la cama con un rollo de vendas limpias. Se lo da a Changbin y le pide que las use para envolver la herida en la pierna de Jeongin.

—No —Jeongin se niega—. No quiero que Changbin me toque.

— ¿Que no te toque? —Changbin exclama—. Es para cuidar tu herida. Necesita estar vendada para que no se infecte. Además —agrega bajando la voz, desviando la mirada—, ahí afuera me estabas abrazando.

Jeongin alza las cejas, se cruza de brazos.

Vos me estabas abrazando.

—Nadie estaba abrazando a nadie —Chan dice desde el piso, con la intención de que la discusión no siga escalando, pero nadie le hace caso.

—Yo estaba abrazando al hámster —Felix aporta con alegría, señalando a Jisungie que acaba de entrar a la habitación y está parado junto a la puerta.

—No soy un hámster —Jisungie dice con urgencia, sacudiendo la cabeza. Mira a Minho—. No lo soy —le asegura. Minho asiente con la cabeza una vez, fingiendo solemnidad. Jisungie se dirige a Felix—: ¿Podés venir un segundo?

Felix baja de la cama y deja que Jisungie tome su mano y lo saque de la habitación. Jeongin sigue hablando, levantando un poco más la voz con cada palabra, y Changbin descarta su intento por envolver la herida y deja las vendas sobre la cama mientras lo escucha.

— ¿Por qué no mostrás todo lo que tenés ahí? Seguro que hay cosas de Minho, también. Seguro que entraste a su casa a robar como entraste a la mía. Seguro que...

— ¡Nunca estuve acá! Nunca estuve en tu casa, tampoco. No sé de qué estás hablando —Changbin se defiende, claramente incómodo.

Minho está mirando la interacción con una sonrisita diminuta en la comisura de su boca, entretenido. No parece preocuparle la posibilidad de que hayan robado en su casa.

— ¡El collar! ¡Mi collar! El collar que me robaste cuando entraste a mi casa.

— ¡No deberías habértelo sacado!

— ¡¿Qué?! Se rompió. Me lo saqué con la idea de arreglarlo a la mañana siguiente y cuando desperté ya no estaba.

Changbin resopla y se pone a revisar su bolsito. El movimiento hace que toda clase de objetos brillantes se escapen del bolso y caigan al piso: monedas doradas, piedras preciosas, anillos, brazaletes y otros tipos de joyas, incluso utensilios de cocina. Jeongin sigue hablando:

—Porque vos entraste a robar. Es lo único que sabés hacer: robar y poner trampas en el bosque para lastimar a la gente. No vale nada ese collar, ¿sabías? Funciona solo para mí. Nadie va a querer comprárselo a un ladrón.

Changbin saca del bolsito un colgante. Lo sostiene de la cadena dorada y lo levanta frente a Jeongin para que lo vea. La mandíbula de Jeongin se relaja, labios separados de la sorpresa.

Acerca la mano abierta para que Changbin deposite el colgante sobre su palma. Jeongin cierra la mano alrededor del dije con un suspiro.

—Lo arreglaste... —susurra. Changbin da mordisquitos en su labio, nervioso.

Minho sacude la cabeza y sale de la habitación, la seda de su bata chocando suave contra sus piernas. Jeongin se ve arrepentido de haber dicho lo que dijo, el conflicto interno evidente en la expresión de sus ojos y la postura de sus hombros, pero no pide disculpas. Changbin no las reclama.

Jeongin se lleva las manos al cuello. Tira de la cinta de tela roja que tiene atada en un moño alrededor de la garganta.

La cinta se suelta y cae. Flota en el aire un instante antes de apoyarse delicadamente sobre las manos de Changbin, relajadas sobre la cama. Se enreda entre sus nudillos y Changbin cierra los dedos para atraparla.

Jeongin coloca el colgante en su cuello al mismo tiempo que Changbin ata la cinta roja dándole algunas vueltas alrededor de su muñeca.

El dije que cuelga de la cadena dorada es un rubí con forma de gota, resplandece de color rojo cuando se apoya sobre la piel de Jeongin. A Seungmin le da escalofríos porque hace parecer que el cuello de Jeongin está sangrando.

—No quería lastimarte... —Changbin susurra.

—Está bien...

— ¿Puedo? —Changbin pregunta, sosteniendo las vendas una vez más. Jeongin asiente con la cabeza.

Seungmin deja en la canasta el corazón de la manzana que acaba de terminar de comer y sale de la habitación. Chan sale detrás suyo. La puerta se cierra sola sin hacer ruido.

Alter [Chanmin] 🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora