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Era demasiado estúpida para aferrarse de esa forma a un sentimiento que sabía era incapaz de prosperar; pero allí, cuando estaba frente a ella, ni su futuro ni su pasado eran relevantes, lo único que le importaba era el presente en el que se encontraba justo en ese momento. Un octubre del que comenzaba a enamorarse. Y un otoño, en el que ya no le asustaba más el cercano invierno.
La teoría de Kim

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