único

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Enzo estaba saliendo campeón con River por segunda vez, y a pesar de inflar el pecho con orgullo para gritar cuando se subieron el podio y los papelitos volaron por los aires, no pudo evitar notar las evidentes diferencias que habían con la primera.

Cuando sonó el silbato final en aquella fecha 25 contra Estudiantes, sus rodillas se vencieron solas y cayó al césped como quien se acaba de enterar de la mejor noticia de su vida. Y es que Enzo ya tenía 28 pero no había vivido, quizá, grandes momentos como futbolista desde que debutó. Pasó mucho tiempo en el ascenso hasta finalmente asentarse en Talleres, el club que lo había acogido bajo el ala y al que siempre le iba a estar agradecido, pero que había funcionado como medio para llegar a aquel en el que siempre soñó con estar: entonces, cuando cayó en que le dieron una medalla mientras tenía puesta la camiseta roja y blanca, las lágrimas se hicieron uno con sus ojos.

Casi seis meses después, las cosas habían cambiado. No demasiado. Aún conformaba la dupla de los hermanos Macana con Esequiel y extrañaba a Lucas, pero no era nada que su reemplazo natural, rubio e igual de tímido Facundo no pudiera solucionar. Definitivamente lo más chocante de todo era la despedida de Enzo. No porque fuera repentina —de hecho, Enzo se lo había contado a él primero, de todas las personas, por algún motivo que de verdad no entendía— sino porque era un dolor arraigado a la costumbre. Uno podía imaginarse un River sin muchos jugadores, pero jamás Enzo, que era hincha desde que tenía memoria, podía hacerlo sin el capitán.

Enzo ansió durante tanto tiempo poder Ilamarlo capitán como para que ahora, justo después de salir campeones y desahogarse por el semestre incierto que habían tenido, se fuera. Lo hizo de público conocimiento la noche anterior, mas sólo ahora, cuando los pilusos y latas de espuma fueron repartidos y el aire ya sabía a "Enzo Pérez es de River, de River no se va", se dio cuenta de lo que realmente significaba aquello. No más tonada mendocina mientras arengaba. No más dejarlo a Enzo probarse la cinta antes de un partido para boludear frente al espejo y para ver cómo le quedaría. No más dejarlo escabullirse a su habitación de noche, a veces, cuando no podía conciliar el sueño y quería escuchar anécdotas de Madrid como un nene chiquito. Enzo Pérez, en definitiva, lo dejaba hacer muchas cosas que de otros compañeros no permitiría; a Enzo le gustaba atribuírselo al vínculo que fortalecía el compartir nombre.

No es como si Enzo Pérez, el mismísimo Enzo Pérez, alguna vez se haya dado cuenta de que la profunda admiración que sentía el defensor por él no era sólo admiración. O si sí, Enzo no creía que siquiera haya considerado responderle. Pero ahora... ahora se iba, y todo parecía cien veces más trágico mientras agarraba con gusto el vaso helado de fernet.

—Tu turno, loquito —le dijo Santi Simón. Estaban en fila para sacarse foto con la copa y con Enzo, Jony, Nico y Ema. Una despedida cantada. El muchacho asintió nerviosamente, como si la emoción que sentía hacía rato le hubiera bajado de la nada, y se encaminó a sus compañeros, poniéndose entre medio del capitán y Jony.

—A ver los Enzos —comentó con gracia el Pity, obrando de fotógrafo. Enzo no hizo más que poner una sonrisa que al toque se le derritió cuando sintió a su capitán apoyándole la cabeza en la sien, aprovechando que era más alto. Los dedos de Enzo picaron en el hombro contrario con ternura. Lo miró de reojo para encontrarse con que las típicas arrugas formadas alrededor de sus ojos cuando sonreía estaban presentes, y por una fuerza mayor, se obligó a volver la vista al frente. Si el Pity dio cuenta de algo eligió no decir nada.

Se estaba haciendo difícil de encaminar el pedo melancólico hacia uno alegre, incluso si a su lado estaban los últimos tres bastiones del pedo alegre. Facundo no paraba de cantar mientras Pablo se burlaba de él por no saberse algunas letras. Esequiel, por otro lado, empuñaba el parlante y agitaba como siempre. Por un momento Enzo consideró llevárselo a un rincón para consultarle sobre lo que estaba por hacer pero llegó a la conclusión de que su amigo estaba bastante envalentonado como para darle alguna respuesta que no fuera un balbuceo similar a "Dejate de hinchar las bolas, loco" y "¡Esto no es coca, papi!". Prefirió cortarse solo.

su capitán 》enzo pérez/enzo díaz.Where stories live. Discover now