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Polo Norte

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Polo Norte.

24 de diciembre. En el mundo humano significa nochebuena; llena de paz, amor, cariño y todos los valores que definen a la buena gente. Un espacio en el calendario para decorar sus casas, por fuera y por dentro, y reunirse con familiares a esperar la llegada de Papá Noel. Una fecha maravillosa para muchos. Un día tormentoso y super estresante para una persona, que ni siquiera pertenecía a esa mundana dimensión; un ser llamado Jung Hoseok, el administrador en jefe de la empresa de Santa Claus.

Aquel elfo era perfeccionista desde la cuna, incluso se jactaba de haber planeado su nacimiento, al haber hecho que su madre diera a luz 7 días antes de la fecha señalada por los médicos. Siete días antes. Siete era un numero de suerte para él. Este combinaba al tres, el cual era ligado a lo espiritual, con el cuatro, que era un conocido representante terrenal. Siendo así, establecían un puente entre el cielo y la tierra. Ese número lo había guiado a ser lo que era. Por eso se esmeraba en su trabajo, porque había nacido para ello. El siete era un numero perfecto, tan perfecto como Hoseok, y era tan devoto a él, como lo era de sí mismo. Confiando siempre en su capacidad creadora y superándose día a día. Sin embargo, esa navidad se le estaba complicando un poco.

Hoseok inspeccionaba las columnas de regalos envueltos, verificando que los moños estuvieran bien hechos. Un alto elfo iba tras sus pasos. Era el encargado de envolver los obsequios que les darían a todos los niños del mundo a medianoche. El vigilante del orden se detuvo de pronto, y el alto elfo chocó contra su espalda. Luego de que Hoseok le dedicara una mala mirada, dirigió la atención al detalle fuera de la norma que interrumpió su marcha.

—¿Qué es esto? —inquirió Hoseok, con ojos entrecerrados, inclinándose a la cinta que afloraba de la caja. Observó el objeto, meticulosamente. Tanteó la superficie del papel de regalo con la punta del bolígrafo retráctil. Su rostro salpicó desagrado cuando más cinta brotó del presente, aflojándose con un solo toque— ¡Te he dicho mil veces que debes apretarlo fuerte, Jin! ¡Esto es inaceptable!

Jin tembló de miedo. Era verdad, Hoseok le había advertido antes sobre ese aspecto suyo, y resultó que Jin se equivocó de todas formas. Se sintió avergonzado durante el sermón de Hoseok, quien empleaba un tono duro y tenaz, haciéndolo sentir culpable de defraudarlo.

—¡Has un nudo fuerte! Es todo lo que te he pedido, y nunca obedeces. —soltó Hoseok, abrumado, por el error ante sus ojos. Empezó a preguntarse cuantos obsequios habría mal envueltos— ¡No haces más que llorar y atrasar el trabajo!

Jin se abrazó a sí mismo con el brazo derecho, realmente apenado por los reclamos que Hoseok le disparaba, sin darle tregua para excusarse. Una profunda tristeza había despertado en su interior. Mordisqueó sus labios, en un intento desesperado de ignorar el sentimiento asentado en su pecho y evitar que las lágrimas salieran de sus ojos acuosos.

—No vayas a llorar.

—Lo siento, lo siento tanto. —dijo Jin, con voz quebradiza. Sorbió su nariz y limpió sus mejillas con la manga del suéter color pino que llevaba puesto— Es que me pongo extra sensible en Navidad. Perdón por no servir para nada, Hoseok. —susurró, encogido en su lugar.

𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒐 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒂 © 🔭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora