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Natalie era una de las personas más importantes para mí, resultaba increíble cómo, cada vez que sentía que ya no quería existir, simplemente hablar con ella me recargaba de energía.
Sin embargo, a mis padres nunca les agradó, decían que ella me daba una mala imagen. Pero cuando se trataba de ella, no me importaba lo que los demás tuvieran que decir.
La quería por lo que era, y jamás nadie podría convencerme de que Natalie era mala.
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─────── ❝ 𝐍𝐚𝐭𝐚𝐥𝐢𝐞 ❞ ───────
1995
(1 año antes del viaje en avión)
Salí de la escuela y me encaminé hacia aquel rincón secreto, en busca de la rubia de ojos claros que había decidido saltarse el entrenamiento hoy.
La única vez que Nat había faltado tanto a las prácticas fue cuando decidió que sería una buena idea ausentarse durante una semana para estar con aquel chico de aspecto extraño, tan desagradable que su nombre se había desvanecido de mi memoria. Esa semana ni siquiera quiso hablar conmigo; cada vez que la interceptaba en el pasillo, me empujaba diciéndome que no me metiera en su vida, mientras mi corazón se rompía una vez más.
Pero aquí estaba, otra vez, tras de ella, mientras el ambiente cálido de la tarde otoñal calentaba mis mejillas. O tal vez solo estaban rojas por haber corrido tanto en busca de la chica.
—¿Te envió el entrenador?— suspiré aliviada y me detuve en seco. Volteé y la observé, pero Natalie no me miró; su vista estaba fija en el inicio del bosque.
Su aura emanaba una mezcla de tristeza y vergüenza que llegaba directo a mi corazón. Nat había estado comportándose así durante una semana; ni siquiera me dirigía la palabra. Todo debido al último partido que nos llevaría a las nacionales, donde, a punto de anotar un gol crucial, falló, entregándole la victoria al equipo contrario.
