ꜱᴇɪꜱʜɪ (ᴋᴜʙᴇᴛꜱᴜ ɴᴀꜱʜɪ?) ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 1: ᴅᴇꜱᴀꜰɪᴏ ꜱᴏʙʀᴇɴᴀᴛᴜʀᴀʟ

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En un rincón olvidado del vasto territorio mexicano, oculto entre colinas y rodeado de exuberante vegetación, yacía un pequeño pueblo de no más de 120 habitantes. Este pintoresco lugar, envuelto en una atmósfera de tranquilidad y seguridad, se convertía en hogar para aquellos que valoraban una vida sencilla y plena.

La esencia de la vida en este rincón remoto residía en las raíces profundas de la agricultura y la caza, prácticas que sostenían la existencia de sus habitantes. La comunidad era tan íntima que todos se conocían entre sí, creando un tejido social fuertemente entrelazado.

A pesar de su aislamiento geográfico, el pueblo no estaba desconectado del resto del país y del mundo. Algunos poseían teléfonos celulares y automóviles, pequeñas ventanas a un mundo más allá de las colinas. Estos elementos modernos no solo facilitaban la comunicación con el exterior, sino que también introducían una pizca de cambio en la cotidianidad arraigada en la tradición.

Bajo el cielo despejado y los tonos vibrantes de la naturaleza circundante, este remanso de paz guardaba secretos y destinos que estaban a punto de desplegarse, guiados por fuerzas que trascenderían fronteras y dimensiones. La apacible fachada de este pueblo escondía una historia que estaba a punto de desvelarse.

En medio de un campo despejado, donde el verdor de la naturaleza se extendía hasta donde alcanzaba la vista, Kubetsu Nashi, un chico de doce años con piel morena clara y cabello oscuro que caía en picos desordenados, se encontraba inmerso en sus propios pensamientos. El sol del mediodía acariciaba su rostro mientras miraba el cielo con una sonrisa radiante, sus ojos azules reflejando la emoción por un nuevo día.

Sin embargo, la paz de ese momento se vio interrumpida por la llegada de su hermano menor, Tabo, un niño de diez años que compartía el mismo color de piel y ojos, además del estilo de ropa, que su hermano mayor, tratando de imitarlo, debido a su admiración por él. Tabo, con un tono juguetón, llamó a Nashi con entusiasmo.

—"Nashi, hermano mayor," exclamó Tabo, corriendo hacia él.

Nashi giró hacia su hermano con una sonrisa acogedora.

—"¿Qué pasa, Tabo?", preguntó.

En medio del campo, donde la naturaleza se desplegaba en su máximo esplendor, Tabo explicó a Nashi que Don Francisco necesitaba ayuda para acarrear leña, ya que su burro de carga estaba enfermo. Nashi, familiarizado con la tarea, asintió con naturalidad, indicando que podrían ir de inmediato. No era la primera vez que solicitaban su ayuda para tales tareas.

Ambos emprendieron el regreso al pueblo. Al llegar, comenzó un trayecto que parecía estar impregnado de familiaridad y rutina para Nashi, los saludos resonaron en el aire, una sinfonía de voces conocidas que creaban un ambiente cálido y acogedor.

—"¡Hola, Nashi!" Saludó Doña Rosa desde la entrada de su casa.

Nashi le respondió con una sonrisa. —"¡Hola, Doña Rosa! ¿Cómo está hoy?"

—"Bien, bien, gracias a Dios. ¿Y tú, cómo estás?"

"Todo bien, gracias. Vamos a ayudar a Don Francisco con la leña."

Los pequeños gestos de cortesía y los saludos se multiplicaban mientras caminaban por las calles adoquinadas del pueblo. Las casas, modestas pero llenas de vida, se alineaban a ambos lados. Algunas tenían macetas de colores vibrantes adornando sus fachadas, y el aroma de la comida casera se filtraba en el aire.

"¡Nashi, buen día!" Exclamó Don Manuel desde su puesto de frutas.

—"¡Buen día, Don Manuel! ¿Cómo va el negocio hoy?" respondió Nashi, deteniéndose por un momento.

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2023 ⏰

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𝑺𝒆𝒊𝒔𝒉𝒊 (𝑲𝒖𝒃𝒆𝒕𝒔𝒖 𝑵𝒂𝒔𝒉𝒊?)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora