Kissing my hand

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Los personajes de esta historia NO me pertenecen, los mismos pertenecen a Hajime Isayama. No obtengo ganancias con esta historia.

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La caída había sido desde una altura media, un caballo no es tan alto. ¿Verdad? Caballo traicionero, quisiera que fueras como Bullfart, ese caballo de Jean que es más fiel que un perro. No me atrevo a ir a que me curen la mano, ya estoy cansado de que me vean como el más débil del escuadrón, tal vez lo soy y estoy de acuerdo con eso, pero no me gusta que se burlen... Aunque nunca se han burlado de mí ¿Verdad? siempre me ayudan y buscan la manera de que esté bien. Son mis compañeros, ellos jamás se burlarían de mí.

Apreté mi puño y fruncí el seño solo para hacerme el fuerte. Dolía, dolía mucho, pero no quería que se burlaran de mí, es hora de actuar como un hombre. Pero no soy un hombre, apenas estoy creciendo, soy un adolescente, soy más niño que adulto... ¿O soy más adulto que niño? La puerta de la habitación se abrió de golpe y me sobresalté, yo no esperaba que nadie entrara así al lugar. Debí tener cara de muerto o algo por el estilo porque Jean se acercó a mí con rapidez.

- ¿Ha pasado algo? ¿Todo está bien? ¿Estás bien?

Ahí está la verdad, Armin. Todos se preocupan por ti, deja de pensar mal sobre tus compañeros, ellos te aprecian.

- E-eh... Me caí del caballo y creo que me... - Ya había sido tarde para terminar de hablar porque Jean me había tomado la mano con delicadez y comenzó a exáminarla. Frunció el ceño y luego se atrevió a tocarme la mano. Tocó mis nudillos con la yema de sus dedos con sumo cuidado. Soltó un suspiro mientras soltaba mi mano.


- ¿Me esperas unos minutos? Te ayudaré con esto. - Asentí con la cabeza mientras lo veía irse.

No habían pasado más de cinco minutos cuando la puerta de la habitación se volvió a abrir de golpe, esta vez no me sobresalté pues sabía que mi amigo vendría a ayudarme, como siempre. Él se sentó frente a mí sobre un taburete viejo de madera, en sus manos llevaba vendas, una tijera y un frasco que parecía ser un ungüento. Dejó todo sobre la cama y tomó mi mano lastimada y comenzó a aplicar fuerza sobre ella. Me quejé un par de veces por el dolor que me causaba con tanta tocadera.

- Lo siento, es necesario para saber dónde estás lastimado. - Se disculpó Jean.

- No importa.- Dije firmemente, quería dejar de parecer un niñito de diez años, yo ya no era un niño.

Jean aplicó uno de los ungüentos sobre mis nudillos, la crema era verde y desprendía un olor a hojas machacadas y a menta. Sus asperos y gruesos dedos masajeaban las áreas lastimadas como si las mismas estuvieran hechas de seda y después de un rato comenzó a colocarme el vendaje.

- Cuatro...cinco ¿No lo sientes demasiado ajustado? - Preguntó Jean mientras me ponía la venda. Me miraba con la preocupación dibujada en sus ojos, pero con la amplia sonrisa que siempre colocaba cuando me ayudaba.

- Está bien, se siente muy bien. ¡Gracias! -Le agradecí rápidamente.

Jean comenzó a rascarse la cabeza con una de sus manos mientras seguía sonriendo, supongo que es su forma de decirme que no es nada ya que siempre es así, a veces es un chico de pocas palabras y entiendo su silencio. Él tomó mi mano ya vendada y posó sus labios sobre el vendaje, no veía venir eso y mis mejillas se tiñeron de rojo.

- ¡E-eh qué ha-haces! - Dije exaltado mientras le miraba fijamente lleno de vergüenza.

- ¡No es nada, mi mamá lo hacía cuando yo estaba pequeño y pensé que funcionaría contigo! - Me dijo algo alterado con las mejillas encendidas, mientras que movía sus brazos con desesperación hacia arriba y hacia abajo. Me causó gracia verle en esa actitud ya que nunca lo había visto de esa manera.

- Gracias, Jean. - Le dije con sinceridad y le regalé una tímida sonrisa de lado a lado, cosa que lo hizo tranquilizarse. Me devolvió la sonrisa aún sonrojado. Jean se puso de pie y dejó el taburete en su lugar. Tras asegurarse de que realmente me encontraba bien y que no necesitaba nada más comenzó a caminar a paso lento hacia la puerta. Antes de que el mismo saliera de la habitación le pedí que se detuviera.

- ¿Para qué habías venido antes?

- Para ver si estabas bien, niño. Dejaste tu caballo suelto por ahí y pensé que había pasado algo.

- Ya veo... - Tras esto siguió su camino y abrió la puerta.

- Descansa, te veo a la hora de cenar. - Cerró la puerta dejándome sólo en mi habitación.

Me dejé caer hacia atrás en mi cama y cerré los ojos. Mi corazón dio un salto inesperado y sonreí a medias porque no fue un movimiento que me preocupara del todo, además la sensación que vino luego del mismo fue especial. Mi pecho se sentía caliente, pero no tan caliente que quemaba, era una sensación agradable. Realmente no me preocupaba porque me vieran débil, realmente me preocupaba que él me viera mal porque por él sentía muchas cosas diferentes y amor era una de ellas. Si nunca le he dicho es por el miedo que me da perder su amistad, prefiero que mi amor por él sea así antes de perderlo. No sé si en futuro me anime a decirle lo que siento, pero por ahora él es mi amor platónico y nada más. Tras esto besé mi vendaje, justo donde Jean había depositado un beso minutos antes. Después de todo es como besarlo a él, solo que dudo que sus labios sean tan asperos. Solté una risita y tras un largo rato me quedé dormido pensando en que tal vez ambos sentiamos lo mismo.

PlatonicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora