Un hombre despierta abruptamente en una celda oscura y sombría, sin recordar nada de su pasado. Sus extremidades están encadenadas, dejándolo vulnerable y desnudo. La escasa iluminación proviene de una solitaria antorcha, creando sombras inquietantes. A su lado, yaciendo inconsciente, se encuentra otro hombre en la misma precaria situación. El eco de desgarradores gritos de dolor retumba en el ambiente, aumentando la sensación de angustia y desesperación en el hombre, quién inútilmente trata de librarse de sus ataduras. La incógnita y el misterio se apoderan del ambiente cuando el sonido de llaves abriendo la puerta de la celda se hace presente. Entra un ser de espeluznante estatura, su piel está descompuesta y cubierta por un delantal sangriento, mientras lleva una tela en la cabeza. Con una brutalidad extrema, arrastra a otro individuo desesperado y desnudo que no puede contener sus gritos angustiantes. La criatura aprieta los puños, le inflige puñetazos brutales que desfiguran su rostro, dejando sus facciones irreconocibles. El ser siniestro utiliza sus afiladas garras para abrirlo violentamente, provocando una escena sangrienta y espeluznante. Con una macabra sed de sangre, extrae el intestino delgado del hombre y emprende el cruel acto de asfixiarlo. La criatura se da la vuelta y camina al segundo hombre encadenado para examinarlo de arriba a abajo. El hombre, lleno de terror y temiendo por su vida, observa aterrado mientras la criatura usa sus garras para realizar un corte profundo, haciendo que los órganos y las tripas del hombre caigan al suelo. Finalmente, la criatura libera al hombre, quien desesperadamente se arrastra por el suelo, suplicando ayuda.
Se abalanza sobre un hombre moribundo, hundiéndolas con ferocidad en su cuerpo. Con una fuerza sobrenatural, arranca las costillas del hombre, desgarrando su piel y liberando una cascada de sangre carmesí. El horror y la violencia se van fusionando poco a poco. El abominable ser sujeta con una fuerza sobrenatural un trozo de costilla ensangrentada que ha arrancado de forma violenta a su víctima humana. Con una crueldad inquietante, la criatura se apresura a clavar la costilla en su propia anatomía, desafiando todo sentido de la lógica y la moral. Luego, se acerca sigilosamente al último hombre vivo en la sala. El hombre presa del pánico mientras suplica ayuda con gritos desgarradores. La criatura examina detalladamente al hombre, sus afiladas garras trazan un símbolo misterioso en su pecho. El hombre, agonizando, gime de dolor mientras su sangre brota desesperadamente, pintando un cuadro de horror y sufrimiento. El ser infernal suelta al hombre de sus cadenas y agarra con firmeza la nuca del hombre y lo guía a través de una sala sombría. A medida que avanzan, el hombre camina cautelosamente sobre un desolado suelo cubierto de sangre, órganos y tripas esparcidos. Dos cadáveres yacen inmóviles en su camino, recordándole la brutalidad del lugar. Juntos, la criatura y el hombre se acercan a la puerta de salida. Dos seres, uno humano y otro monstruoso, avanzan por un oscuro pasillo de ladrillos de piedra. La luz de las antorchas ilumina su camino, revelando cada detalle de las siniestras habitaciones que encuentran. En cada una de ellas, las personas son mantenidas cautivas en las celdas. El hombre, atemorizado y angustiado por el destino fatal y violento que lo aguarda, avanza en compañía de la criatura. A medida que avanzan, Es testigo de horribles escenas, presencia cómo otras criaturas despiadadas matan a hombres, mujeres y niños. Todo apunta a que es guiados hacia un lugar desconocido. El horripilante ser conduce al hombre hacia otra criatura aún más aterradora en un oscuro y lúgubre calabozo. Esta última criatura, con aspecto monstruoso, sujeta grilletes y encadena al hombre junto a otros prisioneros, formando una inquietante fila. Es formada una larga fila de hombres y mujeres encadenados y con grilletes que se va desplazando en medio de un ambiente caótico. La expresión de pánico y miedo se refleja en los rostros de muchos, mientras que otros intentan encontrar la calma en medio de la confusión. El hombre, desorientado, trata de buscar respuestas, cuestionando a los demás si tienen algún conocimiento de lo que está sucediendo. Todos comparten la misma confusión, incapaces de recordar cómo llegaron a encontrarse en esta situación desesperante. Las criaturas siniestras yacepticas dan órdenes de avanzar a estas almas aprisionadas. A medida que avanzan, atraviesan pasillos estrechos y ominosos de piedra en mal estado. El eco de los desgarradores gritos de dolor resuena por los oscuros pasillos, de tal forma que el miedo se intensifica en el ambiente. La fila de personas avanza por un pasillo sombrío. A medida que avanzan, sus ojos se encuentran con espeluznantes celdas donde la tortura y la muerte parecen ser el pan de cada día. Entre todas las horripilantes escenas, el enfoque se detiene en una peculiaridad:
Contemplan a una mujer, angustiada por el llanto y los gritos, mientras dos criaturas la sostienen, pero su verdadero tormento se revela cuando una tercera criatura sujeta con firmeza al hijo de la mujer. Las figura sombrías y siniestras sostienen a la mujer indefensa, mientras que otra forma amenazante y violenta, con movimientos bruscos, corta los párpados de la mujer con crueldad. El macabro espectáculo se desarrolla en una habitación oscura, iluminada únicamente por una tenue luz de una antorcha que resalta la angustia en el rostro de la mujer. La desgarradora situación se intensifica mientras la madre es obligada a presenciar, con los ojos abiertos, el terrible destino que aguarda a su bebé. Las dos criaturas malévolas fuerzan a la mujer a consumir sus propios párpados recién cortados. En medio del horror, la tercera criatura surge con sorprendentes cadenas que emergen de las grietas de la pared, envolviendo los pies, la cabeza y los brazos del bebé de la mujer. Un momento aterrador lleno de horror y desesperación para dicha madre. El bebé está indefenso, con cadenas saliendo de las grietas de la pared, las cuales están atadas a todas sus extremidades. De repente, un mecanismo se activa y las cadenas son tiradas hacia atrás con una fuerza impactante, causando una mutilación violenta y espeluznante al bebé. El terror y la angustia llenan el aire mientras esta perturbadora escena se despliega ante los ojos de la mujer retenida. Ella, apenada y con una total agonía en el cuerpo, llora desconsoladamente al presenciar impotente la trágica muerte de su bebé a manos de los misteriosos seres. El rostro de la mujer refleja un dolor profundo y su grito desesperado llena el aire mientras intenta desesperadamente escapar de las garras de las dos criaturas que la retienen, La tercera se despoja del delantal revelando su desnudez total, añadiendo una capa adicional de perturbadora tensión al ambiente. Ese monstruoso ser, ahora desnudo, se masturba y deja caer su espeluznante lefa verde ennegrecido sobre la cabeza del bebé recién mutilado. El líquido ácido burbujea y humea mientras consume y derrite la cabeza, pintando así un espantoso cuadro de descomposición. Dos de las horripilantes criaturas arrastran a la mujer hacia el semen borboteante. A pesar de su resistencia, la obligan a acercarse y lamerlo con su lengua. El dolor se desata cuando le estampan la cara contra el líquido, lo cual causa que su rostro se derrita y queme. Su cara se desfigura totalmente, suegen grandes cantidades de sangre que fluyen sin control. La mujer encuentra su final cuando las tres aterradoras criaturas la desmembran brutalmente. Mientras su rostro se consume en llamas y se derrite. Continúan avanzando por el siniestro y escalofriante pasillo se extiende ante la fila interminable de personas encadenadas. En medio de la penumbra, destaca una celda macabra donde un espeluznante caldero gigante descansa sobre un fuego ardiente. Dentro de ese siniestro recipiente, vislumbran cuerpos humanos siendo arrojados y cocinados vivos, sus huesos, cabezas y trozos de carne flotan en una sopa espeluznantemente. Además, dos criaturas grotescas aprovechan para añadir su toque especial al caldero, defecando y orinando en él para potenciar su sabor. El caldero gigante hierve intensamente mientras su contenido, una sustancia sanguinolenta, envuelve y consume a las víctimas que son lanzadas dentro de él. La piel de los desafortunados se quema rápidamente, creando ampollas dolorosas y quemaduras, llevando a una muerte agonizante y lenta. Los gritos son silenciados y hundidos en la sopa mientras el caldero sigue hirviendo sin piedad. Avanzan, sus gritos desgarradores se intensifican. A medida que se adentran en el oscuro paraje, las celdas de tortura que vislumbran exhiben torturas cada vez más dolorosas. El aire se llena de una atmósfera lúgubre y sofocante mientras estas víctimas desesperadas enfrentan horrores inimaginables. Un espectáculo macabro en el que el sufrimiento humano es llevado al límite. Un espeluznante escenario nos muestra una celda sombría, donde dos niños monstruosos, con aspecto de humanoides, cruelmente envuelven a un hombre sin extremidades en alambres de espino. La piel desgarrada y las heridas profundas causan un intenso derramamiento de sangre, mientras los niños parecen gozarse de ello. En una celda cercana, una mujer indefensa está atada a una silla. Una criatura siniestra, con un cuchillo en mano, la despoja de su piel lentamente, mientras esparce unas semillas misteriosas en la herida expuesta. A continuación, libera unos insectos extraños de un frasco, los cuales devoran vorazmente las semillas mientras perforan la carne de la mujer, causándole intensos gritos de agonía. La fila interminable de personas llega a un desolador paisaje infernal. Están atrapadas en el infierno, rodeadas de llamas que iluminan criaturas monstruosas en todas partes. Algunas de estas criaturas tienen alas, mientras que otras se asemejan a horribles gusanos. Figuras humanoides patrullan la zona, azotando a los humanos con látigos de hierro para obligarlos a trabajar en la construcción de máquinas de tortura o en las minas. Los gritos de agonía resuenan por todas partes, mientras a lo lejos se alza un imponente castillo. El hombre, envuelto en una atmósfera infernal, empieza a sospechar que ha fallecido y que se encuentra en el mismísimo infierno. Un destino atroz lo espera mientras las personas a su alrededor, desesperadas, luchan por liberarse de cadenas que los aprisionan sin esperanza alguna. Las desafortunadas almas encadenadas miran hacia el abismo y contemplan con horror los imponentes carruajes metálicos que yacen inmóviles. Los caballos de hierro parecen esperar pacientemente su próximo acto de opresión. Mientras tanto, uno de los crueles guardias sostiene un barril repleto de alambres de espino preparando el tormento que está por venir. Sin piedad, envuelven a las personas en alambre de espino, este sujetándose fuertemente en su carne y quedándose clavado. Con una despiadada patada, son expulsados cuesta abajo, rodando en agonía. El alambre de espino va penetrando y desgarrando su carne mientras chocan unos contra otros o son golpeados por las cadenas a las que están sujetos. Al caer, los guardias incorporan violentamente a los cautivos y los agrupan con mas personas que han aterrizado en las mismas condiciones. Muchas de las personas son seleccionadas y metidas dentro de esa prisión de hierro con ruedas y otras son encadenadas por los brazos por unas cadenas que salen del propio carruaje, dejando así a las personas fuera. Luego, las cadenas comienzan a arder, fuego provocado también por el carruaje. Las personas atadas gritan de dolor y los gritos son absorbidos por los caballos de hierro haciendo que los ojos de estos se tornen rojos y que los corceles demoníacos comienzen a moverse. El siniestro y tétrico carruaje de hierro se desliza a toda velocidad avanzando entre un paisaje dantesco. A medida que avanzan se revelan guardias implacables que desgarran la piel de los desdichados esclavos con látigos relucientes con látigos de hierro. Los árboles desnudos y sin vida actúan como testigos silenciosos de las horcas que cuelgan cuerpos inertes. Una macabra montaña de carne humana, habitada por espeluznantes púas y figuras empaladas, se alza amenazante, mientras que el suelo se encuentra sembrado de desmembramientos, huesos y cabezas. En medio de este escenario infernal, los gritos desesperados de las víctimas resuenan, ya que son conducidos hacia un destino funesto. El grupo de cautivos es escoltados en un sombrío carruaje de hierro arrastrado por los infernales corceles igualmente metálicos a través del paisaje infernal. A medida que avanzan, se encuentran con un descomunal lago de fuego que arde con una intensidad abrumadora. En la distancia, vislumbran más prisiones similares a aquellas de las que han sido liberados, generando incertidumbre sobre su destino final. Mientras ascienden una empinada colina en el inframundo. Finalmente, alcanzan la cima y se encuentran ante el umbral del mundo de los vivos, vislumbrando una lejana ciudad. Los caballos se detienen y esperan pacientemente junto a un grupo de guardias montados en enormes bestias, armados con lanzas y escudos, preparándose para lanzarse en una arrasadora carga. Todos los soldados diabólicos aguardan la llegada de una figura alta envuelta en una túnica negra, portando un misterioso bastón. En un dramático gesto, la criatura realiza un hechizo, apuntando hacia el cielo. Los jinetes se preparan para desatar la devastación en el mundo. Una composición impactante que invita a los cautivos a reflexionar sobre el destino de la humanidad. Desde el cautiverio en un lúgubre carruaje de hierro, el hombre observa con terror cómo los seres infernales se preparan para desencadenar el caos en el mundo. Los siniestros jinetes cargan furiosamente hacia la ciudad, listos para asesinar y destruir todo a su paso. El cielo se tiñe de un intenso rojo sangre, mientras un aterrador portal se abre y libera una gigantesca bestia voladora con tentáculos, que engulle el sol. Las catapultas disparan frenéticamente contra los rascacielos, mientras las personas atadas al carruaje de hierro son consumidas por llamas. Los gritos desgarradores de los prisioneros hacen que los caballos de hierro reanuden su marcha, arrastrando el carruaje hacia la ciudad en una dirección que solo augura desolación. Un panorama
apocalíptico emerge cuando el carruaje de hierro, llega a una ciudad en ruinas iluminada por un cielo en tonos sangrientos. Seres infernales con fauces abiertas arrasan todo a su paso, mientras jinetes sedientos de sangre cargan contra indefensos ciudadanos empalándolos en sus lanzas. Los soldados, vestidos con armaduras, mutilan y asesinan sin piedad, aumentando la cantidad de cadáveres en las calles ya teñidas de rojo sangre. Bestias voladoras escupen fuego y reducen edificios a cenizas, mientras catapultas demuelen casas a su alrededor. Las víctimas, arrancadas de sus vehículos y hogares, son ejecutadas a plena vista, mientras el terror se refleja en los rostros de hombres, mujeres y niños inocentes. La batalla culmina cuando una gigantesca bestia voladora, con tentáculos retorcidos y ojos llameantes, enfrenta y destruye las aeronaves y helicópteros del ejército, haciendo retumbar los lamentos de dolor en todas direcciones. El imponente carruaje de hierro avanza con sus aterrados e impactados pasajeros atravesando el caos infernal que devasta la ciudad. La ciudad, en ruinas, está teñida con la oscuridad y el fuego de las legiones infernales. En el horizonte, un río de pus serpentea, llevando consigo cuerpos flotantes que son macabros testigos de la desolación. Bestias voladoras, con llamas danzantes en sus garras, arrasan con las tierras verdes y bosques, infligiendo su maléfico poder. Las grandiosas montañas ahora se han transformado en imponentes volcanes de huesos, mientras que el suelo, agrietado y bajo el contundente poder de las tinieblas, revela la emergencia de seres infernales aún más terroríficos. A pesar de la pesadilla que los rodea, el protagonista ha dejado de gritar y, con resignación, acepta que el carruaje los conduce hacia su fatal destino en el día del juicio final. Los demonios, inescrutables en su forma y ahora en control absoluto, los guían inexorablemente hacia su última parada. Un paisaje infernal se revela ante nuestros ojos mientras se presencia el terrorífico viaje en el carruaje de hierro. El rojo resplandeciente del cielo ilumina la oscuridad de la noche, resaltando la desesperación de los presos mientras son arrojados hacia su destino trágico. Todos son despojados del carro y los sitúan al borde de la garganta del volcan de hueso, del que se respira un olor a nauseabundo, el olor a muerte. El hombre es arrojado junto al resto de los presos y cae en un montón macabro de vísceras, órganos y escombros humanos, hundiéndose lentamente en las profundidades de un imperio cadavérico. El hombre va aceptando su sombrío destino mientras se va sumergiéndose poco a poco entre todo ese mar de descomposición y partes cercenadas del cuerpo. Conforme va tocando fondo, sus desnudos pies van tocando y quemadose con la sangre hirviendo que hay. La erupción final del volcán envía un chorro de sangre hirviente y fragmentos humanos al aire, sellando la destrucción y el dominio infernal en este mundo devastado.
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Mariposas putrefactas
HorrorUna antología de 10 escalofriantes relatos de terror que te mantendrán al borde de tu asiento. En esta antología se resaltará por encima de todo, el gore. El lector experimentará sangrientas escenas llenas de gore y violencia sacadas de las profundi...