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Thyme llevaba todo el curso queriendo decírselo a Kavin que le amaba con locura pero no encontraba la ocasión perfecta. Porque jamás se sentía con el coraje suficiente para decírselo. Y, por cada intento fallido, lo dejaba para el futuro, diciendo que mañana lo haría, o que a la semana siguiente sería mejor. Y así, poco a poco, se había convertido en un procrastinador de talla profesional y las clases se habían acabado y con ellas había llegado el verano.

¿Qué era lo que le retenía sus palabras dentro de su boca? Ni él mismo lo sabía. Y no es que la falta de oportunidades hubieran sido un impedimento porque en los recreos pasaban tiempo juntos como un buen par de amigos, a veces acompañados del resto de su pandilla, también habían quedado algunas tardes para salir... Incluso durante el verano pasado habían estado juntos en la piscina y, cuando llegaron las ferias con motivo de las fiestas, también estuvieron juntos, a veces ellos dos solos, a veces con el resto de la pandilla. Miles de oportunidades al alcance de la mano que se le escaparon entre los dedos por su inacción. Pero, ¿qué era lo que le retenía?

Tal vez fuese por timidez. Cada vez que Thyme miraba a Kavin, era como si una cremallera se cerrase sobre sus labios. Al menos hasta que le preguntaban algo, le hacían hablar y él soltaba algunos balbuceos errabundos que a veces provocaba la risa de sus compañeros. Y también de Kavin, por supuesto... Acaba enrojecido por la vergüenza, por haber quedado en ridículo delante de él... Pero no podía evitarlo, era como algo mecánico e innato en él. Era toda una ironía. La persona a la que más quería hablar y a la que menos podía hacerlo. Por lo menos, le gustaba pensar que, si eso no era una prueba del amor que sentía por él, no había nada más que lo pudiese probar

Tal vez fue su cuerpo. Kavin era apuesto, 1.85 y tenía un cuerpo fino. No tenía una musculatura gruesa ni dura, de abdominales abultados y pectorales de hierro, pero era fibroso y estaba bien formado, a base de practicar su deporte favorito: el baloncesto. Thyme sabía cómo era de cuerpo gracias a que le había visto sin camiseta en alguna ocasión. Pero nada más.

Una cosa que tenía clara era que la sexualidad no era un impedimento. Tal vez se podría pensar que Thyme no decía nada por miedo al rechazo, que Kavin fuera hetero y dejase de ser su amigo. Pero ese frente lo había dejado de lado hacía tiempo, cuando vio por casualidad su foto en una aplicación de citas gays. Entonces también estuvo tentado de escribirle, desde la protección del anonimato. Y aunque llegó a escribir un extenso mensaje para enviarle, no llegó a dar a enviar y el mensaje se perdió dentro de la tecla de borrar.

Entonces, ¿qué le impedía dar el paso? Thyme no tenía ni idea, y la impaciencia le comía por dentro. Así, se le había escapado todo el año académico, el verano, las fiestas y la feria, sin atreverse a nada. Detestaba la idea de esa idílica oportunidad perdida, del típico romance de verano que acaba con final feliz. Pero todavía no se había rendido y pensó en un nuevo intento con la celebración del fin de las fiestas. Durante la última noche, todo el pueblo siempre se congregaba para ver cómo el cielo nocturno se iluminaba con los colores y las luces de centenares de fuegos artificiales que volaban hacia el cielo, explotando en una miríada de formas y un inigualable espectáculo. Thyme conocía un rincón junto al río donde se podían ver con todo lujo de detalles. Oculto tras los árboles, sobre una pradera de hierba suave, privado y discreto junto al río, invitó a Kavin a que fuese allí a verlo con él. Como un secreto que un amigo le cuenta a otro para que se lo guarde podía darse la posibilidad de que se negase, prefiriendo quedar con los demás miembros de su pandilla. Pero, por suerte, él aceptó.

La noche llegó Thyme encontró su espacio libre, como todos los años. La zona estaba bastante oscura, sin que las luces urbanas llegasen a ese pequeño rinconcito. Tendió una manta en el suelo y se sentó a esperar, mientras escuchaba el arrullador sonido del agua fluyendo. Todavía quedaba bastante para que el espectáculo empezase, así que sacó su móvil y aguardó. Al poco rato, oyó el crujir de una rama a su espalda que le hizo sobresaltarse. Esperaba que no fuese alguien extraño que había descubierto ese lugar de pura casualidad. No, no era así; era Kavin.

NOCHE DE LUCESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora