Cuando Los Pájaros Cantan

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El crujir de las hojas y el ruido de los zapatos perturban la paz de aquel bosque, escenario de persecución. Pero, ¿quién podría perturbar tal paz? No más que una horda de caballería siguiendo a un hechicero prófugo de la justicia. Sus pasos torpes y rápidos sonaban en todo el bosque; para los caballeros, no era más que un criminal.

"-Debí acabar con él cuando pude-", decía el hechicero jadeando. El bosque cubría al prófugo, entre más tramo tomaba, más oscuro se tornaba, los rayos de luz apenas llegaban al suelo. Poco a poco, los caballeros se perdían entre el follaje, troncos caídos y piedras dificultaban su caminar.

El hechicero en poco tiempo había llegado al centro del bosque y, mirando a todos lados, se dio cuenta de que había perdido a los caballeros; sacando una botella de una bolsa la cual poseía, procedió a beber el contenido que la botella tenía, -esto me dará un poco de resistencia-, decía mientras bebía poco a poco.

Guardó cuidadosamente la botella y prosiguió su andar, parecía que conocía el camino, pero en realidad estaba perdido. -Qué extraño, nunca había visto este bosque antes-, decía preocupado. Después procedió a sacar un pequeño mapa donde venía información de los reinos y bosques de su alrededor. -Perfecto-, decía mientras guardaba su pequeño mapa.

"-Me encuentro en el bosque de Azur, así que debería ir a...-" antes de terminar la frase, una pequeña daga rasgó su bolsa. Al hechicero no le dio tiempo de observar su bolsa y echó a correr.

"-Detener la marcha-", decía uno de los caballeros que seguía al hechicero, y después de ello la caballería procedió a lanzar una flecha hacia el hechicero.

Sin dudarlo continuó su correr sin parar, sabía bien que detenerse significaba la muerte, corrió y corrió sin cesar, mientras los caballeros le seguían el paso. Al parecer olvidó tomar su poción de velocidad, el hechicero siguió corriendo pero sin querer tropezó con una rama y su caída fue tan feroz que terminó rodando desde una pequeña cima, la magia de resistencia lo protegió de romperse algo pero no de los rasguños ni del dolor, así que fue cayendo mientras gritaba palabras arcanas.

Al finalizar su caída, se levantó rápidamente y se percató de que las botellas que tenían en la bolsa se habían roto en la caída y con ellas la bolsa; entonces el hechicero lamentó su pérdida con un ligero grito -noooooo- su ligero grito asustó a los pájaros y animales que estaban en la zona.

Pero ese lamento también alertó a los caballeros que de lejos decían -allá va- el hechicero dejó sus destrozos y siguió su escape. Los caballeros lo seguían a toda marcha.

Después de esta escena, el bosque, el cual parecía campo de guerra, había vuelto a la tranquilidad pero en medio del destrozo había una pequeña planta de menta que resultó herida por el impacto de la caída del hechicero además de las botellas, la pequeña planta estaba cubierta de una cosa semilíquida de color esmeralda brillante, parecía que ese era el fin de aquella planta, pero...

De pronto la pequeña planta se levantó como si el impacto no le hubiese afectado, enderezó y comenzó a destellar un color verde más intenso y brillante, hasta quedar nuevamente en su posición.

Pero algo sucedía con ella que de pronto, la tierra a su alrededor se empezó a mover y de la raíz de la menta emergió una pequeña cabeza, y después de esta emergió un pequeño cuerpo.

Los animales que habían sido asustados comenzaron a notar tal extrañeza, mirando de lejos veían como un ser emergía de la nada, como si hubiese estado debajo de la menta todo este tiempo, entonces fue ahí cuando volvió a destellar y de ese destello apareció una pequeña niña de cabello largo verde, tez blanca, ojos verde esmeralda y con un pequeño vestido que fue formado por las hojas de la menta, y lo que dejaba más atónito es que una pequeña rama con dos hojas de menta sobresalía de su cabeza.

Los animales al ver esto echaron a correr y dejaron sola a la pequeña niña que no era un peligro ya que media el tamaño de una planta de menta.

Aquella niña de pronto cayó al suelo, se miró las manos, se miró su vientre y miró sus pies, extrañada por tal suceso no sabía ni ella misma de donde había salido, comenzó a tocar su nuevo cuerpo, oía el sonido de las aves, el caer de las hojas y el ruido del viento. Entonces por un largo tiempo se quedó mirando un tronco. Posiblemente se preguntaba así misma quién era y qué hacía aquí, o posiblemente se preguntaba quién era la voz que tenía en la cabeza, miles de preguntas que comenzó a considerar.

Después de ello la pequeña niña trató de levantarse pero cayó en el intento, sus pequeños pies no tenían la capacidad para caminar porque nunca lo había hecho y no sabía cómo, lo volvió a intentar y cayó nuevamente, parecía rendirse pero en ese momento vio a un conejo saltar, observó por unos segundos para después repetir el mismo movimiento, se levantó rápidamente, dobló las rodillas y saltó, creyó lograrlo cuando de pronto cayó, sus piernas por el momento eran débiles y no soportaron su cuerpo, pero entonces fue ahí cuando experimentó algo nuevo: El dolor.

La pequeña niña cayó de cuerpo completo y empezó a moverse de un lado a otro, y de sus ojos brotaron gotas de agua, se movió hasta que el dolor empezó a desaparecer poco a poco, la niña entonces se detuvo y fue ahí que olvidó el dolor para darse cuenta de que tenía otra habilidad, podría soltar gotas de agua de su cuerpo, tocaba las gotas de agua que corrían sobre su rostro, y trataba de verlas pero no le era posible, volvió a intentarlo pero no se veían.

Extrañada por esto decidió olvidarlo, y regresó a su pensamiento inicial, el tratar de caminar pero esta vez no quiso realizar el caminar de aquel conejo, de pronto vio pasar a un pequeño pájaro que daba saltitos pequeños, pero pensó la niña que volvería a caer, se quedó sentada y vio caminar a un pequeño ratón, entonces la pequeña niña tuvo la idea de caminar como el ratón, puso sus manos y sus pies en el suelo y empezó a andar, no lo creía ¡podía caminar! Así siguió por un tramo completo del bosque, feliz de caminar, seguía y seguía y los animales veían de forma atónita al pequeño ser, pensarías que debe ser por cómo camina pero no es así, sino que aquel ser nunca lo habían visto en toda su vida silvestre.

La niña siguió caminando como había visto del ratón, incluso iba más rápido pero sin darse cuenta chocó contra un pequeño montón de hojas viejas, y quedó atrapada entre ellas, lo cual causó que ella empezara a manotear y patalear las hojas hasta quedar descubierta y volver a ver la luz del bosque. Fue así que después del suceso se quedó acostada, la energía que tenía empezaba a agotarse y sin más que avisar, se quedó dormida, sin saberlo experimentó algo nuevo, aunque... Dormir ya lo hacía de forma involuntaria.

Pero no todo era risa y diversión, a lo lejos un pequeño pájaro observaba a la niña, el cual aunque quedó extrañado la primera vez, supo que se trataba de su comida, las hojas de menta.

La pequeña aventura de MintsyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora